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Historia sin fin

A Maxi, quien sin saberlo se
convirtió en una fuente de inspiración.

Hablar de sí mismo es quizás lo más difícil que enfrentan los seres humanos. Al hacerlo se refleja el espejo del corazón, ese que se hace imposible de engañar.

Esta historia no podría iniciarse desde un "érase una vez" o un "había una vez". No, esta historia no inicia así; he de confesar que me agrada que su inicio no fuera de esa forma. Lo convencional no se ha caracterizado por ser mi punto de partida. Quizá sea una forma de resistencia a los prejuicios establecidos por una sociedad hipócrita que se jacta de conductas apropiadas y en la clandestinidad suele ser la primera que infringe las normas.

Y en medio de ese fango nació nuestra historia. Una historia que sucede cada mil años, en que las estrellas se enloquecen para alinear los encuentros de aquellos que están destinados a estar. Aunque ese estar pueda implicar tan sólo un segundo en el que dejamos de ser capullos para ser rosas.

Lo nuestro no inició en un parque, un bar, una librería o un invierno, escenarios propicios para iniciar una historia de amor. No, inició en un lugar que muchos se han encargado de prostituir, mostrando la decadencia de lo humano en comentarios superficiales, en imágenes que no dicen nada.

Ahí estábamos nosotros en una red social, con tendencias y gustos definidos. Nuestro acercamiento inició a partir de un comentario. En ese momento no le di tanta trascendencia, suele pasar que se escribe algo y algunos lo comentan y de ahí no pasa. Pero esta vez no iba a ser igual, un extraño realizó un comentario a mi mensaje y paradójicamente ese extraño tenía un imán que me atraía. Al querer averiguar por qué me atraía ese imán terminé teniendo las mejores conversaciones que se suelen tener con amigos de años. Empezamos haciendo las típicas preguntas de nombre, edad, profesión, etc., eso nos permitió ir construyendo una imagen del otro. Así, nos encadenamos en diálogos de literatura, cine, música y política, dando siempre nuestros puntos de vista. Así no estuviésemos de acuerdo con nuestras posiciones, siempre nos respetamos y eso era algo que me agradaba…

Una noche no hablamos de nuestros ejes que habíamos venido estableciendo. Esa noche optamos por hablar de las personas a las que en algún momento les habíamos entregado nuestro corazón. Claro está que siempre dijimos que contaríamos lo que deseábamos que el otro supiera. A decir verdad no cumplí esa promesa; le conté todo; había algo inexplicable en él que no me permitía mentir, o quizá fue porque soy una mala mentirosa.

Recuerdo que esa noche él me contó que conoció a la madre de su hijo por medio de un amigo y las cosas no habían funcionado y decidió alejarse. Me conto que no le gustaban los compromisos y que su mayor estado de plenitud era la soledad, que de vez en cuando intimaba con alguien dejándole claro que eso no era el principio de nada.

Había llegado mi turno de hablar y le conté que acababa de salir de una relación que no había sido mala; es que quién dijo que todos los finales terminan en tormentas. A veces nos hacemos al costado porque nos dimos cuenta que obstruimos la mirada del otro. Con ese maravilloso hombre que duré un largo tiempo, del que sólo tengo gratos recuerdos, había llegado el momento decir adiós y entablar una amistad nuevamente si era posible. Esa noche desnudamos nuestras almas y sacamos ese lado de sensibilidad que los seres humanos nos encargamos de ocultar por miedo a ser lastimados.

El tiempo pasaba y nuestras conversaciones eran cada vez más placenteras. Un día se intensificaron y terminamos haciendo el amor en palabras, si hubiéramos estado frente a frente estás hubieran sobrado en el escenario en el que nos hubiéramos hecho uno. No fue solamente un día, fueron varios en que lo hicimos con mucha intensidad, como los amantes cuando están cometiendo su pecado y no importa si el mundo se hunde.

Empecé a quererlo. En un principio no quería aceptarlo y mucho menos decírselo. Pero no me caracterizo por ser de las personas que callan lo que sienten o piensan. Le conté lo que estaba sintiendo, aunque para él era algo imposible; solía decirme que como podía querer a alguien que nunca había visto y por medio de una máquina. Me hubiese gustado que hubiera entendido que la máquina no me importaba, que quería a la persona que me escribía, que hace tiempo había dejado de mirar el estuche para poder ver más allá. Que lo quería y que al final del día eso era lo que importaba. Él seguía insistiendo en lo mismo y cada vez que insistía en lo mismo me lastimaba. Era lo que él pensaba, no lo que yo sentía. Varias veces me preguntó si me dolía lo que me decía y varias veces le dije que no, porque había comprendido que lo que sentía era un amor tan elevado como el de los románticos que no encontraron nunca un lugar en este mundo para realizarlo y optaban por el suicidio como medio de escape. Entendí que él me quería a su manera, pero que no estaba dispuesto a salirse de su estado de confort; que quizá, como varias veces me dijo, en otros tiempos hubiese hecho lo que fuera por venir a buscarme. Mi amor le hacía bien y era un bálsamo para su alma en medio de tanto caos, así como lo fue él para mí. No bastaba sólo con mi amor para que él estuviera bien si yo no lo estaba, teníamos que estar bien los dos, así eso implicara tomar distancia.

No le volví a escribir y no era porque había dejado de importarme. Siempre me importó. Sólo que debía alejarme para reencontrarme conmigo misma, para comprender que siempre va a ser importante para mí, que también quería ser importante para él. Que no podía y jamás le haría decir lo que no sentía. Aunque confieso que varias veces he tenido la intención de escribirle y decirle que el amor sigue intacto y que no pretendo que haga nada.

Si has llegado a esta parte de esta historia, querido lector, y te preguntas: ¿por qué el título?, he de decirte que nuestra historia nunca culminó, existen muchos interrogantes en el aire que quizá algún día pueda contarte…

Yessika Rengifo, Colombia © 2014

yessik-92@hotmail.es

Yessika María Rengifo Castillo (Bogotá, Colombia 1984) es docente, licenciada en Humanidades y Lengua Castellana, y especialista en Infancia, Cultura y Desarrollo de la Universidad Distrital Francisco José De Caldas, Colombia. Desde niña ha sido una apasionada por los procesos de lecto-escritura, entendiendo que sólo en estás fascinantes herramientas los hombres crean y recrean mundos posibles. Admite que Milan Kundera es uno de sus referentes predilectos a la hora de contar historias. Ve en el cuento el espacio propicio para fomentar y fortalecer lecto-escritores compulsivos, en un universo de historias infinitas.

Lo que la autora nos contó sobre el cuento:
El cuento “Historia Sin Fin” es el resultado de noches de diálogos ininterrumpidos en una red social, con un maravilloso desconocido que terminó no siendo tan desconocido. En esas extraordinarias casualidades que llamó el imprescindible y fantástico Cortázar citas del destino.

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Otros cuentos de la autora en Proyecto Sherezade:

  • El extraño

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