A Malena, mi mujer, le encanta cocinar. Siempre perfumada con el peculiar aroma de los alimentos, cocinando es realmente feliz. En la estrechez de los tres metros cuadrados de su pequeño reino culinario, Malena viaja con su imaginación a miles de sitios. Y al bañar generosamente los platos con aceite de oliva, sueña con el inconfundible paisaje andaluz, siempre envuelto en sábanas de cal. Y su olfato se enriquece con el olor amargo de la oliva, y camina entre las hileras interminables de los acebuches que embellecen las lomas, y desde el suelo varea las olivas, agitando las ramas y escuchando el sonido sordo de la aceituna al caer al suelo. Y siente en su alma el frío invernal del mes de enero, y la lluvia, y la niebla, y la helada. Y una vez barrido el bancal, limpia las olivas. Y cuando siente el tacto de las alcaparras, viaja con su fantasía a Asia y siente el sabor ligeramente amargo de las hojuelas pecioladas de la planta. Y al condimentar los platos, la sal la transporta a lugares exóticos como China o Indonesia.
“Las aletas de raya han de estar frescas, por lo que antes de su elaboración hay que quitarles la piel y lavarlas con abundante agua fría. Después las colocamos en una cazuela grande con agua, vinagre, un poco de sal y una hoja de laurel. Una vez hervida el agua, mantenemos la cazuela a fuego suave sin que hierva, durante unos diez minutos. Después, retiramos y dejamos reposar.
Para saber si la raya está cocida separamos la carne en su parte más gruesa de los cartílagos; si es fácil de separar, el punto de cocción de la raya es el idóneo. Procedemos a sacar las aletas y separamos la carne por ambas caras para depositarla sobre los platos. Una vez presentada, la regamos con el zumo de limón, el aceite de oliva y esparcimos por encima las alcaparras previamente picadas”.
Malena dice que la cocina mediterránea “es muy beneficiosa para la salud, por ser equilibrada y muy refinada. España es una despensa rica y variada, con productos frescos y elaborados, que combina tradición y modernidad y se adecua a todos los gustos y paladares”. Su delicadeza en la cocina compite en hermosura con su desbordante ingenio. Y al sentir el tacto suave y resbaladizo del pescado, Malena lanza su caña desde el espigón para minutos más tarde encontrar atrapada en el anzuelo una hermosa raya pescada en el Mar Menor.
Malena siempre cocina la raya entre los meses de noviembre y abril. Dice que “en esos meses el pescado se encuentra en su mayor esplendor, por ser temporada de pesca”. En Navidad, Semana Santa y Cuaresma, las recetas de todos sus platos se enriquecen con ella.
“La raya se puede aderezar también con un refrito de cuatro aros de guindilla y cuatro dientes de ajo fileteados en seis cucharadas de aceite de oliva. Doramos los ajos y añadimos el refrito a la raya, que acompañaremos con las patatas cocidas al vapor, espolvoreadas con el perejil picado”. “Cocina siempre con aceite de oliva: para las ensaladas, aceite de medio grado de acidez, y para cocinar de 0,3 grados”, me aconseja. “Y cuando quieras condimentar los platos, utiliza tomate frito o tomate natural. En la cocina nunca han de faltar verduras frescas y legumbres. Tampoco leche”. La pasión de Malena por la cocina germinó cuando, recién cumplidos los ocho años, su madre falleció a causa de un cólico miserere, una peritonitis aguda agravada por la ingestión de metales –pequeños proyectiles de plomo, escorias de hierro y mercurio–, recetada por un médico sin escrúpulos que pretendía, con su disparatada receta, desanudar los intestinos de su paciente. Lucrecia, que así se llamaba la madre, murió en un par de días. Malena y su hermano Augusto, dos años menor, fueron acogidos por Angustias, su tía materna. De ella aprendió todos los secretos de la buena cocina. Y también la mesura, y la dedicación, y el respeto por las tradiciones culinarias.
“La raya marida muy bien con vinos blancos frutales y aromáticos. Un ‘Albariño’, o un Sauvignon Blanc, son idóneos para regar este tipo de plato dado su aroma intensamente afrutado, con una memoria gustativa muy fina y prolongada y una acidez equilibrada y armoniosa”.
Malena nunca salió de la cocina. Para ella cocinar era como viajar; apartarla de su pequeño cubículo culinario era peor que amortajarla. Sus platos se aliñaban de imposibles que se hacían realidad en la boca de sus comensales cuando los degustaban. Malena nunca visitó los miles de sitios a los que la llevó su imaginación, pero la cata de sus platos evocaba sentimientos añadidos que eclosionaban los sentidos con las sensaciones que ella había experimentado al cocinarlos. ¿En qué pensaba Malena cuando no cocinaba? No lo sé. Estaba tan inmersa en su universo particular que descuidó su vida –y la mía–, y también su muerte. Un febrero bisiesto, probando un plato que ella misma había elaborado, murió. El exceso de sal desnucó su orgullo gastronómico y acabó con su vida. Desde entonces, hace ya ocho meses, cocinamos juntos. Y todos los días la acompaño de los fogones al fregadero, y del fregadero al horno, y del horno al frigorífico. Y nuestras vidas transcurren entre las verduras y el pescado, entre la cayena y el tamarindo, entre el cardamomo y la canela. Y entre la salsa de soja y el aceite de sésamo. Sazonando y condimentando cada plato. Y en cada elaboración, Malena resucita mientras yo engaño a mi soledad tratando de huir de esta vida absurda y gris que se abotona cada noche en el ojal de mi memoria para prenderse en la solapa de su ausencia. En la cocina nos encontramos a gusto. Aun así, todas las tardes salimos a pasear, agarrados de la mano, en un intento de recuperar el tiempo perdido. Y la gente, que solo me saluda a mí, no deja de preguntarse por la extraña razón de una soledad tan bien llevada.
Amado Storni, España © 2018
poesia68@hotmail.com
Nacido en Madrid, pero alcarreño de adopción, Amado Storni es
licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Periodista musical, colabora en las revistas La Heavy, en el periódico El Heraldo del Henares, en varios blogs musicales y culturales y en el programa “21 entre 11” de M21 Radio, la emisora del Ayuntamiento de Madrid.
Como escritor ha publicado siete libros de poesía, los titulados Biografía, otros poemas, el mundo que me mata, Próxima estación: Primavera, Versos en los labios, Postales sin remite, La memoria de mi olvido, su primera antología poética publicada en Londres, La república del amor y Algunos poetas fueron nosotros, así como un libro de
investigación musical –Mamá, quiero ser artista (Editorial Círculo Rojo)–, Con las botas puestas (Punto Rojo Libros) -, libro que detalla la grabación del disco homónimo del grupo musical Calibre Zero, dos novelas, una de temática urbana –Mobbing (Ediciones Atlantis)– y otra de contenido erótico-romántico –Hazme lo que quieras (Editorial Planeta Alvi)– y la biografía del grupo alcarreño Despistaos titulada Nos BeVemos. Un total de doce publicaciones con las que ha obtenido un notable reconocimiento en el ámbito poético, narrativo y musical.
De su faceta musical destacan sus dos discos publicados hasta la fecha, los titulados Mi asignatura pendiente y Primera persona del singular.
Ganador y finalista de numerosos premios de relevancia literaria, sus
poemas han sido incluidos en la Muestra Siglo XXI, en la Muestra 2012 de la Poesía en Español de la Asociación Prometeo, así como en la página de la Asociación "11M Afectados de Terrorismo".
“La Libertad de elegir ser esclavo” es el blog donde se recoge gran parte de su obra poética, literaria, musical y periodística.
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