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¡Ah, qué chamaca tan pendeja!

El otro día estuve a punto de besar una cucaracha, la sorprendí hurgando entre las cazuelas de la cocina. Me acerqué y huyó. La verdad es que no quiero besarlas, pero dice mamá Juana que debemos querer a los animalitos. Antes besaba a Sargento, el perro de la casa, hasta que un día me mordió la mejilla y me dejó marcada, desde entonces prefiero los insectos; los chapulines y los gusanos son mis favoritos. Los escarabajos saben medio raro, mi hermano dice que es porque tienen la cara hacia abajo; entonces se ensucia de lodo y eso hace que sepan como a caca. Esas son tonterías, le dije. Me explicó que esa es la razón por la que se llaman así: es-cara-abajo. No entendía entonces ¿cómo es que miraban esos insectos si siempre llevaban la cara hacia abajo? Para saberlo decidí ser escarabajo por un día y fui a meter mi cara en el lodo. Tenía la cara casi pegada al piso cuando entró mi hermano a la recamara y burlándose de mí, me dijo que para ser un buen escarabajo había que comprometerse y estar dispuesta a todo con tal de ser un coleóptero honorable. No comprendí nada de lo que dijo pero acepté. Fue cuando me pintó la cara con cera negra para zapatos, acomodó sobre mi espalda un pequeño sillón redondo que se ajustaba como caparazón, lo cubrió con una sábana, y me obligó a untar la caca de sargento en mis labios. ¡Como todo un escarabajo!, me animó. Corrí hacia mamá Juana para que me viera disfrazada de escarabajo y me diera un beso pues ella sí quiere mucho a los animalitos. Pero me dio un coscorrón y dijo: ¡Ah qué chamaca tan pendeja hombre! Entonces yo ya no sabía si era pendeja, si era escarabajo, o si era hombre. Salí a sentarme afuera, en el patio de la casa, como lo hace mamá Juana cuando tiene problemas, dice que "se reflexiona" y halla una solución. Yo me doblé, y con la cabeza hacia el piso me topé con Sargento. Lo culpé de mi desgracia: si no me hubieras mordido todavía te daría besos y no tendría que querer a los insectos, ¡perro idiota! Sargento movió la cola y me ladró pretendiendo juguetear. Lo perseguí hasta atraparlo, le até el sillón redondo en forma de caparazón, y le embadurné su propia caca en el hocico.

Entré a la casa, encontré que mamá ya había llegado de trabajar, y le dije: sargento-es-cara-abajo. Y-yo-ser-gran-jefa-mamá-cara-pintada, respondió. ¡Ah, que mamá tan pendeja! Seguramente piensa que estoy jugando a los apaches. Pero eso sí, ella estaba segura de ser mamá aunque le dijeran pendeja. Le platiqué mi aventura con los escarabajos, y mi deseo de ser como ellos. Al ver la fallida realidad de mi disfraz, ordenó que me bañara y aseguró que acabaría con esta comedia.

Al día siguiente me dio una sorpresa; fuimos al museo de historia natural, donde vimos muchos insectos, me gustaron esos insectos que parecen palitos voladores. Ella se salió de la sala porque le provoca asco ver escarabajos. Por la tarde comimos en la tienda de hamburguesas, yo pedí una de escarabajo y la gente se rió de mí. Entre todos me aclararon que eran de carne de vaca y no de insecto. Pregunté si las vacas comen caca, mi mamá enrojeció de pena y dijo que mejor comeríamos en casa.

Por la tarde subía con mamá Juana a la azotea del edificio de enfrente para tender la ropa recién lavada. Tomé una sábana, envolví mis piernas en ella, y me paré en el borde del edificio. Como insectos se amontonaron los vecinos abajo, al verme parada en el filo del edificio. Me gritaban diciendo: ¡no te estires! o ¡no te tires! o ¡no me mires! Ya ni sé. Sólo escuché a mamá Juana gritar: ¡Ah, qué chamaca tan pendeja! Fue cuando aletearon mis brazos y salté al vacío. La gente gritaba desquiciada. Lo que ellos no saben, es que ahora...
prefiero...
las...
libélulas...

Edgar Pérez, México © 2000

capitanhierbabuena@hotmail.com

Edgar Pérez Pineda tiene 23 años de edad, nació en Acapulco, Guerrero, México, y es estudiante de comunicación en su ciudad natal. Ha realizado lecturas de cuentos de su propia autoría en eventos culturales. Edgar gusta del mar, del viento, y de gastar el tiempo en pensamientos insensatos. Prefiere la literatura alemana, su héroe literario es Hermann Hesse, principalmente por "El lobo estepario". Otro escritor favorito es José Agustín, y no puede evitar admirar a J. L. Borges. Su gusto musical es representado por los Beatles, David Bowie (and the Spyders from Mars), Ella Fitzgerald y otros jazzeros. Últimamente comienza a impresionarle lo que se puede lograr con la música electrónica.

Lo que el autor nos dijo sobre el cuento:
Este cuento surgió en un día de ocio denso, en televisión transmitieron el video de un suicida japonés que saltó desde un edificio y... Fue como una diarrea que no concede tiempo de correr al baño, sólo me senté ante la computadora y parí el cuento, un parto natural con pocas complicaciones. Creo que esa chamaca pendeja son mis pensamientos insensatos transformados en una niña.

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