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Campos

Llegamos aquí siendo hombres.
Alexander López
Solo es un baño, tiene que ser solo un baño. Para qué nos dirían más mentiras, para qué hacernos doblar la ropa y dejarla acomodada en las taquillas. La punta de mis dedos sangra, me he comido las uñas, la carne, y busco un calmante para mis dientes antes de que prueben la lengua. Los miro y el miedo impregnado en sus ojos me sirve de espejo. Ellos tiemblan, yo también.

Estamos todos desnudos, esta vez no dejaron que nos quedáramos en ropa interior. Nunca escogieron la forma en que nos bañamos; sí el tiempo, pero no la manera, así lo hiciéramos vestidos.

Es el mismo cuarto de baño, solo que esta vez en la puerta están varios de ellos con fusiles, cuando ha sido uno el que nos ha custodiado siempre. Hoy es obligado.

Al principio no los entendimos, sus palabras son muy raras, pero, cuando unos pocos se negaron, los obligaron a caminar con empujones, los trajeron casi a rastras.

Parecemos un rebaño, unas cuantas reses asustadas que esperan sin atenerse a nada. Algunas braman, otras chocan su cabeza contra la pared y están las que lloran.

Sí, ellas lloran, las he visto, cuando era un niño y las atracaban para pegarle un hierro caliente. De sus ojos salían lágrimas caudalosas que caían al piso y era yo el único que las veía.

Trato de no pensar. Ellos tienen miedo, yo me apego a la idea de que estamos aquí como todos los días, después de trabajar, de rompernos el lomo cargando piedras, listos para una ducha de poco tiempo, apurada, de las normales, en las que a veces no podemos secarnos con los trozos de toallas que nos tiran en el piso.

Tienen la puerta abierta, nos observan como si fuéramos animales de feria. Los que sujetan los fusiles se ríen, señalan nuestras partes y dicen algo en voz alta para después explotar en esa carcajada burlona. Hacen gestos con las manos. Escupen a la entrada del cuarto.

Algunos de los nuestros se pegan a la pared, se deslizan y caen al piso. Rezan. Otros van y los consuelan, intentando darles alivio; cuando en realidad son ellos los que buscan sosiego.

No sé el nombre de nadie, quise que fuera así por miedo a perder el mío. Si me preguntaran cuánto tiempo llevo aquí, no sabría responder. Desde que crucé la cerca de la entrada, cada segundo rinde por un año. Mis dientes muerden mi lengua, no soy yo, son ellos quienes actúan, ya no tengo dominio sobre mis acciones. El dolor viene acompañado por un sabor a sangre agridulce.

Escucho unos gritos y, cuando miro hacia la entrada, tiran a unos cuantos hombres hacia el interior del cuarto. Caen al suelo, no pueden levantarse.

Cierran la puerta, escucho cómo la clausuran. Permanecemos inmóviles y en silencio. Después de unos segundos, las tuberías se estremecen. De repente, comienza a salir un humo con un olor extraño por las duchas.

Cierro los ojos y salgo de esta habitación. Ahora estoy en un campo donde no tiemblo. Puedo sentir cómo la hierba fresca humedece mis pies, cómo su olor se apodera de mí. Miro en derredor y parece ser infinito. Es un terreno llano, único.

A pocos pasos hay un riachuelo, quiero ir y bañarme en él, sumergirme en el líquido fresco para limpiar hasta las entrañas. Avanzo despacio, el aire mece el pasto que adorna la superficie plana, pero no lo siento.

Choco con alguien y mis ojos se abren. Trato de no asustarme, solo es un baño. Intento decir algo sin saber qué es, pero mi voz no quiere salir. Miro hacia el techo, ahí están las duchas listas para escupir su agua. Me paro debajo de una de ellas. Cierro los ojos, respiro profundo y comienzo de nuevo a ver el campo con la esperanza de sentir algunas gotas caer sobre mi cuerpo.

Roberto J. González Rodríguez, Cuba © 2023

jonsnow040495@gmail.com

Ilustración realizada por Enrique Fernández © 2023

Roberto J. González Rodríguez (Cabaiguán, Sancti Spíritus, 1995) es narrador y licenciado en Contabilidad y Finanzas. Trabaja en la Empresa Refinería de Petróleo Sergio Soto de Cabaiguán, como Especialista en Finanzas y Tesorería. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz. Ha obtenido remios en los concursos Semana de Cultura Cabaiguanense, 50 Aniversario del Taller Literario Rubén Martínez Villena 2017, Fénix 2021 y en el Certamen Literario Ada Elba Pérez 2022; así como mención en el concurso internacional Cartas de Amor de la Escribanía Dollz 2018, Casatintas 2021 y La noche del Capitán 2022. Cuentos suyos han sido publicados en el Boletín Especial Simientes y en revistas cubanas y extranjeras como: Cubaliteraria, La Artífice, Irradiación y Blackfish

Lo que el autor nos comentó sobre el cuento:
El cuento “Campos” nace desde el intento por expresar el dolor de los judíos que fueron asesinados en los campos de exterminio nazis. Utilizo un narrador en primera persona que desconoce lo que sucede y se centra en el miedo de sus compañeros de “baño” que al mismo tiempo sirve de reflejo para el suyo propio. Como intento de escape este personaje se adentra en su memoria y de forma alegórica escapa a un campo desierto donde se siente libre. Para ello me auxilio de una ruptura o salto espacial en el relato que por momentos se enlaza con la realidad vivida y, una vez llegado el momento, se aferra a este escape como medio para recibir su destino inevitable de forma tranquila. .

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