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La creación de Juliette

Pensar en Juliette como mi creación me elevaba. Ella, la mujer deseada, la vastedad, mi fuerza poética y extravagante, mi lado femenino y tormentoso, nació un primero de enero, cuando decidí explorar en una nueva subjetividad: la virtual. Días atrás había estado escuchando a Juliette Greco, y de allí mi enamoramiento por este nombre. Creé su perfil en Facebook y un blog para que se proyectara sin fronteras; ser ella, mi hermosa criatura, la artista, lo que yo no fui ni seré, lo que de otra manera no me atrevería a decir. Empecé a subir música, fotografías, textos bajo su nombre, amueblé su mundo con la paciencia de un novelista. Eso impresionó a muchos hombres, y empezaron a seguirla, a buscarla, a contarle sus vidas, unas más execrables que otras.

Recuerdo cuando Sebastián, un compañero de la oficina, me mandó una invitación al Face y yo lo acepté. Me dio las gracias, me felicitó por mi trabajo e inició la zambullida en mi ser incorpóreo. Insistía en saber mi número de celular, quería escucharme, verme, tocarme, pero yo hacía malabares para no ser descubierto. Le decía que en realidad era una chica tímida, que prefería que pasara un poco el tiempo, y él me decía que lo entendía.

De todas las noches que pasé a su lado (léase detrás de un monitor LCD), la que más me conmovió fue cuando me contó la muerte de su abuelo, la ruptura que significó para su desequilibrado espíritu, lo doloroso que fue cargar con la muerte de quien había sido su padre desde su nacimiento. “Mi abuelo me amaba, lo sé aun cuando de sus labios no salieron esas palabras. A veces me rechazaba, me sacaba de su refugio, me prohibía el llanto, pero cuando me caía por jugar pelota me daba su mano. Sus alimentos fueron los míos. Sus miedos continúan siendo las raíces de los míos”, escribió Sebastián con una apertura asombrosa.

Todas los días él buceaba en mis estados anímicos, y no entendía su fijación en Juliette. Siempre me pidió una cita, quería escuchar mi corazón sin más intermediario, y yo, la Juliette que escribía hasta muy entrada la noche, la cometa, la bella Juliette, le decía que no con el mayor cuidado.

Un día me cansé del juego y armé un recital, mi presentación oficial, mi entrada al mundo real, mi caída libre. Invité a Sebastián, sabía de su impresión, nunca me perdonaría el haber entrado a su mundo de riscos. A las siete iniciaría mi lectura, al menos así decía el programa que le envíe por correo electrónico. Ese sábado la pequeña sala de rojo abrió sus puertas a 25 personas, todos muy cercanos a mi vida. Y a mi lado hablaban de lo hermoso de mi creación, y me preguntaban si la conocía, y yo solo decía: “Sí, a veces me la he encontrado en las librerías o en algún bar”. Y entonces subí hecho un cubo de hielo, con mis poemas al escenario, cuando llamaron a mi Juliette. Sebastián entró por la puerta de al lado, sin saber que presenciaría el suicidio de su enamorado.

Miroslava Rosales, El Salvador © 2013

miroslavarely@yahoo.com

Miroslava Rosales nació en El Salvador en 1985. Es profesora de la Universidad de El Salvador. Forma parte de la Dirección Nacional de Investigaciones en Cultura y Arte. Su trabajo literario aparece en la antología Nuevas voces femeninas de El Salvador (2009), del escritor Manlio Argueta y publicada por la Editorial de la Universidad de El Salvador; en Una madrugada del siglo XXI (2010); en Las perlas de la mañana siguiente (2012); y en revistas de España, México, Argentina, Colombia y El Salvador.

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