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Erika

El camarero que me atendió me mostró la carta y me explicó en qué consistía cada plato. Era un tipo atento y bonachón. Le dije vendremos a las ocho y media. Me dijo no te preocupes a esa hora no viene mucha gente. Le enseñé el anillo y le pregunté si se lo podrían dar y me contestó es un placer, se lo daremos al final dentro de una copa de cava.

Mi nombre es Ernesto Fonseca. Estoy rapado. En la parte de atrás de mi cabeza se puede leer I hate you.

Conocí a Erika, hace un mes. Es una puta de Lituania. Tiene dieciocho como yo. Lo ha pasado mal. Es delgada. Lo que más me gusta de ella es su cabello rubio, que no está teñido como el de las zorras que estudian conmigo. Sus ojos azules también me gustan. Tiene cara de virgen ingenua y pensativa. Erika me entiende, me dice te quiero y todas esas cosas. A mí nadie nunca me había dicho te quiero.

Hace unos días Erika vino a la playa conmigo. Alquilé una sombrilla para que el sol no quemara su piel tan pálida. Al atardecer, hicimos el amor. Yo sólo quería tratarla como a una señorita y todo eso. Pero me deshacía al contemplarla con un pantalón corto adidas y con sus pechos desnudos. A ella no le importó hacerlo, no le importó que nos vieran. El límite lo pone en que no me esté mucho rato los días que trabaja.

El lugar es perfecto, limpio, cálido, íntimo. En cada mesa te encienden una vela. El camarero que me atendió me dijo no te preocupes en ningún caso te subirá de setenta euros. Me he gastado casi todos mis ahorros en Erika y en el anillo. Mi abuelo no me deja que trabaje porque sólo quiere que aproveche para estudiar y para no ser un obrero el día de mañana.

La cena de esta noche es muy importante para mí, porque le voy a decir a Erika lo que siento por ella y le voy a proponer que nos vayamos a vivir juntos. Un pariente me alquila su piso. Y yo me pongo a trabajar y ella ya no tiene que acostarse con nadie más que conmigo. El anillo es para que nos casemos, y así Erika no volverá a tener problemas de residencia.

Vivo lejos pero vengo andando porque el autobús se llena de moros que cogen el móvil y que gritan. Erika habla suave y bajito. Me seduce su acento del este.

Estaba allí desde la ocho, en una mesa. A las diez, el camarero tan amable me pide que abandone la mesa. Me devuelve el anillo y me dice lo siento mucho. Durante todo este tiempo de espera en el restaurante estuve tratando de localizar a Erika, pero su teléfono móvil estaba desconectado. Era imposible que se hubiera perdido porque el restaurante se encuentra a menos de doscientos metros de donde trabaja.

Voy adonde trabaja. Dispuesto a acostarme con otra chica porque ahora odio a Erika y quiero que le digan que estuve allí para acostarme con otra. Quiero que piense que todo el dinero de nuestra cena me lo he gastado en otra. Pero Erika está. Me había dicho que hoy libraba. Está ahí, joven, más joven que las demás y sólo ligeramente pintarrajeada. Me saluda. Entonces recorremos un oscuro pasillo. Me siento mal. Quizá debería haber sacado fuerzas para escoger a otra. Pero ahí estoy, con Erika. Ella no me dice nada de la cita pero yo le pregunto y entonces ella me dice perdona. No quiero besarla y cuando la penetro lo hago de forma brusca. La miro a los ojos con insolencia y con odio. La trato como mercancía que es lo que es y la agarro del cuello con mi mano izquierda. Aprieto. Mis movimientos son secos y violentos. Creo que si fuera una chica normal no los soportaría.

Las lágrimas empiezan a aparecer en sus ojos. Nunca las había visto antes. Tiene los ojos más bonitos del mundo. Cuanto más tristes más hermosos me parecen. Aparto mi mano de su cuello, pero sigo moviéndome. Entonces ella me dice que soy como los demás, uno de esos tipos llenos de resentimiento que vienen a descargarse. Le digo yo no soy así, tú lo sabes. Me dice todos sois así en el fondo, si no a qué viene que me hagas daño tú que dices que me quieres, qué me harías si viviéramos juntos. Y yo rompo a llorar y voy perdiendo la erección. Me echo a un lado. Entonces ella deja de llorar y me consuela.

Augusto Moja, España © 2004

cmzet@mixmail.com

Augusto Moja nació y vive en Barcelona, pero es de origen andaluz. Es un escritor autodidacta. También es actor. Se confiesa sobre todo lector de cuentos, género que sitúa por encima de la novela, en un país como España donde el cuento sigue estando infravalorado. Confiesa admiración por Chéjov, Carver, Turguéinev. Tiene escritos más de un centenar de cuentos. Escribe sobre ambientes y personajes marginales.

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