Agustín Varilla, el primero de los cuentos del mes, tiene aire de tango y ambición de novela picaresca. La sórdida vida de un dicharachero boxeador deviene en él sabrosa pieza literaria gracias a las artes narrativas del español Fernando de Vega, cuyo lenguaje explota con eficacia los giros porteños y las voces del lunfardo. El protagonista nos narra su propia historia a partir de las reminiscencias de un nuevo dulce proustiano, el "mantecol", y nos lleva a los arrabales de Buenos Aires, al ring y finalmente a encontrar el destino de Varilla. En todo momento se paladea intensamente el sabor local en esta nítida y agridulce reconstrucción del Buenos Aires de ayer.
"La suerte de un servidor", el primero de una serie de tres haikus escritos por el argentino Daniel Montoya, es una historia narrada desde el punto de vista de un servidor del emperador Quin Shi Huang Di, el solemne tonto que ordenó construir la gran muralla china que al final no detuvo una sola invasión. Más allá de la historia de este emperador que se envenenó con mercurio tratando de encontrar la inmortalidad, tenemos aquí una metáfora sobre la muerte, el poder y las artes. A "La suerte de un servidor" siguen otras dos interesantes piezas, "De la construcción de monstruosidades", sobre arquitectura vampírica, y "Lyrische Landschafe", narración sobre los pesares del exilio; los tres textos rebosan del sabor amargo y pesaroso que da tono a los cuentos de este lluvioso y gris abril (con perdón de quienes nos leen en climas tropicales). Evidentemente, Montoya se inclina por escribir párrafos cortos, lo cual lo convierte en una especie de minimalista que prescinde de la repetición o, más precisamente, en un miniaturista con sed de horizontes, en la tradición de los "Cuentos breves y extraordinarios" de Borges y Bioy Casares, de Juan José Arreola y de Aloysius Bertrand.
Por último, Tunduru, jardín del paraíso, de Paula Monmeneu, es una historia que desde las primeras líneas nos deja saber de su erotismo crudo y sin compromisos. En ella, acompañamos al protagonista en su improvisado viaje a Mozambique en busca de sexo fácil. Sin embargo, al llegar se encuentra con la realidad de un país azotado por la miseria y por la dictadura resultante de la fracasada revolución del Frelimo. El viaje de placer de este turista imposible se convierte en una pesadilla sin salida, mediante la cual la autora explora el desencanto por la fragilidad y sinsentido del sexo mercenario, mientras retrata las miserias de una revolución inverosímil, contradictoria y, ante todo, tenazmente falsa.
Carlos A. Jáuregui Didyme-Dome
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José Luis Martín
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