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JUSTICIA CIEGA (El superviviente)

"Sign upon the dotted line: I'll be yours and you'll be mine, nothing's free."
Alice Cooper

Vivo en un piso pequeño, hacia las afueras de Castellón. Siempre me ha gustado esa zona de la ciudad: es más tranquila y no tienes que soportar tantos ruidos... Pero lo que más me gusta es vivir en una calle estrecha y vacía de comercios. Por la noche vuelvo a casa a las diez menos cuarto (me sueltan a las nueve y media), y mi calle aparece siempre como un sitio más bien oscuro, con farolas cutres de luz naranja y vacío de gente.

Antes había yonkies detrás del molino que queda de espaldas a mi portal. Ahora ya no. Cosas que pasan. Ahora la calle ha quedado completamente vacía, y siempre puedo oír el eco de mis pasos cuando estoy volviendo a casa. Una vez dentro, me hago la cena, veo un poco la tele, y antes de acostarme me toca siempre sacar la basura a mí.

Me encanta sacar la basura. A partir de las doce o así, los callejones de mi barrio (¡que queda al lado de los huertos de naranjos que envuelven la ciudad de Castellón!) se llenan de gatitos, y es una gozada. Hasta le he puesto nombre al gatito que se cepilla la basura de mi portal. Es negro, todo negro, un poco viejo y esta algo gordote para ser un gato callejero; pero me encanta. Es uno de mis caprichos. Es un gato estupendo: un superviviente. La mayor parte de los gatos de calle mueren a los pocos meses bajo las ruedas de un coche, pero Lucifer no. Estuvo comiéndose la basura de mi portal durante más de un año. Y estaba engordando por mi culpa: más de una vez me he sorprendido saqueando la nevera cuando todos se han dormido para poder llevarle algo mejor que sobras para cenar.

Generalmente disfruto viendo a las cosas morir, pero no siempre. Es como lo que me ocurría con la última chica que tuve, es una idea que se te pasa por la cabeza bastante a menudo: "Debí matarte cuando aun estaba a tiempo..." -recuerdo haber pensado más de una vez- "...ahora ya no sé si podría."

Es algo parecido a lo que me paso con el tabaco: Una vez lo dejas correr, se te escapa. Lucifer y yo nos hicimos amigotes en poco tiempo. Recuerdo que cuando volvía a casa todos los días (me sueltan a las nueve y media), a veces él me estaba esperando, y cuando me veía llegar, salía de debajo de algún coche, y venía hacia donde estaba yo, para ver si era ya la hora de cenar o no.

Era un encanto. Si eran las diez menos cuarto, y yo no tenía comida para él, intentaba cogerle, pero el nunca se dejaba tocar: era un gato de calle. Luego, un par de horas más tarde, llegaba yo con la basura y con algo de comida para él, y se repetía la misma historia: yo intentaba tocarle y el no se dejaba, parecía que el animal prefería morir de hambre a ponerse al alcance de mis manos (era muy listo, además). Hasta que yo no me alejaba un poco nunca probaba bocado y siempre mantenía las distancias. Me recordaba un poco a mi primera novia: tampoco se dejaba tocar. No se que clase de rollo me llegué a llevar con aquel animal (la verdad, no me veo jodiendo con un gato :-) pero realmente llegué a gastarme algo de dinero en comida para gatos.

Luego las cosas cambiaron. Fue en aquella semana en la que estuvo lloviendo muchísimo; caía incluso algo de piedra, así que la comunidad de vecinos de la que formo parte se puso tácitamente de acuerdo y nadie sacaba la basura más allá del portal. El pobre Lucifer tuvo que salir CORRIENDO de debajo de un coche para poder llegar vivo a mi portal: el agua caía con tal fuerza que debía de doler en tu espalda. Una vez en el rellano de mi portal, prefirió quedarse dentro, y cuando llegue yo con las bolsas de basura, decidió romper su "modus operandi" y no huyó: se quedó en el portal, mojado, asustado y maullando.

Yo traía croquetas de pescado (joder!), así que el pobre gato (que además estaba helado) decidió comer de mi mano de una vez. Y a partir de ese momento las cosas fueron así. Lucifer nunca volvió a hacerle ascos a un par de masajes antes de cenar... Lo que nunca creí yo, y nunca me habría imaginado, es que los gatos callejeros supieran ronronear.

"Sometimes love is a loaded gun, and it shoots to kill."
Alice Cooper

Durante los siguientes días, recuerdo que me debí de pasar un par de horas más de la cuenta buceando en la Internet, buscando información sobre gatos de calle. Es curiosa la forma en que se organizan estos cabroncetes: cada gatito es amo y señor de un segmento del callejón, que es tan grande como le permiten sus vecinos de calle, con los que pelea durante toda su vida por el territorio, que significa dos cosas: gatitas y comida. Casi nada. Al final le compré un collar (sin cascabel, obviamente). Lucifer era un superviviente, pero yo no quería que los chavales del barrio le dieran una paliza o que lo atropellaran sin preocuparse por nada. Además, quise que el mundo supiera que aquel bicho tenía dueño.

Aquel viernes yo venía a las tres. Estaba un poco borracho (o algo más ;-) porque había "cenado" con los chicos (Raul y los otros). Cuando llegué vi lo mismo que veía todos los viernes: Lucifer ya se había comido lo que le interesaba de la basura de los vecinos y había desparramado el contenido de las bolsas por la acera. Solo que aquel día era diferente: el que estaba apurando los restos de la basura de mi portal no era Lucifer.

Era un gato gris, joven y flacucho. Tenía la cara llena de arañazos y algo de sangre. Lucifer le había dejado hecho polvo, pero había perdido la pelea: el trabajo de mi socio era muy duro y le habían destinado a otro sitio, tal vez lejos de mi casa. Ahora mi portal era de aquel jodido bicho gris asqueroso. Lucifer se había ido.

Se había ido sin despedirse y sin decirme nada, como la última chica. No me mola eso. No mola. Me jode. Me jode mucho que me hagan eso. Me jode cuando alguien se marcha y no vuelve, y te quedas con un vacío brusco. Me jode.

He matado muchos gatos antes, y se lo jodido que es intentar hacerlo con las manos desnudas. Subí a casa. Todos dormían. Cogí la automática de mi padre.

El silencio abajo era una putada: los vecinos iban a oír los tiros. Tendría que hacerse deprisa, antes de que llegara la policía.

Cuando llegue a la calle, con la pipa en la mano, el gato hijo de puta no estaba a la vista. Mis pensamientos empezaron a desordenarse, como me pasa siempre que estoy en una de mis crisis emocionales. Me tumbé en medio de la calle, en el asfalto, boca abajo, con la mejilla contra una mancha de aceite de motor. Desde mi asquerosa posición podías ver debajo de los coches, y por supuesto, se podía ver perfectamente como aquel hijo de puta se movía, hacia los huertos. Si llegaba a salir de la calle nunca podría cogerlo. Comencé a reptar en silencio, moviéndome hacia el animal, que se había parado en algún sitio, debajo de una furgoneta. Tenía que darme prisa o algún vecino podía verme desde la ventana.

Intenté recordar cuantas balas quedaban en el cargador (después de mi última fiesta nocturna): unas tres. No más. Soy un tirador bastante bueno (me dedico a derribar pájaros en vuelo siempre que puedo), incluso cuando llevo media botella de "Juan Beltrán" en el cuerpo. Me metí debajo de la furgoneta. El gato gris se volvió hacia mi cuando solo nos separaban unos cuatro metros, sorprendido al ver a una persona tumbada boca abajo y debajo de una furgoneta. Bufo, erizó la espalda y comenzó a acercarse (?!) con cuidado. Apunté. Le reventé la cabeza en trozos. Me llené la cara de sangre. Grité como un poseso. Vacíe el cargador. Quedaban cinco balas.

"You'll be there. I'll be here. And one of us will cry."
Alice Cooper

El sábado decidí quedarme en casa a estudiar basura (tengo un examen ahora luego). Cuando salí a la calle a bajar la basura no vi a ningún gato en mi calle... El domingo volví tarde a casa. Durante mi camino de vuelta estuve buscando a Lucifer por todo el barrio, y nada. Ninguna gato en mi calle tampoco.

Sé que no volverá. Suele pasar. Supongo que estas cosas pasan, y que si Lucifer pudiera hablar ahora me diría algo como "Son gajes del oficio" o "Así es la vida de los gatos". No sé... A veces me pregunto si debe de estar muerto ya o no. Pero sé que sigue vivo en algún sitio, bien sea en este mundo o en el infierno; yo sé que sigue vivo: era un superviviente.

Buena suerte, Lucifer.

Emilio Bueso, España © 1996

ii332@rossegat.uji.es

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