Con mi paraguas oscilante por causa de un viento fastidioso, el abrigo empapado y los zapatos cargados de húmedas gotas, mi estado de ánimo se complementaba a maravilla con el entorno circundante. Y entonces, mientras lanzaba alguna maldición, mascullada en voz baja, comprendí todo.
Tenemos nubes porque hay oxígeno, somos humanos porque hay oxígeno, hay follajes y árboles porque hay oxígeno y la llovizna viene a equilibrar, cada tanto, la desmesurada actividad de tantos cuerpos y acciones en interacción, desintegración, maduración y recomposición permanentes.
La llovizna nos hace recordar. Nos moja, nos molesta, pero también nos recupera en alguna glándula olvidada y oxidada de nuestra humanidad que persiste, pese a todo. El clima callejero se vuelve intimista, licúa las aristas de los días normales, motiva deseos olvidados en el fondo de algún arcón de la abuela lejana. A mí particularmente me recuerda la casa de las lanas, las agujas de madera y la pañoleta de mi tía Vera. El aire humedecido me retrotrae a los días de lluvia en mi escuela suburbana, cuando todo era levemente caótico. Faltaban los maestros, la docente que hacía acto de presencia nos juntaba a todos los proscritos de otras aulas sin guía y nos conducía a leer libros de la biblioteca infantil. Repiqueteaba el agua en los techos de chapa brindándonos una deliciosa sensación de estar protegidos frente al mundo y acompañados de los héroes de cuentos que se asomaban en cada página.
El problema mayor se suscitaba por la pobreza de nuestra indumentaria escolar. Sólo tenía un guardapolvo y con la lluvia era imposible lucir una presencia prolija por mucho tiempo. Dejemos de pensar en tonterías, dije para mis adentros mientras sorteaba un charco barroso justo frente a mí. Recordé gentilezas de otro tiempo que hacían mención de los galanes que tiraban la capa a los pies de la dama para, según decía la canción “hacerme un relicario con el trocito de mi capote que haya pisado tan lindo pie”. Igualito que ahora, suspiré, mirando a mi alrededor. Y entonces surgió la segunda certeza. Si debo decir algo de la llovizna es que depende del contexto, igual que cualquier otra circunstancia de nuestra vida. Cada época vivió y pensó la llovizna desde su irrepetible momento, desde ese alrededor que motivaba los pensamientos, avivaba los imaginarios y conectaba los simbolismos en un encadenamiento propio, singular e irrepetible.
Luego, empujé la puerta giratoria del Banco para hacer el depósito por una compra on line.
Irene Mercedes Aguirre, Argentina © 2016
aguirreirene@gmail.com
Irene Mercedes Aguirre nació en la ciudad de Buenos Aires y actualmente reside en Avellaneda. Desarrolla en forma paralela actividades académicas como docente e investigadora universitaria de grado y posgrado y es también escritora con una vasta producción literaria y de crítica de arte.
Sus poemas, cuentos y relatos se publican en libros, revistas virtuales, blogs, medios periodísticos impresos y digitales y en antologías, tanto en Argentina como en diversos países de habla hispana. Pueden citarse Relatos en Libertad, Asociación de Escritores de El Campello, Alicante, España, 2013, y Liberando las palabras, 2014; Ocho minutos y Las puertas de la tierra y Memoria del Océano, Todas las Artes, Argentina, 2013, 2014, 2015. Es considerada una poeta argentina y universal por sus enfoques planetarios, sus poesías por la Paz y ha sido incorporada a múltiples antologías en México, Estados Unidos, Perú, Colombia, España, Portugal, Alemania, Israel, Francia y se traducen sus textos a otros idiomas.
De sus obras individuales podemos citar: Mi ser en el tiempo (1989); Mirador de Dos Mundos. Quinientos luego (1492-1992), Ediciones Amaru, Buenos Aires; Ventanal a tres tiempos, Ediciones Amaru, 1991; El sueño de los héroes, Ediciones El Escriba, Buenos Aires; Territorios del alma, Ediciones La Ciudad, Buenos Aires, 2000; Pater Nostrum, Ediciones Amaru, Buenos Aires, 2007, entre otros.
Ha recibido Primer premio cuento breve, concurso Eugenio Zagarzazú, 2002; Primera mención por cuento breve Concurso Bernardo O’Higgins; Segundo premio Primer Certamen Literario de la Mujer, Secretaría del Menor y la Familia, La Plata, Premio Letras de Oro de Iberoamérica 2014, Los Ángeles, California, Congreso Mundial de Poetas de Hispanoamérica CUPHI III; Premio Faro Universal de Paz, otorgado por la Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas (SIPEA), México, 2014; Premio Santa Clara de Asís 2014, Buenos Aires, Liga de Madres de Familia; Cinta azul bienal de Honor bienio 2000-2002, Asociación de Escritoras y Publicistas Católicas (ASESCA) y ha sido finalista del Premio Mundial Fernando Rielo de Madrid, España, en 1998, 2002 y 2014.
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