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La mujer que ya no existe

Esa sonrisa que te dice “confío en ti y nada malo nos va a pasar”, esa emoción que siento cada vez que son las tres y camino hasta tu encuentro, esa espera parado en el lugar acordado (la Roberto Cruz), tu llegada, ese beso, lo planeado, lo espontáneo… cada vez que recuerdo ese tiempo la sonrisa viene a mi rostro, es que la pasamos tan bien, todas las calles que nos vieron caminar tan felices… es que son tantas, que si de verdad buscara olvidarte y no repetir esos detalles o caminar por otros lugares, no podría… solo si cambiase esta ciudad o inventara otros detalles que nadie antes los usó… imposible, veo ese tiempo tan lejano y a la vez tan claro, esas tardes en el parque… nuestro parque, la heladería, nuestra heladería, la cafetería de la Rodrigo y 5 de junio… sabes que ya no es más una cafetería, ahora es algo sin importancia, ahí quedaron nuestras conversaciones, mi primera petición de estar contigo, tu aceptación, la canción de fondo que no he podido borrar de mi teléfono… “Yo muy lejos de ti, pescador lejano del mar…”

La casa, nuestra casa, ¿sabes qué?... tampoco existe… la demolieron. ¡Cómo es posible que hasta la casa ya no exista!... si mi historia contigo se la cuento a alguien… me dirán “sí, claro, te creo, porque yo también sé mentir”… pero es verdad, exististe, me quisiste, estuviste conmigo…

Un día decidiste morir, desaparecer, borrar la imagen de la mujer que yo amé… no quisiste saber qué sentía yo, no me preguntaste si la nueva mujer que decidiste ser me iba a gustar a mi… simplemente la mataste, la enterraste… y ahora pienso que yo fui tu cómplice, te ayudé a matarla, te ayudé a enterrarla, en el centro del jardín de la casa que ya no está… después de tal crimen ya nada podía ser igual, no podemos mirarnos a los ojos sin sentir remordimiento y culpa, la matamos, ya no estará nunca más con nosotros… eso te ha entristecido tanto y a mí también, los dos sabemos que no hay nada que hacer, ella está muerta… tienes que irte o llamaré a la policía, les diré todo, les contaré que yo no quería… que fue tu idea, tú planeaste todo, tú lo hiciste todo, yo solo observaba como la asesinabas… pero me siento tan culpable como te debes sentir tú… ¿Y quieres saber algo? Aún estoy enamorado de ella, de la mujer que tú mataste… sí, yo sé que eres tú misma, que en realidad no hay un cuerpo inerte, pero no sabes cuánto te odio desde aquel día… devuélveme a la mujer que yo amé, no tenías el derecho de hacerlo, era mía…

Martín Endara, Quito, Ecuador © 2018

martinito0066@gmail.com

Martin Endara es ecuatoriano y reside en Quito. Es profesor de lengua española, ha trabajado los últimos años enseñando la cultura ecuatoriana y compartiéndola con sus estudiantes de todo el mundo. Escritor de libros de gramática: Enfoques I y Enfoques II con una funcionalidad práctica, que se adapta a la cotidianidad de necesidades de un estudiante de segunda lengua extranjera. Es seguidor de cuentos dramáticos, fanático del misterio y apasionado lector del realismo mágico; novelas como Los Sangurimas, De la sierra a la costa, o El chulla Romero y Flores cuentan entre sus favoritas.

Lo que el autor nos contó sobre el cuento:
El impulso de escribir este cuento llega por vivencias personales, pero tantas veces escuchadas y sentidas por mucha gente, frases como “la mujer de mis sueños”, “la que vive en mi cabeza”, “la que no supe amar”, “la que no volverá”, etc. describen lo que quise transmitir en mi relato. Esa imagen que proyectamos al empezar una relación, ese comportamiento que hace que la otra persona se enamore de los delicados detalles, ese tiempo sin limitaciones ni reglas, se ve roto al retornar a la “realidad”... realidad que nos hace fríos, serios, responsables y, al recordar, nos damos cuenta que no era eso lo que nos enamoró de la otra persona... y terminamos matando a la persona con la cual nos ilusionamos tanto, y que ya no está.

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