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LARALA LARALA

Lanzo la moneda por la ranura y a través del cristal los ojos de la cabeza se encienden. Su boca descarnada se abre y escupe una cartulina. Ésta se desliza sobre la rampa y cae a la ranura exterior.
Mi mano la recoge y leo:
"Adivina tu destino: Hoy vivirás, mañana morirás".
Parece una macabra broma pero ya no puedo hacer nada para recuperar mi dinero de la tragaperras. Están cerrando el recinto ferial y salgo con los últimos visitantes por una de las puertas.
Camino por las desérticas calles sin el olor a palomitas, sin el ruido de fondo de las atracciones feriales. Esto me ayuda a centrarme y a pensar. Dentro del bolsillo de mi pantalón mi mano juega con la cartulina.
"Hoy vivirás, mañana morirás".
Deduzco que no puede ser una cruel broma de mis compañeros de niñez y de juergas, ya que me han plantado. Dos horas esperándoles para nada. Quizás, en plantarme residía su burla, pero es demasiado inocente para su habitual crueldad.
Durante toda mi vida sólo competían entre ellos para gastarme la broma más pesada.
De repente, todo se transforma y como si hubiera traspasado una puerta del tiempo me encuentro cantando...
¡LARALA LARALÁ! Llevo mi bata a rayas verticales, azules y blancas. Aquella bata de mis años de colegial, sólo me falta la cartera. Pero ¿qué hago yo aquí? No se ve a nadie por las calles.
¡LARALA LARALÁ! Y no puedo dejar de cantar una melodía infantil de antiguos juegos de niñez. Paseo por una vieja calle, de empedrado irregular, gris, húmeda y a un lado encuentro el bar de mis juergas de juventud: KOPAS.
Estoy saltando y todos los deseos, mis recuerdos, vuelven a aflorar a mí, como si el tiempo no hubiera pasado. Y se arremolinan en mi cerebro como si deseara que se cumplieran todos a la vez; uno tras otro.
El empedrado cada vez está más sucio, hay cada vez más humedad y las farolas sólo alumbran mi camino... ese camino en donde vuelven a emerger los deseos y recuerdos de nuevo.
¡Vamos a jugar! Oigo las voces de mis compañeros de juegos que resuenan continuamente en la calle.
Pero... ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué hago? Parece un sueño. Tomo un guijarro y lo tiro a un recuadro marcado con tiza en la acera.
Encojo una pierna y doy un salto a la pata coja por los diferentes recuadros marcados en las losetas; sólo que ahora son diferentes... dentro de cada recuadro hay un charco de sangre, de sangre que emite su vaho, un intenso vaho,... que como si fueran sombras van dibujando grotescas figuras sobre las paredes de los edificios.
Me equivoco como cuando era niño y me abuchean voces misteriosas que surgen de la nada y se repiten en forma de eco... ¡Cómo hace tanto tiempo! Me pellizco, y me vuelvo a pellizcar, pero no me despierto ¿Qué hago aquí? Tiene que ser un sueño... ¡Por Dios quiero despertar!
Recojo el guijarro, y lo vuelvo a arrojar a los números que aparecen en relieve como si estuvieran esculpidos en el mismo suelo, de donde emana la sangre continuamente.
Y vuelvo a brincar entre estos charcos de sangre. Floto con cada salto y en cada uno de ellos siento el vértigo. Lo siento. Siento como nace en el estómago y se entierra en mi cabeza para volver a comenzar. Y siento otra vez esos deseos de aquellos tiempos y olfateo viejos aromas de yerba pisada por mí ¡Qué extraño! ¡Quiero despertar! Es una terrible pesadilla.
Pero por una vez, si,... por una vez gano a este maldito juego que nunca gané. Me miro a los pies y tengo las zapatillas y mis calcetines blancos salpicados con diferentes tonalidades de manchas de sangre.
Las mismas voces me felicitan por la proeza ¡qué sarcasmo!
Me paro y sigo caminando hasta una esquina. Tras ella aparece una especie de guillotina con varias ruedas. Mi cabeza se aloja en el compartimento y cae la acerada hoja. No me pasa nada. Pero del brillo de sus dientes surgen odiosos reflejos que me ciegan recobrando unas imágenes que creí haber olvidado. Y surgen de la nada los rostros de aquellos compañeros de juegos que comienzan a carcajearse de mí.
Otra vez sigo caminando, salto y encojo las piernas en el aire saltando sobre un hígado crudo que aplasto salpicando todo el empedrado y mi bata, hasta ahora inmaculada. Tengo náuseas, pero sigo saltando, ahora sobre un corazón que aún late. Estoy en el aire y antes de que mis pies lo aplaste oigo el familiar sonido de diástole y sístole en mi cabeza. Me llevo las manos a mis oídos e intento taparlas en el mismo momento en que restriego el corazón violentamente por el suelo. Marcho sobre los restos del corazón con mis pies e izo mis brazos volviendo a tararear canciones infantiles hasta que deja de latir.
Cierro los ojos, y cuando los abro me encuentro en la puerta corrediza de salón del bar KOPAS, comienzo a crecer y vuelvo a tener mi edad. Voy a la barra dispuesto a saciar mi sed aunque aún sigo cantando el extraño estribillo.
De repente, en el botellero aparecen los rostros fantasmagóricos de mis compañeros de juegos. Todos me miran amenazadoramente y vuelvo a sentir miedo. Me pongo a temblar, temiendo el final de la terrible broma. Me abalanzo sobre una silla, mi cabeza se esconde a horcajadas entre mis brazos y pregunto a gritos:
¿Qué me pasa? ¿Qué hago aquí? Pero de mi boca no sale ningún sonido.

Los fantasmas de mis compañeros giran a mí alrededor, riéndose. Y todos a coro me cantan:
"Sabes, no hemos podido asistir a la cita porque estamos muertos".

Comienzo a sangrar por mi piel y las puertas del bar se abren de par en par... los fantasmas me empujan hacia fuera, hacia el principio de la calle y no puedo gritar ni volver atrás... y sigo oyendo las risas.
Mis compañeros comienzan a arrancarme las extremidades y las vísceras... En mi cabeza sólo se repite el texto de la cartulina: "Hoy vivirás, mañana morirás" y cuando ésta se vuelve a alojar otra vez en la guillotina, cuando la hoja cae escucho:
"Hemos muerto todos y el infierno es muy aburrido sin ti."

Eugenio Barragán, España © 1999

bcn@copc.es

Eugenio Barragán (Ciudad Real, España, 1965) es psicólogo especializado en etno-antropología dinámica. Es miembro fundador de la revista literaria Delito con difusión en España, Venezuela y Estados Unidos y coordinador de su versión electrónica. Es miembro del Consejo Editor de la revista web Literato. Entre sus méritos literarios, cabe destacar el primer premio en el Primer Certamen de poesía PoEtica.

Comentario del autor sobre el cuento:
El cuento nació como dedicatoria a una amiga (Garbiñe Arizamendi), admiradora de la obra de Stephen King y de la literatura llamada pulp, por ese orden.

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