Y más tarde, con el avance de la tecnología, también lo hacía desde su computadora para después imprimirlos y archivarlos.
Una mañana quiso hacer lo mismo. Se le antojaron unas frases. Intentó llevarlas al papel. Tomó una birome pero esta no le anduvo. Al probar con otra tampoco. Fue por una tercera y le pasó lo mismo. Le resultaba extraño que todas no le anduvieran al mismo tiempo. Porque que cada tanto una le dejara de andar era normal. Pero no todas a la vez.
A la noche, al volver intentó de nuevo pero tampoco tuvo suerte. Probó a hacerlo en el formato word de su computadora. No llegaba a escibir la primera letra y se borraba automáticamente. Después la máquina se quedaba colgada y no podía hacer más nada. La reiniciaba pero le pasaba siempre lo mismo. No encontraba explicación para ello. Porque todo lo demás funcionaba normalmente. De modo que la computadora no aparentaba tener ningun problema.
Al otro día Esteban fue a la librería a comprar dos biromes mas. La señora que lo atendió las probó en un papel y estas funcionaban normalmentre. Llegó a su casa. Se acordó que debia comprar algunas cosas que le faltaban en el super. Las anotó con una de estas lapiceras. Iría despues que terminara de escribir lo que no pudo en la jornada anterior. Sin embargo esta vez tampoco pudo. Las biromes dejaron de andar. Encendió la computadora y le volvia a ocurrir lo mismo de la noche pasada. Empezó a preocuparse. Le resultaban insólitos estos hechos. Que nada le funcionara a la vez...
Salió enojado al supermercado. Compró leche, gaseosa, pan, galletitas, fiambre, algo de frutas y verduras. Regresó a su casa. Acomodó los alimentos en los distintos sitios de la cocina.
Después otra vez a su pieza a continuar su lucha. Sacudió las biromes. Las probó y andaban normalmente, incluso las que tenía de antes. Pero otra vez, cuando quiso seguir con lo que quería anotar, ninguna le anduvo. Cargado de ira, Esteban empezó a apretar las biromes contra la hoja haciendo mamarrachos. Estas funcionaron normalmente. De nuevo prosiguió a continuar con lo que se había dispuesto, cosa que le resultó en vano. No sabía más qué hacer o pensar. Probó con la computadora y era exactamente lo mismo. Andaba internet, podía jugar, leer y comentar páginas, entrar en facebook, youtube, chatear, etc. Pero cuando quería escribir algo en word se colgaba y no podía usarlo.
Esteban camino al placard. Sacó del cajón la carpeta donde tenía todas sus cosas. No pudo creer lo que observó. Todas las hojas y papeles en blanco. Como si jamás fuesen escritos. Le vino un ataque de nervios. Todo lo archivado alli durante meses, años, incluso muchos pasaban la década. Se tiró vencido a la cama. Jamás tuvo o vio algo asi. Era insólito. No sabía a quien reclamar. Lo demás funcionaba a la perfección. Solo le ocurría cuando él queria escribir algo. O peor aún, lo almacenado de antes. Tantas palabras, poemas, cuentos... Todo quedó perdido. Si se acordaba de algunos debería volver a escribirlos de nuevo, aunque ahora le resultaba imposible, y otros quedaron perdidos para siempre.
Durmió durante varias horas. A la noche, para despejarse, comió algo y se quedó mirando television. Sin embargo por más que lo intentara jamás podía dejar de pensar en todo aquello.
A la mañana siguiente Esteban fue a tomar de nuevo el cuaderno. No se daba por vencido. Sin embargo lo esquivaba. Intentaba agarrarlo y este huía. Como si fuera un mosquito. Probó con la birome y le pasaba lo mismo. Con otra y también. Esto lo llenó aún más de sorpresa. Intentó varias veces hasta que estos utensillos le ganaron por cansancio.
Fue al baño y se mojó la cabeza. Después salió a dar una vuelta a una plaza que se hallaba a dos cuadras de donde vivía. Todo estaba en orden. Los niños jugando a la pelota, abuelos conversando en los bancos, señoras que paseaban a sus perros.
Regresó horas más tarde. Fue a su cuarto. Abrió de nuevo el cajón donde antes tenía su carpeta con todos sus escritos. De allí empezó a salir una caravana de letras, números y signos que se dirigían hasta la puerta para despúes perderse. Una vez que la procesión terminó, la carpeta salió volando. Tomó su cuaderno. En la primera hoja había un enorme cartel que decía “Estamos cansados de que nos utilicen para descargar sus sentimientos, penas, emociones, ideas, etc. Queremos ser libres. Firma: Las hojas y las letras”. Una vez que Esteban terminó de leer esto, el cuaderno tambien salió volando.
Fue a la computadora. Puso el word y apareció ese mismo cartel.
Gustavo Yandros, Argentina © 2016
yangus-00@hotmail.com
Ilustración de Manuel Giron, 2015 © ProLitteris
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