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Los mentirosos

TODO ESCRITOR que crea es un mentiroso; la literatura es mentira, pero de esa mentira sale una recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación.
Juan Rulfo
Estoy en mi casa haciendo garabatos con los números que manejo todos los días. Me tuve que traer trabajo porque la yegua de Alicia pidió dos días justo cuando hay que presentar el informe, las proyecciones de venta para el próximo año y todo el maldito balance, para que el banco le dé el préstamo a uno de los mayores clientes del estudio. Me tengo que clavar dos días con esta porquería de trabajo, justo que mañana es el cumpleaños de mamá. Veo cómo por el lateral del escritorio sube una hormiga cargando una miguita del merengue que se me cayó ayer. La miguita que carga es casi más grande que ella, pero como no debe de estar afiliada a ningún plenario, no creo que haya reivindicaciones sindicales para ella. “¿Que será, obrera, soldado, niñera?” No se que le voy a comprar a mamá si tengo que quedarme encerrada con este trabajo. Vuelvo cansada a la casita de mis viejos, cada cosa es un recuerdo que se agita en mi memoria. Antes nos juntábamos todos y le hacíamos un buen regalo, pero ahora con las luchas intestinas, nadie se encargó de nada, así que cada uno regalará de acuerdo a su bolsillo o a lo que quieran gastar, ya que hay varios devotos de la virgen del codo. Solo una madre nos perdona en esta vida, es la única verdad, es mentira lo demás.

Guillermo, mi media naranja mecánica, es el tercer año que da excusas, y supongo que este año hará lo mismo. La hormiga continúa su ascenso, y ahora se topa con otra que va en sentido contrario. Se reconocen, y cada cual sigue su propio camino. No he logrado avanzar nada con esta proyección y con el cuadro de amortizaciones, así que me voy al living a servirme algo que tomar. Mozo, sirva otra copa. Cuando estoy saliendo con el vaso con el líquido dorado, siento la llave en la cerradura, y entra Guillermo. Siempre tengo la secreta esperanza de que me salude, o que diga algo, cualquier cosa agradable. Si supieras que aún dentro de mi alma, conservo aquel cariño que tuve para ti, quien sabe si supieras... Mira solo al vaso y dice:
—Espero que sea el primero.
No lo miro ni le contesto, sólo le pregunto:
—¿Qué excusa le doy a mi madre mañana?
Él responde:
—La de todos los años, como siempre.

Vuelvo a mi escritorio, apoyo el vaso y busco a la hormiga. Allá va afanosa con su carga. ¿Donde estará su hormiguero? Ojalá se muriera mañana, pienso. Creo que ni me daría cuenta. Para mi es como un muerto que camina. Sus ojos se cerraron, y el mundo sigue andando. Tendría que comprarme algo negro para el velorio. Capaz que en Sara hay alguna liquidación. A veces desearía tener algo de ilusión, pero ya no es posible. Ni siquiera la venden en la feria. Creo que podría ir al shopping antes de ir a lo de mamá y comprarle alguna blusa vistosa, o una chalina. No le puedo comprar todos los años discos de tango para que siga viviendo en el pasado. Ya sé, no me digás, tenés razón, la vida es una herida absurda. Para esta pobre hormiga no sé si será una vida absurda o una vida aburrida. Creo que su organigrama es similar al de las abejas. Solo tiene sexo la reina. Así que esta pobre está predestinada a cargar migas de lo que sea de por vida, sin ninguna alegría extra. ¿Habrá hormigas como Guillermo? ¿Tendrán las hormigas zánganos, o solo serán las abejas? Creo que el cognac me empezó a hacer efecto. ¿Me estaré volviendo alcohólica? La curda que al final, termine la función bajándole el telón al corazón. Es difícil soportar esta vida sin alcohol, o sin amigos, o sin otra expectativa. Mario no es una expectativa, es solo una necesidad física, fuera de eso no existe. También podría comprarle un teléfono. No se por qué es tan fanática de los teléfonos, del tipo que sean. ¿Será por el tema de la incomunicación? Ahora suena el mío y al otro lado de la línea está Adriana, mi hermana menor.
—Hola, Nena, ¿cómo andás?, ¿a qué hora vas mañana a lo de mamá?
—No sé, ¿por qué? —le pregunto.
—No —dice—, lo que pasa es que voy a decir que voy contigo porque no quiero que Pablo me lleve.
—Bueno, decí que vas conmigo entonces, calculo que voy a ir sobre las ocho y media o nueve. ¿Ya compraste algo?
—No —me dice—, pero mañana le compro cualquier pavadita de camino.

Aquí está una de las devotas de la virgen. La hormiga se detiene como desorientada. Mira a derecha e izquierda y, como si reconociera nuevamente el camino, retoma la subida. Creo que este balance lo voy a tener que cerrar a dedo porque no me da nada con nada. No sé cuando, en qué maldito momento la relación con Guillermo se fue al carajo. Tal vez fue el síndrome del nido vacío. Pero creo que no. No tuvo que ver con eso. Fuimos separándonos cada día un poquito más, hasta que terminamos siendo dos personas solas y cínicas. Mentira, mentira, yo quise decirle, las horas que pasan ya no vuelven más. La hormiga se detiene otra vez. Capaz que no recuerda donde tiene que ir. Bueno, está como yo. Ya no recuerdo la época en que sentía. No sólo amor, sino amor, odio, rabia, alegría, cualquier sentimiento, bueno o malo. Cómo me gustaba reírme. Podía reírme por horas. También me encantaba mi trabajo, y era realmente buena en lo que hacía. Disfrutaba de que mis informes fueran tan buenos y solicitados. Eterna y vieja juventud que me ha dejado acobardado como pájaro sin luz.

Se me instaló el cinismo en la cara como máscara de carnaval y ya no sé como sacarlo. Vuelve a sonar el teléfono, y esta vez antes de atender, vuelvo a cargar mi vaso. Es mamá. Eran cinco hermanos, ella era una santa, eran cinco besos que cada mañana. —Nena, ¿cómo estás? ¿a qué hora vas a venir mañana?
—No sé mamá, ¿por qué?
—Bueno, yo pensaba si podrías traer una botella de whisky, porque como van a venir algunos hombres...
—Ok, mamá, te llevo una botella, pero conseguí hielo, porque no voy a salir como el año pasado a buscar hielo a las once de la noche.
—Bueno, no te preocupes, consigo hielo, decime, ¿Guillermo va a venir mañana?
—No, mamá —le digo—, Guillermo está en Buenos Aires, y vuelve el domingo.
—Ah, que lástima, el año pasado tampoco pudo venir, mandale saludos.
—Sí, mami.

Pobre mamá, piensa que el whisky es solo para hombres, capaz que le vuelvo a comprar un disco de tango para que siga viviendo en alguna época en que fue feliz. Si yo tuviera el corazón, el corazón que dí, si yo pudiera como ayer, amar sin presentir.
La hormiga está ahora en el tramo final. No veo ningún hormiguero, pero a algún lado va. Por el otro extremo veo venir otra, así que deben de estar cerca de su casa, no como yo que cada vez estoy más lejos. Voy a terminar este informe a como dé lugar y si alguien lo objeta que se remangue y lo haga. Llegó, ya la veo entrar en la esquina superior de la pared. Qué vida aburrida, dejará la miga y volverá a salir a buscar otra. Podría aliviarla de su vida miserable y aplastarla con el dedo, pero hoy me siento magnánima y le perdono la vida.
Miro el cognac, y le digo, no al cognac sino al retrato de nosotros dos que está sobre el escritorio, muy sonrientes en Paris, foto de una vida anterior, muy anterior, hoy vas a entrar en mi pasado, en el pasado de mi vida, tan grande ha sido nuestro amor y sin embargo hoy, mirá lo que quedó. Mañana será otro día, pienso, otro día de mierda y voy a servirme mi tercer copa.

Marión M. Pena, Uruguay © 2012

marionps@adinet.com.uy

Marión Pena es oriunda de Montevideo, Uruguay. Nacida en un hogar donde se leía mucho, desde muy joven se interesó por la literatura. Concurrió a varios talleres literarios, como el del Prof. Rodolfo Fattoruso, Carlos Gómez Guerrero, Helena Corbellini, Mercedes Rosende y Mario Delgado Aparain.
Ha obtenido la Primera mención de Honor por su cuento "Vida por Vida" y también la Primera mención especial por su cuento "Sumario de vida y muerte", ambas en el LV Concurso Literario Premio Carve 1976; y el 3er Premio en el XIII Concurso Literario Melvin Jones del Club de Leones Montevideo Buceo, por su cuento "Sábado de Gloria" en mayo 1997.

Lo que la autora nos dijo sobre el cuento:
Creo firmemente que muchas veces el humor, aunque sea negro, es el mejor camino para sobrevivir. Esta es una historia plana donde se mezclan varias historias paralelas, y el lugar común de todo el cuento son las pequeñas estrofas de letras de tango que hay insertadas en el relato. Si bien es una historia desolada, creo que el humor la redime. Es también un homenaje a mi madre, amante de ese género musical.

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