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El reloj

Tic... tac...tic...tac...inevitable, eterno...tic...tac...
El joven alzó los ojos enrojecidos... tic... y miró hacia delante... tac... sin mirar. Toda su atención estaba puesta en el reloj... tic...
Aquel reloj... tac... Ese, sobre el aparador, el único... tic... en la pequeña sala.
Tic-tac...
El joven giró lentamente la cabeza y fijó la vista... tic... entornando levemente los párpados... tac... sobre el pequeño aparato.
Era un reloj antiguo... tic... redondo y con adornos. De agujas trabajadas con detalles infinitos...tac... Los números góticos, inmensos para su tamaño... tic... resaltaban sobre el fondo blanco... tac.
Las vetas de cobre... tic... resplandecían con desgano con un brillo opaco... tac... a la luz gastada de una lámpara de bajo poder.
Tic-tac...
Toda la escena rezumaba decadencia... Tic... El joven, apoyado sobre la mesa, ojeroso, sucio, cansado...tac... las paredes despintadas, húmedas...tic... y la luz....la media luz....tac...como si proviniera del pasado del pasado...
Tic-tac...
El reloj no se detenía.
El joven volvió la vista sobre la... tic... hoja de papel... tac...apoyada delante suyo, y trató...tic...de concentrarse.
Comenzó a leer, lenta y metódicamente... tac... tratando de comprender, aunque sea... tic....las palabras...tac...una por una.
Tic-tac...
Al principio iba bien, pero luego... tic... y después... tac... y ya el hilo se perdía otra vez... tic... en el eterno e insoportable vaivén del reloj.
Tic-tac...
Cerró los ojos... tic... y los puños... tac... con fuerza y respiró hondo. Pensó en una isla... tic... redonda... tac... y rodeada de un mar azul... tic... con palmeras como agujas... tac... color cobre... tic... bajó un cielo blanco... blanco... tac... como el fondo del reloj.
Tic-tac...
El cuerpo se le distendió... tic... relajó los músculos... tac... y abrió los ojos: tenía la mirada vaga... tic... indescifrable... tac... derrotada... Las pupilas negras... tic... insondables... tac... estaban... tic... ligeramente dilatadas.
Tic... tac...
Se incorporó... tic... solemnemente y... tac... fue hacia el aparador. Todos... tic... sus movimientos... tac....eran tranquilos, como si...tic...ya hubiera tomado...tac...una decisión. Tic-tac...
Abrió un cajón... tic... y sacó un revólver... tac. Se dio... tic... media vuelta... tac... y miró al reloj...tic...una vez más...tac...con desesperada paciencia.
Tic-tac...
Entonces... tic... alzó el arma... tac...apuntó y... tic... sin dudarlo...tac...disparó. El reloj estalló en pedazos y el último “tic” interminable se perdió en la nada.
La habitación quedó en silencio, un silencio tenso, irreal. El joven se relajó y cerró los ojos, y entonces... tuc-tuc... tuc-tuc... tuc-tuc...
El joven abrió... tuc-tuc... los ojos y escuchó... tuc-tuc... atentamente. Su párpado tembló... tuc-tuc... un instante y otro capilar... tuc-tuc... estalló en su globo ocular.
Tuc-tuc...
Sonrió... tuc-tuc...con una sonrisa cínica, maldita....tuc-tuc...psicótica...
Lentamente... tuc-tuc...alzó el arma...tuc-tuc...y se la colocó a la altura del corazón...
Tuc...

Alejandro Pisera, Argentina © 2004

lasombragris@hotmail.com

Alejandro Pisera, argentino, nació en Buenos Aires el 8 de julio de 1985. Es estudiante y ha egresado recientemente del Colegio de Educación Media "Gabriela Mistral", donde participó en la elaboración de actos escolares leyendo obras de su autoría.
Escritor autodidacta, ha leído en el Centro Cultural San Martín como parte de la iniciativa "Buenos Aires Fantástico". Participó, además, en concursos de talleres literarios y del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Actualmente cursa el ingreso a la Carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

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