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Un misterio para todos

Cobrando conciencia de cada coyuntura y de cada hueso del doloroso cuerpo, volví a cerrar los ojos. Me iba costando un tantito más cada mañana coger ánimos y sabía que eso era un patrón jodido que iba para peor. Oí empezar de nuevo el berrinche del despertador. Me senté a la orilla de la cama colocando mi pesadez sobre unas caderas frágiles y una nuca rígida. Desperté de nuevo en el baño, quitándome la pijama, odiándome la panza y los tuches. Ni modo. Tuve que acortar el tiempo que cualquier otro día pasaría despreciándome. Hoy de verás si llegaba tarde me llevaría el diablo. Saqué el chucho para que no me meara todo el apartamento. Le había puesto Moco, un nombre que me pareció adecuado dado que me lo hallé de cachorro en el pasillo tirado y seco. A lo más antojarle a Moco mear, salí rumbo al salón.

Llegué boqueando, y aún así, tarde. Un grupito de viejas cloqueaban entre sí; esperaba cada una su turno en las sillas donde la Titi y yo creábamos obras maestras, bueno, hasta cierto punto. De vez en cuando había alguna de ellas que se me presentaba con una foto de Angelina Jolie o de Kate del Castillo cortadita de Vanidades; yo tomaba en serio mi responsabilidad de recordarles que sí, hacíamos maravillas, pero si lo que querían era milagros, se habían equivocado de lugar.

Mi primera clienta ese día era la Doña Leonor, que venía con los últimos logros de sus “nietecitos chulos”, que éste estaba volviendo locos a los papás con la sirena de la andadera y que la niña de dos años ya se sabía el abecedario. Me puse una sonrisa de cemento. Le hice el par de preguntas obligatorias. La aguanté. Al final, me aparté para ver lo que había logrado con una mano de cartas muy limitada.
-Siempre me lo dejas tan bien, Alexa. Gracias.

Me devuelve el espejo de mano.

Otra. Otra viene a sentarse. La veo. Mueven los labios. Hay sonido. Peino. Veo mi mano manejar tijeras. Corto flequillo. La oigo. Lisabet se queja de su último viaje a El Salvador, de sus fincas de café y ahora de lo poco que están dando por quintal, de la gente haragana que prefiere irse pa’ fuera a trabajar. Aunque me considero parte del "plebeyo" que critica en su largo discurso, no soy una mártir. Con la idea de no arriesgar la propina, concurro:
-Lo que pasa, Doña Betti, es que se creen la mamá de Tarzán y no alcanzan a ser ni la tía de Chita. No quieren esforzarse por nada y esperan que todo se les de regalado, envuelto y con lacito.

La tercera. La cuarta. Ya ha llegado la hora. En ese momento empujo la silla con la pierna izquierda volteando a la mujer para no tener que verle los ojos, me concentro en el arma que tengo en la mano, en apuntar el Remington resplandeciente y negro. Cierro un ojo y con el cabello brillante y admitidamente bello de Paola Izaguirre en la mira, aprieto el gatillo, resoluta. Esta babosa ni sabía lo que le tocaba conmigo. No esperaba el impacto de esa máquina con su sistema emisor de iones de carga negativa. Paulatinamente el Remington libera el cabello de Paola de la amenaza de electricidad estática y lo seca sin deshidratarlo a una temperatura controlada y constante. El cabello café claro se rinde como se rinden todititos al modelo D-3310 Tourmaline Ionic Ceramic que nunca me falla con sus 3 velocidades y golpe de aire frío, su filtro de aire movible, y su gran potencia que permite un mayor flujo de aire. Concluye el encuentro con un suspiro del Remington que acaricio disimuladamente antes de acostar en el gabinete.

Ya. Salimos juntas yo y la Titi. Cierra el portón y echa llave. Caminamos juntas porque su parada de bus queda a camino. Nos despedimos. Le tengo cariño. Después de trabajar juntas por siete años, no hay remedio.

Cuando llego al apartamento el chucho me espera en la puerta. Lo saco. Veo a la vecina gringa de al lado y me hago la loca frente a sus saludos. Es una de las pocas norteamericanas que se atreve a vivir sola en “that part of the city” como le dicen a este barrio. Por aquí la aceptamos como nuestra rubia colocha proverbial que lleva uniforme de huipil, falda larga de blue-jean y Birkenstocks. Trabajosamente instituye una etnicidad hispana; en su imaginación el hecho de vivir en el barrio la habilita para ejercer esa identidad, no importa que el barrio sea el de la calle Mitchell en Milwaukee ni que sus tatarabuelos alemanes se instalaran en Wisconsin poco después de hacer el viaje transatlántico. Nada de eso le importa. Se empeña en saludarme. Viene. La tengo enfrente.
-¿Co-moh eh-stahs? Coco is getting so big!
-Yes, he is! How are you?

Me vale verga. Cuando por fin Moco termina con sus necedades, me despido y lo sigo al apartamento. Está sonando el teléfono.
-¿Bueno?
-Alexa, habla Titi. Ay, por Dios. Me acaba de hablar Paola, Paola Izaguirre, la clienta del salón… aquí a la casa. No te me vayas a afligir, pero me dijo que le quemaste el pelo. Creo que el copete, no sé.
-No, no. ¿Cómo? Ella salió y todo estaba bien. Hasta le gustó el peinado. Yo no le hice nada a su pelo.
-No, pero de verás Alexa, está caliente y dice que si no arreglamos esto con ella que llama mañana mismo a la policía.
-¡A chis! ¡Que llame! ¡No le hice nada y está como si le hubiera pegado un tiro! No voy a dejar que nadie me calumnie, acusándome de cosas que ni he tenido la gracia de hacer. Créeme, Titi. Tú bien sabes que no soy descuidada con las clientas.
-Bueno Chula, viene mañana al salón antes de que abramos para discutirlo con nosotras dos. Llega temprano para hablar nosotras antes de que llegue.
-Como no, llego a las siete, pero yo no le hice nada y tú tienes que saber eso, Titi.
-Está bien. Mira, Topher me espera. Ahorita íbamos saliendo cuando llamó Paola. Todo esto se arregla mañana.
-Ay, como siento meterte en esto, Titi.
-Ya, ya, no te preocupes. Mañana se arregla todo.
-Bueno. Hasta mañana, Titi. Adiós.

Esa noche me distraje mirando el canal 47 que daba la película Christine, una película viejona de Stephen King que había visto de cipota. Trataba de un adolescente, Arnie, y su endiablado Plymouth Fury 1958. Como ya la había visto antes, me sorprendió alterarme tanto que Arnie se matara por la culpa de Christine. ¿Cuándo perdería mi afán por Stephen King? Total que no dormí bien. Quizás presentía que el día siguiente estaría sentada en el sofá con Moco a un lado, abriendo el Gazette para leer los detalles del incendio en la primera plana:

Incendio en el Salón Belleza Quest deja a una en cuidados intensivos
Patty González reportera Milwaukee Gazette
Milwaukee, WI

Una mujer, de nombre Paola Moreno Izaguirre, se encuentra en estado crítico en el hospital Mercy. Un incendio en el Salón Belleza Quest que empezó alrededor de las 7:30 de la mañana contribuyó a su estado actual. Hasta estas horas el estado de Izaguirre es reservado.

Las dos propietarias del salón estaban en una oficina interior consultando con la clienta cuando notaron el olor de humo y evacuaron de inmediato el salón, ubicado en las avenidas Atwood y Lincoln media cuadra al oeste de Dunkin’ Donuts. Las propietarias lograron salir del salón sin daño, pero se separaron de la clienta afectada.

El incendio se está investigando por si una secadora de pelo eléctrica defectuosa causó el incendio.

Según una de las propietarias:
-La secadora no se había utilizado desde la noche anterior.

Estaba apagada, pero conectada. Afortunadamente estábamos en el salón más temprano de lo usual.

Ella y la otra propietaria, Alexa Gallardo, llamaron a los bomberos desde Dunkin’ Donuts donde habían ido para pedir auxilio.

La Asociación Nacional de Protección Contra Incendios dice que el año pasado los incendios de equipos eléctricos, como secadoras de pelo, fue la tercera causa principal de incendios.

Armando O’connor, inspector de prevención de incendio de los bomberos de Milwaukee afirmó:
-Si no fuera por eso, no tendríamos trabajo. De hecho, la gallina de oro del bombero es el aparato eléctrico.

O’connor añadió que es difícil decir si el salón tenía una secadora de pelo defectuosa sin verla:
-A saber, como no hemos podido recobrar la secadora para examinarla, no se puede concluir mayor cosa de manera que lo que pasó aquí hoy es un misterio para todos.

Evelyn Galindo-Doucette, Estados Unidos, El Salvador © 2010

cdoucette@tds.net

Nativa de San Salvador, El Salvador, Evelyn Galindo-Doucette se mudó a Wisconsin durante la Guerra Civil de ese país en 1980. Actualmente es la secretaría de redacción de “Aula Lírica,” una revista de poesía virtual con base en la universidad de Northern Illinois y se graduará del programa de Maestría en español en el otoño de este año.  Tiene planes de solicitar entrada a un programa de doctorado para estudiar la literatura hispanoamericana.  Sus intereses de investigación incluyen la escritura de mujeres latinoamericanas, la crítica literaria feminista y la política de la identidad con un enfoque particular el las autoras contemporáneas centroamericanas. Es sobrina del poeta, novelista y cuentista salvadoreño, David Escobar Galindo.

Lo que la autora nos dijo sobre el cuento:
El cuento "Un misterio para todos" es mi intento de escribir dentro de la tradición literaria de misterio desde la perspectiva femenina. La inspiración del cuento vino de una clase de literatura detectivesca en Northern Illinois University. Igual que yo, la protagonista es una salvadoreña que vive en Wisconsin y he intentado que ésto se refleje en el lenguaje del cuento. También he tratado de representar la experiencia de vivir entre dos culturas con las referencias populares, pero también en los nombres de los lugares y de los personajes del cuento.

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