Entrevista con la autora de Los derviches locos, Luisa Elena Flores

Luisa Elena Flores nació en Panamá, República de Panamá. Siempre admiró las artes gráficas y la literatura. Empezó estudios de periodismo en la Universidad de Panamá, buscando una guía académica a su interés en comunicarse por medio de la palabra escrita. Recibió una beca Fulbright-Campus y se graduó de periodista de la Universidad de Kansas. Se mudó a El Salvador y viajó por Centroamérica. Las vivencias de estos viajes influyen e influirán en sus escritos. Para ella no hay nada como la riquezas conflictivas del Boom y el Post-Boom Latinoamericano. En el año 2001 se graduó con una maestría en Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Louisville, Kentucky.

Entrevistador-¿Por qué eligió la palabra derviche para el título?
Luisa Elena- La palabra derviches es el nombre de una agrupación religiosa musulmana que entra en comunicación íntima con Dios dando vueltas sin parar mientras rezan. Los niños del cuento juegan el juego de girar rápidamente en un columpio que yo misma jugaba cuando niña. Esa memoria me inspiró para elegir el término derviche. Ahora bien, los dervichitos del cuento no entran en comunicación íntima con ningún dios, sino con la idea misma de que la existencia en una miseria tan extrema no tiene salida. Ellos no tienen dirección, ni futuro. Si logran sobrevivir la alta mortalidad infantil de su estrato social, lo más probable es que crezcan para ser adultos sin educación ni futuro. Seguirán girando en el mismo sitio hasta que mueran.

Entrevistador-¿Entonces, no hay solución al futuro desesperado de estos niños pobres?
Luisa Elena- No. No creo. Si los gobiernos que tenemos en algunos países de Latinoamérica siguen con sus prácticas obsoletas, visiones a corto plazo y corrupción, entonces no hay solución.

Entrevistador-¿Por qué eligió escribir el cuento desde el punto de vista de los pobres, y no de los ricos?
Luisa Elena- Creo que no quería que el lector viera el mundo de los derviches solamente con los ojos de un rico, con asco, con indiferencia, con estudiada capacidad para ignorar. Eso podría haber hecho la historia más escandalosa quizás. Si miramos un poco con los ojos del derviche, veremos que hay ternura, como las relaciones madre-hijo. Veremos que hay inteligencia, como la capacidad para resolver el problema de cómo vengarse. Veremos, en fin, que hay determinación, cooperación, e incluso algo de juego. Ellos son niños normales, a pesar de las circunstancias de pobreza extrema. Por eso tenemos que mirar por sus ojos, para que el lector no crea que los derviches son fenómenos raquíticos y mugrientos.

Entrevistador-¿Es tan grande la diferencia entre pobres y ricos en Latinoamérica como se presenta en el cuento?
Luisa Elena- En algunos países la diferencia entre el rico y el pobre se me hace peligrosamente intolerable. ¿Cómo puede existir un niño sin educación, sin atención médica, sin esparcimientos decentes, incluso muriéndose de hambre, mientras que otra persona viaja desde Centroamérica al Derby de Kentucky sólo por el placer de apostar miles de dólares? Y ¿cómo pueden ser los dos ciudadanos de la misma república democrática? La democracia todavía no madura en estos países. Estos son hechos verídicos y cotidianos. Sí, en algunos países la diferencia económica entre los estratos sociales es, desafortunadamente, muy ancha. En San Salvador es inimaginable, casi inexpresable. Por ejemplo, en la escuela pública es común que los niños acudan en la tarde porque tienen que trabajar (¡niños de sólo 7 años trabajando!). Se presentan sin comida y piden limosna a sus maestros para comer cualquier cosa. En la escuela no hay materiales, a veces ni tiza ni papel, y mucho menos un microscopio o una computadora. Recuerden que ser pobre no sólo significa no tener que comer, sino que la palabra pobre incluye el carecer de educación y salud adecuadas. En cambio, en la mejor escuela de San Salvador los niños tienen toda la tecnología y vacaciones colectivas en Europa incluyendo a sus nanas.

Entrevistador-¿Qué significa la travesura de soltar las cucarachas el Domingo de Ramos?
Luisa Elena- Creo que la repulsión y el asco que provoca este animal puede ser tomado como una manifestación opuesta al empleo de las palmas en un Domingo de Ramos. Los líderes de un pueblo deben guiar a los ciudadanos a lograr la felicidad y el desarrollo. En este caso, los niños de la clase dominante no pueden ser saludados con el respeto de las palmas. Son saludados con cucarachas como una expresión de rechazo a una oligarquía que no está funcionando en su papel de líderes. Ellos son todo lo contrario de un mesías.

Entrevistador-¿Por qué decide utilizar una escuela religiosa en su cuento?
Luisa Elena- La vida en América Latina se enmarca en un oxímoron cultural sorprendente. Por ejemplo, la magia negra y la religión católica se complementan. Esa es mi mejor herencia. La coexistencia de lo imposible. Nuestra cultura incluye el machismo, la magia, la religión y otras cosas menos beneficiosas, pero es esta cultura la que alimenta mis escritos. No se puede dejar por fuera la religión, que es el pan de cada día en Latinoamérica. Y si se quiere escribir sobre Latinoamérica, entonces ¿cómo ignorarla?

Entrevistador-¿Escribe sus cuentos para entretener o para educar?
Luisa Elena- Los escribo como información y como advertencia. Mis cuentos dicen al oído: "¿te has dado cuenta de esta realidad que esta delante de tus propios ojos?" Y luego gritan: "¡Definitivamente, hay algo mal con esta situación!"

Entrevista realizada en 1999 por Beth Kennedy y Sara Todd, alumnos de español en Ohio State University, USA. Regresar al cuento