En su cumpleaños 50 el rey Zaí decidió pasar un día a solas en el castillo. Así que dispuso el día libre para caballeros, magos, cortesanos y servidumbre; pagó un viaje a Creta para sus tres hijos e hizo que su mujer visitara a su madre.
Aquel día el rey se despertó muy temprano, de buen humor, presto a disfrutar su libertad. Como no encontró nada interesante dentro del castillo, decidió contemplar su reino desde el muro más alto. A lo lejos escuchó un bullicio tremendo y, por lo que pudo ver, los habitantes de la aldea habían organizado una romería en honor del santo patrón. Pronto y decidido, el rey cambió de ropa y se encauzó a la fiesta. Allí pudo descubrir cómo se divertía la gente, probó el vino que departían y hasta cargó al pequeño de una joven pareja mientras bailaba con fruición. Tanta confianza y armonía despertó en el rey un pensamiento inesperado. Pegó un brinco al pesebre, donde se hallaba el santo patrono, y de un grito llamó la atención de la concurrencia.
–¡Señores! –dijo con determinación– yo soy Zaí, su rey. Antes que nada quiero decirles...
Pero no pudo terminar la frase cuando una masa humana se abalanzó sobre él y el santo patrono cayó de cabeza en el extremo del pesebre. Tomaron al rey, quien en vano trató de explicarse, lo arrastraron y golpearon hasta el cansancio. En un santiamén ya se encontraba amordazado y atado a una picota, alrededor de la cual acomodaron unos troncos secos, le prendieron fuego y entre vítores dieron gracias al santo por cumplir su petición, pues cansados de tantos impuestos le habían pedido sólo una cosa: la oportunidad de matar a su rey.
Juan Carlos Talavera, México, D.F. © 2005
carlostalavera077@yahoo.com
Juan Carlos Talavera, de origen mexicano, estudió Comunicación y Periodismo en la UNAM. Ha sido colaborador en diversas revistas culturales y más recientemente incursiona en la crónica periodística. Su (de)formación literaria es autodidacta y aunque reconoce la influencia de escritores como Arreola, Borges, Bernhard, Beckett, Marías y Reverte, prefiere forjar su propio estilo. Le interesa la minificción y el cuento como una forma de expresión directa, que se precia de ser íntima y explosiva con el objeto de establecer un contacto con el lector.
Lo que el autor nos dijo sobre el texto:
Zaí nace para exponer cosas que invaden nuestra contemporaneidad.
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