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La boca torcida

Desde que tengo uso de razón, la gente se ha pasado el día mirándome la boca. Como puedes ver, no es que mis labios sean especialmente carnosos, ni que mi boca sea muy grande ni muy pequeña. Es sólo que mi mandíbula se escora un poco hacia la izquierda cuando hablo. Bueno, de joven se me notaba más que ahora. Porque ya no se nota mucho, ¿no? Este pequeño capricho de la naturaleza ha sido un entretenimiento interminable para los demás individuos de la especie. Hasta ese nivel llegan y no pasan de ahí... Está claro, ellos se lo pierden. Pero aunque yo piense eso, una cosa es pensar y otra sentir. Por eso lloro un poco, pero en seguida se me pasará. Es que... hay días que preferiría tener el cerebro del tamaño de una nuez, como ellos, en vez de la boca torcida. Sería un descanso. Al menos un día al año...

¿Ves? Ya sonrío un poco. No te asustes. Si en el fondo soy una persona muy fuerte. Tengo una mente muy fuerte. No todo el mundo puede aguantar lo que yo he aguantado... Cuando tus cinco maestros de primaria se pasan veinte minutos al día mirándote la boca, acaba por no importarte nada. Lo único que lamento es pertenecer a esta especie, esta especie tan tonta, tan incapaz, tan animal. Saber que nunca llegarán a nada, que no podrán superar sus neurosis. Nunca podrán... Ningún humano. ¡Qué triste!

Porque una tiene sus estudios, y sabe lo que es la neurosis. Y la cirrosis. Porque no vayas a pensar que yo bebo todos los días del año. Cuando salgo sí que bebo un poco, pero sólo un vino, como hoy. Bueno, quien dice un vino dice dos, claro está. Pero de ahí no paso. Alberto te lo podrá decir. Alberto es el camarero. Aquel bonachón del fondo. Creo que está aquí desde siempre, desde los tiempos de Kubala. Yo aquí nunca he dado un espectáculo. Vamos, ni aquí ni en parte alguna, que te lo diga él. Yo soy una señora de la cabeza a los pies. Que una, a su edad, pues ya tiene todos los muebles comprados. Los muebles de la cabeza, quiero decir. Ya sabes lo que dicen a propósito de eso. De los muebles para la casa no me importaría poder comprarme dos o tres nuevos... porque no te creas, que lo de la boca torcida te hace la puñeta hasta para encontrar trabajos. Y luego no gana lo mismo una mujer con una boca como con otra, como no gana lo mismo una gorda que una flaca. Que flaca ya puedes ver que lo estoy, eso sí, y es que esa era la constitución de mi padre, que eso no es mérito mío, porque como de todo hasta hartarme y no me engorda. Por cierto, qué raro poner las palabras "constitución" y "padre" en la misma frase, porque mi padre no era muy constitucionalista, que digamos... Pero supongo que en España eso es lo común. Aquí no hay mucho De Gaulle, ni mucho F.D.R. Aunque luego, al final, en todas partes cuecen habas y el más tonto hace relojes de madera, que allí ya sabes las que están liando últimamente. Que una está informada y no comulga con ruedas de molino. Vamos, comulgar yo, pues ni con la auténtica Hostia certificada. Te lo digo así porque con esa carita de inteligente que tienes estoy segura de que tú de ir a misa no eres tampoco, que no es que a una le guste ofender a nadie, pero es que yo de curas y de sus historias hace décadas que no quiero saber. Por eso no te preocupes: soy mujer de mundo.

Pero a lo que iba, que al final, igual en España como fuera de España, el ser humano es un animal especialmente ceporro, como hubiera dicho La Fontaine. Un ce-po-rro: una mezcla entre el cerdo y el zorro. Por eso no ha tenido servidora la vida tan feliz que hubiera podido tener. Y no costaría tanto, digo yo, ponerse en el lugar de los demás. Todos podríamos ser más felices. Bueno, todos podríamos ser felices, punto, porque sólo lo somos cuando nos lo preguntan para las encuestas.

Hay días que una piensa y piensa y piensa y no acaba... Por eso, cuando me has parado así, sin más, en medio de la calle, con tu carpeta de estudios y tu sonrisa, así, tan... joven. ¡Uf! Me ha dado un vuelco el corazón. Por eso he tenido que pedirte que entremos un momento a este bar y nos sentemos aquí tranquilos. Porque el amor no llama a mi puerta a menudo, qué va. Hubo un tiempo, que por cierto fue también un tiempo duro, ¿eh?, en que tener un hombre en mi cama no era tan difícil como ahora. Una se ha cotizado. Pero una cosa es eso y otra el amor, que para eso le piden a una hasta la póliza redonda.

Cuando trabajaba en la cafetería, esa que aún existe en el centro, La Ideal, el cocinero quería que yo pensara que teníamos un futuro juntos, pero ese era un futuro hasta el amanecer, no más allá. Al final se casó con la hija del jefe. Y no por el dinero, porque yo creo que a él el dinero no le importaba tanto. Sé que fue por la boca, la boquita de piñón que siempre llevaba ella bien repintada, la Claudia... con su boquita pequeña de ciruela que... Pero no quiero que pienses que soy una vieja amargada, ni que me llevan los celos por mal camino. No. Yo soy una mujer muy centrada. Tengo la cabeza en su sitio. De eso puedes estar bien seguro. Es que me acuerdo de lo facha qué era la Claudia, con su bolsito marrón a un lado, su forma de marcar los pasos a lo Greta Garbo, su manía de pasarse el día en misa. ¿Cómo puede una mujer pasarse el día en misa?

Lo que ha visto una... Si tú supieras lo que ha visto una... Que el Cubelles una vez, porque le eché en cara que no nos diera a tiempo la extra de navidad, me dijo que siempre estaba diciendo cosas atravesadas y me llamó “Mari Trini”(1)... y yo me llamo Fe, aunque no tengo fe en nada. “María de la Trinidad” no se ha conocido ninguna con mi apellido. Cuando te digo que esta especie no tiene remedio...

Joaquín se llamaba, el cocinero digo, el de La Ideal. Qué manos más largas tenía. No quiero decir físicamente. Yo nunca me fijaría en eso. Quiero decir que le gustaba tocar. Y tocar. Y tocar. Y una no es tonta. A mí el sexo me parece algo totalmente natural, pero si a una mujer se la toca y se la toca y se la toca... pues una como que intuye algo. Y muy cierta fue mi intuición. Que ya estando prometido a la Claudia, un día me quiso tocar otra vez por detrás, como solía hacer antes, que no le importaba si le veía el pinche o el camarero, y eso que en aquellos tiempos esas cosas se miraban, ¿eh? Que eso se miraba... Y además que la Claudia era la hija de Cubelles, ¡caramba! Pues vino el Joaquín otra vez por detrás a agarrarme la croqueta. Que yo soy muy leída y muy escribida, y digo “croqueta”. Que creo que soy la única en España que no dice “cocreta”. Que yo me largo dos novelas de Faulkner a la semana, así como quien no mata moscas. Pero como digo, cuando el tío se me venía por detrás a cogerme toda la croqueta con su manaza, que estaba yo lavando los cacharrillos de la cafetería y no había ni agua caliente allí, mal rayo parta a don Nicolás de Cubelles, el facha de él, que ni calentador tenía... pero me distraigo otra vez... que venía el Joaquín a cogerme la croqueta y yo le di en toda la mano bien de lleno. Pero no, no como quien avienta a los niños que quieren comer antes de su hora. No, no, así de flojo no. Yo le pinché con el tenedor grande que tenía en mi mano, que casi le sale sangre, jajaja. Del aullido que pegó salió corriendo, y hasta el Cubelles vino a preguntar. Aunque, incluso después de eso, dejó que la mamarracha de su hija se casara con el manos largas. Ya ves las cosas que pasan en la vida.

Y aquí estoy yo, solterita y coleando, y allí estará la Claudia en su chalet con su cocinero. Hasta en eso tuvo suerte ella: ahora él le hará la compra y le preparará un bistec, y ella podrá ver la tele todo el día, sin moverse del sofá, que ella es muy de hacer todo el día lo mismo, como casi todo el mundo, porque no tienen imaginación.

Pero mira, gracias a eso yo aún estoy disponible y puedo dedicarte los cinco minutos que me has pedido.

___________________
(1) Mari Trini fue una popular cantante española (1947-2009), conocida tanto por su boca torcida como por sus ideas feministas.

Alejo López Bastida, España © 2014

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