Estaba una vez más ahí, en el mismo lugar de siempre, su sillón, ese sillón del cual bien podría decirse que era su fiel amante, por la enfermiza necesidad de estar siempre sobre él, su respiración era lenta y sus ojos siempre semicerrados por la hinchazón del rostro de tanto dormir.
Una música suave y lejana lo arrullaba en los momentos de mayor desgano, era la televisión que se encontraba frente a él, después de algún tiempo había perdido la noción del mismo, ya no sabía en que día vivía, mucho menos la hora o los acontecimientos del exterior, era un despreocupado estado de letargo que había comenzado como muchos otros pero al parecer este había sido el definitivo, desde hacía 3 años gustaba mucho de las tardes que se pasaban sin notarlo sobre su sillón, cuando en las madrugadas terminaba por quedarse dormido en él por la flojera de levantarse y guiarse hacia su cuarto, o cuando despertaba de un largo sueño y con pereza infrahumana se levantaba obligado por la pura necesidad de cagar.
Nunca había tenido que preocuparse, después de todo tenía a sus amorosos padres que le procuraban todo cuanto necesitaba para que él no tuviera que despegarse ni de su televisión, ni de su sillón, a veces su madre le decía que se levantara e hiciera algo de provecho, pero ambos sabían que esas palabras eran parte de un ritual que se repetía toda vez que algún extraño llegaba a la casa y asombrado lo veía desperdiciar incontables horas sobre su sillón: él respondía sus líneas arguyendo que en breve comenzaría a trabajar y a ganar cantidades exorbitantes de dinero, así cuando las indeseables visitas se marchaban su madre le ofrecía algo de cenar, cena que le llevaba hasta una mesita justo frente a él, para evitarle la desagradable molestia de tener que levantarse en vano, pero qué otra cosa más podría hacer aquella abnegada mujer, después de todo él era su hijo y debía amarlo a pesar de todo, si ni su marido se atrevía a cuestionar todo aquel modo de vida menos vendría a hacerlo algún extraño.
Ahora esos recuerdos se mostraban distantes en medio de las alucinaciones febriles, sudaba y sufría de fiebres que lo desconectaban aún más de la realidad; recordó cuando tuvo una novia, cuando tuvo planes de casarse y se vio obligado realizar el mayor de los castigos impuestos por la vida, "trabajar"; cuando su novia lo dejó al darse cuenta de que era un zángano, el trabajo se hizo esporádico y se remitió a ser una obligación indeseable que sólo llevaba a cabo cuando la necesidad de dinero era mucha y sus padres no tenían para ofrecerle, aunque en la gran mayoría de las veces su madre siempre encontraba la manera de suministrárselo.
En años pasados el estar demasiado tiempo sobre su sillón no era del todo agradable, a veces resultaba aburrido por la pésima programación que había en la televisión, otras tantas se cansaba de estar sentado y tampoco le agradaba la idea de acostarse sobre él, puesto que hacía años que tenía la poco recomendable costumbre de quitarse los zapatos y rascarse los pies sobre el sillón, a veces con las uñas, otras tantas frotándolos sobre su superficie, y por la falta de higiene estos despedían un tufo insoportable que en segundos inundaba la sala entera, pestilencia que con el paso del tiempo se le había impregnado hasta los resortes al sillón.
Ahora era distinto, la flojera siempre en aumento hizo que le empezaran a gustar todos los programas sin importar de qué se trataran, también había empezado a amar sus propias pestes, ahora ya no le importaba quedarse dormido sobre aquella superficie suave, hedionda y cultivadora de infinidad de gérmenes, ahora había llegado el punto en el que ya no la sentía de tanto convivir con ella, de repente un olor a cagada tibia le subió por las narices, ya no sabía cuanto tiempo llevaba en aquel estado, era la cuarta vez que defecaba sobre su sillón y para ese momento ya se encontraba chapaleando en sus miserias acumuladas de 3 días, un mosquerío zumbaba en sus oídos pero también a eso había terminado por acostumbrarse.
Sus nalgas y la zona bajo sus piernas estaban siendo colonizadas por centenas de larvas que se nutrían en el caldo nutritivo que se había formado por las cagadas, las cucarachas habían poblado el interior del sillón 1 día antes y a estas alturas vagaban por sobre su cuerpo, que se mostraba dormido e inmóvil.
Seguía preguntándose por qué sus padres tardaban tanto, los había visto salir 4 días antes; "volvemos pronto" le dijeron cuando salieron, pero desde aquel día no los había vuelto a ver, ahora quién le daría de comer, quién atendería sus carestías, quién lo obligaría a levantarse de vez en cuando aunque sólo fuera para hacer sus necesidades; el teléfono había sonado infinidad de veces, pero disfrutaba tanto del aturdimiento que había preferido no oírlo; ese aturdimiento en el que había vivido inmerso tantos años, ese que lo había llevado de la mano a conocer nuevos limites a su persona, se quedó dormido y disfrutó una vez más de la modorra que lo hipnotizaba; en sus sueños se veía a si mismo durmiendo, como si estuviera fuera de su cuerpo, observándose de frente y regocijándose al verse dormido; él creía que la muerte era un sueño eterno y nada más, la idea lo hacía desearla más que ninguna otra cosa en este mundo, qué mayor placer que morir durmiendo mientras se sueña que se duerme; pero aún no era su momento.
El hambre y la sed de 5 días lo despertaron, por un momento tuvo ganas de levantarse para beber y comer algo antes de volver a sumirse en su sillón en medio de su podredumbre, donde seguramente dormiría hasta morir; oyó un automóvil que se estacionó frente a su casa, alguien llamó a la puerta por un rato pero en medio de su sopor no quiso saber nada de nadie, la persona se fue y un instante después se espantó al pensar que tal vez eran sus padres que por fin volvían y que quizás habían perdido sus llaves; de cualquier manera ya era tarde.
Un ardor lo recorrió, empezando en la parte trasera de sus piernas y terminando justo un palmo encima del ano, sintió extraños movimientos bajo su cuerpo que olía a podrido desde el día anterior, el dolor se tornaba insoportable pero dadas las circunstancias ya era incapaz de levantarse y hacer algo por sí mismo, eran los gusanos que se alimentaban de él, el ambiente se había enrarecido por los vapores de la pestilencia y la nube de insectos que ahora habitaban la sala, esos animales que siempre le parecieron los más asquerosos que existían sobre la faz de la tierra ahora compartían su sillón y se criaban en su cuerpo, podía sentirlos caminando sobre su piel, centenas de patitas peliagudas embarradas de su propia mierda que lo recorrían buscando orificios cálidos donde meterse; volvió a dormir sólo para despertar abruptamente unos instantes después; había abierto la boca y una nube de insectos que hizo caso omiso a sus ronquidos aprovechó para meterse, tosió con desesperación de muerte hasta que su garganta se desgarró, algunos insectos salieron volando por los aires envueltos en sangre, mientras que algunos otros fueron tragados en medio de la letal desesperación; la televisión seguía encendida, pero ya no la veía, el dolor consumía toda su atención, extrañó a sus padres como nunca antes; "si ellos no me hubiesen abandonado yo no estaría sufriendo este tormento", maldijo a sus padres por haber cometido la irresponsabilidad de dejarlo solo; sabían que él era incapaz de hacerse cargo de sí mismo y aun así lo dejaron solo, ellos tenían la culpa de todo, al fin y al cabo eran ellos los que le permitieron abandonarse a tales extremos.
Su piel se había agrietado desde el tercer día, y los gusanos e insectos habían acelerado el proceso de putrefacción al sexto día; ya para el séptimo día los gusanos recorrían todo su cuerpo, podía sentir como recorrían cada centímetro de sus intestinos, la carne de la mitad de sus piernas se había licuado sobre el sillón y podía ver el resto pudriéndose, apenas si era consciente de lo que le ocurría, la fiebre y las punzadas perpetuaban su inconciencia; se preguntaba por qué carajos la muerte no le había arrebatado aún el alma, debía estar muerto hacía 2 días, así que volvió a dormir deseando que la muerte viniera a él mientras soñaba; en efecto así fue, era tanto su deseo de morir que soñó que la muerte lo visitaba, ahí estaba ella, parada justo donde debía estar la televisión, sólo que no podía verla, pero en cambio sí sentía su presencia perturbadora, lo observaba sin moverse, maquilaba las formas más desgarradoras en las cuales arrebatarle la vida al despojo de ser humano que yacía frente a ella; entre sueños la llamaba y le clamaba acabar con ese sufrimiento, pero ella se mostraba inconmovible; después de haber elegido la forma en la que habría de acabar con el sufrir del cuerpo abandonado, se acercó y le acarició el rostro como lo hace una madre a un hijo, le dio un beso en la mejilla izquierda para luego desaparecer; el sueño duró lo que parecían ser apenas unos minutos, así no se percato que habían sido días los que transcurrieron, abrió los ojos trastornado por el temor, pero no pudo ver nada, los gusanos los habían devorado.
Abrir los ojos fue la última cosa que hizo, después de eso no pudo mover ni uno solo de sus miembros, intentó con desesperación frenética cerrar la boca, de donde los gusanos salían en cantidades ridículas, pero no pudo; sin embargo una aflicción indescriptible ahogaba sus sentidos, el dolor era tal que lo llevaba al borde de la locura; después de eso ya no le fue posible volver a dormir; tuvo conocimiento de que había muerto cuando se percató de que había dejado de respirar; tampoco su corazón latía, pero seguía sintiendo ese dolor enloquecedor, los miles de animales que lo devoraban, el olor a podredumbre y los chillidos de los ratones que retumbaban en sus oídos, de los que escurría un pus amarillento.
¿Cuanto tiempo más estaría así?, estaba muerto pero sentía como un vivo, nunca antes había oído hablar de un dolor como el que él sentía en ese momento, tal vez se debía a que nunca antes hubo una persona tan podrida que pudiera sentirlo sin haber muerto antes; al parecer el dolor de la muerte era mucho más grande que cualquier dolor que se pudiera sentir cuando se esta vivo, quizá se debía a que el dolor de la muerte actúa directamente sobre el alma y no sobre el cuerpo, que descansaba como un liquido cuajado, como agua de pantano, como charco de muerte.
El dolor lo acompañó varios días más, sus pensamientos ya no eran racionales, el dolor lo había hecho perder la cordura; el estar muerto y no poder escapar de su cuerpo lo habían vuelto loco; sintió como su cuerpo se terminaba de licuar sobre su sillón, podía sentirse en los puros huesos; aunque no podía ver intuía que su cuerpo debía haberse escurrido en el sillón.
En algún momento dejó de sentir dolor; fue recobrando poco a poco la conciencia; ahora no sentía nada, sólo un peso que lo oprimía; una gran paz inundaba su ser, que se percibía carente de cualquier sentido; escuchó varios automóviles que se acercaban; oyó el sonido apagado de las portezuelas al abrirse y cerrase; momentos después varias personas se hallaban tocando a la puerta pero esta vez no podía hacer nada; finalmente un estruendoso sonido hizo que esta se abriera con violencia; la nube de insectos que tantos días llevaba encerrada en la casa salió volando fuera; escuchó comentarios de contrariedad y asombro, luego sólo pasos, nadie decía nada, los pasos recorrieron la casa por completo para luego salir y dejarlo una vez más, abandonado.
Pasaron 2 días en los que no oyó nada más que los ratones que aún pululaban entre sus huesos; supuso que lo que hacían era roer la poca carne que se le había quedado pegada; las horas pasaban lentamente pero esto no le incomodaba; se sentía tranquilo y en paz ya sin el dolor desquiciante, la muerte empezaba a serle agradable, ya no sentía el letargo que lo poseyó por tantos años; de hecho, no se había sentido tan despierto desde su niñez, percibía los sonidos lejanos, oía a sus vecinos que se desenvolvían en sus quehaceres diarios, y de vez en cuando alcanzaba a escucharlos hablando sobre la tragedia que se había cernido sobre su familia; fue así como se enteró de que sus padres habían muerto en un accidente y que era esa la razón por la cual nunca regresaron.
Días después llegaron otras personas, entraron y se oía como si estuvieran limpiando el lugar, sintió que le quitaban algo de encima pero no supo precisar qué fue; la limpieza duró 3 días; durante ese tiempo sintió que lo movían y lo cambiaban de lugar; lo tomaron por los brazos; tuvo temor al pensar que estos serían arrancados por el poco cuidado con el que era tratado; lo sacaron al patio para después subirlo en un camión; se preguntaba que harían con sus restos, le sorprendía como lo movían tan abruptamente y en una sola pieza; luego de esto se lo llevaron a quién sabe donde. Durante el camino se preguntaba si lo estarían llevando a un cementerio, si tal vez sería enterrado al lado de sus padres, si terminaría en una fosa común o en su defecto si sería cremado; fue solo hasta este momento que se dio cuenta de que lo que habían estado moviendo no eran sus huesos; había dejado de sentir sus huesos al mismo tiempo que dejo de sentir aquel dolor enloquecedor; se dio cuenta de que ahora su cuerpo formaba parte del sillón, ese sillón que tanto amó; sus materiales absorbentes le habían dado una nueva forma y cobijo al liquido putrefacto en el que su cuerpo se había convertido, ni más decir de su alma; ahora era parte de aquello que tanto quiso, extraña simbiosis nunca imaginada y siempre anhelada, esa codependencia que siempre existió se veía enmendada al fin; ahora los dos eran uno solo, fusión de esencia y articulo inanimado, finalmente su cuerpo y alma pertenecían a lo que siempre pertenecieron.
Ulises García Robles, Oaxaca, México © 2004
agnos_x@hotmail.com
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