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La introducción en donde comparas el color del crepúsculo con los colores de los framboyanes me gustó mucho. Hace referencia a la fugacidad de la vida y al tema central de los fantasmas como el del padre que parecen que justo ayer vivían, con fortunas y riquezas, pero hoy ya no las tienen más por mucho que se aferren a ellas. Esto me recuerda al soneto de Calderón a las flores, creo que parte de un monólogo del Príncipe Constante, en el que se comparan los colores de las rosas diciendo que pueden competir con los sucesivos colores del cielo en el transcurso de un día, y no se llega a la conclusión del carpe diem sino a la de un "escarmiento" por el que los hombres deben darse cuenta que sus vidas y fortunas, por mucho que duren un siglo, al cabo del tiempo apenas parecerán horas, o el día efímero en que se marchitan las rosas. Pero puedo estar proyectando parte de un examen final que di hace unos días. : ) Lo de los gatos no lo acabo de entender (el simbolismo)
Alvaro Molina, USA

Este cuento, que requiere para disfrutarlo bien por lo menos dos lecturas, empieza y termina entre el misterio y la muerte. La historia narrada le deja al lector sabrosos indicios tentadores casi desde la primera palabra: ¿Quiénes son las dos personas, la que habla y la otra que queda muda y escucha? ¿A dónde van estos dos y por qué? Hay un número de ingeniosos juegos de palabra y expresiones de doble sentido que ayudan tanto como despistan al lector atento, quien va adelante impulsado por la busqueda de comprender lo que pasa. Dos ejemplos: el hecho de que el compañero mudo tiene miedo de los fantasmas, y el decir de el que habla que nadie los acecha, pero que hay otros en ese momemto histórico cubano que no pueden decir lo mismo. Ese momento coincide con un acontecimiento, también histórico pero más bien individual que colectivo, que viene a ser el punto alrededor del cual gira todo lo narrado. En cierto momento del cuento, el lector llega a saber, por las numerosas pistas sembradas por el narrador, quién es ese misterioso dueño de Finca Vigía. Y por fin tambien descubrimos cuál era la relacion entre el narrador y el dueño famoso de Finca Vigía. Solo con la segunda lectura, confieso, caí en la cuenta del género, masculino o femenino, del narrador. Hay varios adjetivos que lo aclaran por su terminación, y así aclaran también por qué aquel dueño tan macho no quisiera que nadie supiera nunca lo acontecido en Finca Vigia. Es admirable lo bien que esta construido el final del cuento cuando el que habla se va y hay una misteriosa y hermosa confusión entre lo que deja atras y lo que queda adelante.
Timothy Ambrose

En este cuento, que nos recuerda a la Aura de Carlos Fuentes, las historias cortas de suspense de Edgar Allan Poe o incluso a la novela moderna gótica de Carlos Ruiz Zafón, Frederick A. De Armas nos adentra en un mundo de penumbras en el que se superponen imágenes o ilusiones que no nos dejan ver claramente el peligro que nos acecha. Las numerosas referencias a los gatos nos avisan de que algo se esconde en la oscuridad y que sólo ellos pueden ver con su vista felina. Los meninos, amigos de brujas y lugares encantados, aparecen y desaparecen de la escena, alertándonos de que alguien nos observa. En efecto, esta Finca Vigía no es nada más ni nada menos que un panóptico foucaultiano que no nos deja escapar y que nos aprisiona hasta el final en el que se dan pistas del misterio. La aparición fantasmagórica solo reclama una privacidad interrumpida con la irrupción de dos intrusos que quieren apropiarse de un tesoro epistolar o diario del alma en pena. Al igual que los lectores que caminamos a ciegas hasta el final de la narrativa, el/la protagonista desea conocer la resolución de este misterio y al final descubre que es tanto testigo como actante de una tragedia perpetrada por un violento hombre varonil que coleccionó casi tantas esposas como el malhadado Barba Azul. Con este cuento corto, De Armas nos devuelve al género de la leyenda que encumbró al gran Gustavo Adolfo Bécquer, demostrando la calidad creativa del autor cubano-estadounidense, de la que estaría muy orgulloso cierto antepasado glorioso.
Jorge Abril Sánchez, asturiano universal

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