El grupo de personas con las que se encontraba, comentaba sobre el caso Lewinsky, alguien le preguntó qué opinaba sobre la actuación de Kenneth Starr, no sabía quien era el tal Starr, tal vez un actor de moda, se hizo la que no escuchó y se encaminó en dirección a la piscina. Era la primera vez que asistía a un agasajo que el Banco ofrecía en el club de verano. Rodeada de gente importante, con solícitos mozos a su servicio, en un ambiente elegante, siempre soñó con estar en un sitio así, las cosas transcurrían a su alrededor como en una película.
- ¡Despierta! ¿En qué piensas, mujer? -Karen, la Gerente de Operaciones, la tomó por sorpresa, en un primer momento pensó que la confundía con otra persona, pero no, era con ella que quería hablar, con un ademán la invitó a sentarse en un lugar apartado.
- Este fin de mes termina tu contrato y la verdad es que no sé que hacer contigo. Me informan que tu rendimiento está dentro de nuestras expectativas, pero que tu comportamiento social no es el esperado; como sabes, para nosotros el buen trato a los clientes es prioritario y para lograr eso necesitamos de personas que tengan facilidad para relacionarse con el público; antes de tomar una decisión, quería tener esta conversación.
Susana se quedó helada, no sabía que decir, pensó en su padre inválido, en su madre tan sufrida la pobre, en sus hermanos, todos esperaban ansiosos el fin de mes para recibir el dinero que ella les mandaba, trató de recordar la historia que inventó en la entrevista con el jefe de personal, cuando ella le contó de las importantes relaciones que su familia tenía en los medios financieros y el alto cargo que su padre ostentaba.
Karen la miraba fijamente estudiando cada uno de sus gestos. Era una mujer de unos treinta y cinco años, de aspecto agradable, de risa fácil y muy amable, pero no podía dejarse engañar con su apariencia, su fama la precedía, era fría, calculadora, despiadada.
- Lo que pasa es que estoy teniendo momentos muy difíciles que me impiden tener una vida normal -dijo Susana tratando de ganar tiempo.
- Exactamente ¿qué es lo que te pasa?
Susana decidió improvisar a medida que hablaba, no tuvo tiempo para preparar nada.
- Mi papá está en el negocio de la construcción, tiene un proyecto muy grande que necesita la aprobación de un alto funcionario público amigo suyo -no se le ocurría nada, los nervios la traicionaban.
- ¿Qué te pasa?, estás muy nerviosa.
- Es que debido a ese proyecto, he tenido que alejarme de mi casa y ahora estoy viviendo sola -le pareció una buena salida, de esa manera podía explicar por qué vivía sola y su necesidad de dinero.
- Por favor, necesito el trabajo. Otro día le cuento qué me está pasando, es un asunto muy delicado.
Karen la miró pensativa y le dijo:
- Esta bien, ya hablaremos, pero que no pase mucho tiempo -se quedó muy intrigada, de acuerdo al file personal Susana era una chica de clase media alta, bien relacionada, sin problemas económicos, que seguramente aspiraba a un mejor puesto. Ya se enteraría de la historia completa.
Esa noche meditó sobre la historia que tendría que contar, se acordó de la conversación sobre Clinton y pensó que tal vez algo por el estilo serviría. Esperó toda la semana angustiada pero Karen no llamó. Unos días antes de fin de mes le renovaron el contrato por treinta días más, por fin pudo respirar tranquila, podría mandar el dinero a su casa y vivir otro mes.
Trató de relacionarse con sus compañeros de trabajo, pero era como un inmenso muro que no podía pasar, ella venía de una realidad completamente diferente, sus conversaciones le parecían frívolas, sin sentido o tocaban temas que ella no conocía, el esfuerzo por dar una imagen que no tenía la agotaba mucho.
Un día, poco antes de la hora de salida, Karen llamó. La Gerencia de Operaciones quedaba en el piso dieciocho de la Sede Central, la secretaria le ofreció un café mientras esperaba en una salita muy elegante, esperó muy poco tiempo, pero a ella le pareció toda una eternidad, Karen la invitó a pasar y le dijo que la escuchaba.
- Señora, no sé cómo empezar.
- Susana, tengo una reunión en la gerencia general, así que por favor sin rodeos.
- Creo que estoy en cinta -fue lo primero que se le ocurrió.
- Tengo entendido que eres soltera, ¿tienes problemas con el padre?
- ¿Se acuerda del funcionario público del que le hablé?
- Sigue.
- Si es que estoy en cinta, él debe ser el padre.
- ¿Por eso ya no vives en tu casa?
- Sí y no.
- Karen, ya te están esperando -felizmente su secretaria interrumpió, Karen tomó unos documentos que tenía sobre su escritorio y la comprometió para continuar otro día. Qué suerte que fuera tan ocupada, eso le daba tiempo para pensar cómo hacer creíble su historia. Días después su jefe le comunicó que su contrato se renovaba por un mes más.
- Susy, sinceramente no sé que está pasando, aquí no hacemos las cosas así, te toman o te dejan, pero no se hacen contratos mensuales -y le entregó los documentos para que los firmara. Susana sintió un gran alivio en su angustiante vida, treinta días más.
Cuando vio a Karen en la inauguración de una exposición de pintura en las galerías del Banco, se sintió mal, ¡cuándo se olvidaría de ella! Tuvo que acercarse a saludarla, Karen le confesó que ella también comenzó su carrera trabajando en ventanilla atendiendo al publico, y que en esa época era muy tímida.
- Bueno ya es tiempo que me cuentes todo de una vez. -Susana tomó aire y en tono confidencial empezó.
- Pues bien, mi problema comenzó una noche que mis padres invitaron a cenar a varios amigos, entre ellos al Dr. Larraín y su esposa; papá estaba interesado en exponerle su proyecto, ya que según dice todo depende de él; mamá de deshacía en atenciones, al notar que yo le simpatizaba me pidió que me sentara a su lado y que procurara ser amable con él.
Por un momento tuvo que interrumpir su relato, el Sr. Jorge Del Olmo, Gerente de Comercio Exterior, se acercó para saludar a Karen y se quedó un momento conversando animadamente con las dos. Ni bien se fue, Karen le pidió que continuara.
- Recuerdo que cuando me senté junto al Doctor sentí que puso su rodilla junto a mis piernas, yo me separé un poco, pero después de un rato sentí nuevamente su rodilla, creí que era una casualidad, parecía una persona respetable y además su esposa estaba sentada junto a él. En determinado momento se inclinó para pasarle gentilmente una salsa a su esposa y al hacerlo se apoyó en mis piernas.
- ¿Tú qué hiciste?
- Nada, parecía ser un acto totalmente inocente, nadie se percató, él continuó conversando muy animadamente pero dejó su mano entre mis rodillas, yo me sentí incomoda, crucé las piernas, pero él comenzó a sobármelas y de paso me levantaba la falda, trató de que separara las piernas, yo retiré mi silla un poco más atrás pero el mantel cubría sus maniobras, tuve que fingir un malestar y retirarme a mi dormitorio.
Los aplausos no la dejaron continuar, la ceremonia estaba en su momento cumbre. Karen se acercó a saludar a unos clientes importantes que en ese momento ingresaban. Susana aprovechó la ocasión para escabullirse, confiaba en que Karen ordenaría que le renovaran el contrato.
Días después Karen la mando llamar a su oficina, su jefe le dijo que era por lo de su contrato, otra vez el martirio, tenía que seguir inventando, ya no podía parar. Cuando llegó, el Sr. Del Olmo estaba con Karen, al verla la saludo amablemente y se retiró. Karen le dijo a su secretaria que en lo posible no la interrumpiera y le pidió a Susana que le siguiera contando. Susana siempre podía continuar sus relatos justo desde donde los interrumpía, y ese día no fue la excepción.
Le contó que sus padres estaban felices con ella, que le comentaron que el Dr. Larraín se quedó muy preocupado por su salud y que los invitaba a pasar el fin de semana en su casa de campo, ella no quiso ir pero no pudo negarse, sus padres le pidieron que procurara hacerse amiga de las hijas del Doctor Larraín, le dijeron que si todo salía bien seguro que cerraban el trato.
- Recuerdo que ese fin de semana lo pasé casi todo el tiempo pegada a mi mamá, no quise estar sola en ningún momento. El domingo en la tarde Carmen, la hija mayor, jugaba tenis con mi madre, yo seguía el juego desde la segunda planta apoyada en una ventana, el Doctor se paró detrás y comenzó a animar a su hija, poco a poco se fue pegando a mi espalda hasta que me tuvo apretada contra la ventana, casi no podía moverme, él comenzó a subirme el vestido con gran dificultad, no tenía espacio para maniobrar. La situación era increíble, mis padres y su familia seguían el juego junto a la cancha pero podían vernos.
- ¿Por qué no te fuiste?, ¿por qué no gritaste?
- Yo luché por evitarlo, pero él logró subirlo hasta mi cintura, luego comenzó a quitarme la ropa interior, no podía de lo apretada que me tenía, así que simplemente la rompió, sentí cómo toda su virilidad pugnaba por ingresar, con sus rodillas me separó las piernas y me obligó a inclinarme, yo grité y el gritaba también, todos creían que estabamos animando el partido, estuvimos así hasta que él terminó, luego de la forma más natural me acomodó el vestido y me dijo muy amoroso: "Querida, dale la buena noticia a tu papi, ya tiene mi autorización para su proyecto".
Narró con tanta pasión que por momentos ella misma se creía lo que estaba diciendo, hasta terminó llorando, entre sollozos le explicó que después de eso no pudo seguir viviendo en su casa, que sus padres no saben nada y que por eso se pone muy nerviosa en ventanilla, que tal vez esa sea la causa de su actitud frente a los demás.
- No te preocupes, ¿tienes alguna capacitación sobre comercio exterior?, ¿o estudios en economía? Jorge necesita una asistente.
Por supuesto que dijo que sí, ya inventaría algo; ella, cual moderna Sherezade, siempre tendría una historia que contar, era la única manera que tenía para poder sobrevivir.
Miguel Ángel Franco Ulloa, Arequipa, Perú © 1999
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