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Despacito

Afluencia máxima de vehículos. Evite viajar hoy por las carreteras nacionales.

Mateo sonríe con sarcasmo y apaga la radio.

Buen momento para anunciarlo, comenta para sí mismo.

Seguramente lo avisaron en la televisión ayer, pero preferiste ver la película, responde su mujer con la voz adormilada. Recarga su cabeza en el asiento y vuelve a dormirse.

A Mateo le molesta ser él quien siempre conduce, mientras su mujer duerme tranquilamente, pero sabe que no existe alternativa. Su mujer conduce mal y las carreteras europeas le causan terror.

Mateo avanza un poco más y, pasando una curva, tiene que frenar súbitamente porque el auto de adelante ha hecho lo mismo. Alcanza a ver una fila interminable de vehículos totalmente parados.

-Ojalá que sea un accidente para que, cuando menos, haya valido la pena el atorón.

Lo ha dicho en voz alta, aun sabiendo que su mujer podría recriminarle nuevamente su frialdad ante el dolor ajeno. De manera inútil, Mateo ha intentado explicarle que son sólo bromas.

Pone la palanca de velocidad en punto neutro para dejar que el coche avance solo por la pendiente. Mira por el espejo retrovisor. El automóvil de atrás se ha pegado al suyo, intentando presionarlo para que se desplace más rápido. Puede distinguir al conductor y a una mujer a su lado.

Ni modo. Tendrá que empezar a confiar en la fuerza de gravedad, dice con una sonrisa.

Alto total. Mira alrededor: únicamente campos de cultivos, como en toda esta zona de Francia.

Afortunadamente tienen pueblos hermosos porque el paisaje natural es francamente aburrido y de natural tiene poco.

Mateo no puede evitar comparar los paisajes silvestres de su país con esta monotonía europea, en donde cada centímetro cuadrado ha sido alterado por el hombre. Nada queda por descubrir: en cada rincón hay, cuando menos, una vereda.

Se forma un nuevo espacio hacia delante y Mateo quita el freno. Por el retrovisor observa al conductor del automóvil de atrás desesperado porque Mateo acelere, pero él no está dispuesto a meter velocidad y tener que meter el clutch cada tres segundos. Lentamente su auto empieza a avanzar. El conductor de atrás da un golpe en el volante y gira la cabeza hacia su mujer. Esta sonríe y le da unas palmadas en el hombro.

Alto total nuevamente y el tamaño de la fila sigue siendo incalculable. Mateo mira a la mujer del conductor. Ya no sonríe pero mira plácidamente por la ventana lateral. A Mateo le causa gracia saber que lo que observa es la imagen invertida de la mujer y que de frente podría ser menos agradable. Mateo mira a su mujer y compara su gesto de molestia con la mirada tranquila de la de atrás, aún cuando calcula que la suya es un poco más joven y hermosa. Decide que la mujer de atrás se llama Natalia. Sí, aunque sea francesa.

Natalia ha girado el cuerpo hacia el asiento trasero, en donde parece acomodar algo. Mateo trata de levantarse un poco para identificar ese objeto, cuando el conductor de atrás toca el claxon.

La fila ha avanzado algunos metros. Esta vez la pendiente es menor, así es que transcurre más tiempo para que el auto comience a avanzar. El conductor vuelve a tocar el claxon y hace una señal con los dedos para exigirle a Mateo que avance más rápido. Natalia se enfada con su marido. Mateo se complace por haber encontrado en ella una aliada. Espera a que el auto se detenga solo y con calma pone primera. Mira nuevamente a Natalia. Ella lo mira por primera vez, con gesto de curiosidad. El sonríe pero no recibe respuesta. Piensa que es poco probable que ella haya logrado percibir su sonrisa en el espejo. De todas maneras, se siente complacido por haber logrado establecer un vínculo con ella, aunque seguramente nunca vuelva a verla.

De pronto, ella gira rápidamente el cuerpo hacia el asiento posterior. Mateo nota que algo se mueve allí. Natalia lo carga y lo lleva hacia ella. Es un niño pequeño, de unos dos años. El conductor le reclama algo y ella ni siquiera lo mira, sino que abraza al niño. El conductor intenta arrebatárselo para ponerlo nuevamente atrás. Ella no lo suelta. El niño comienza a llorar.

-Pero ni siquiera estamos avanzando. ¿Qué importa que lo lleve con ella? dice Mateo un poco molesto.

-¿Qué se lleve qué cosa, quién? pregunta su mujer, confundida.

-Nada. Tú duérmete, le responde con severidad.

Mateo imagina que abre la puerta del copiloto, empuja a su mujer hacia fuera y va por Natalia al auto de atrás.

-Otra de mis bromas de mal gusto, dice sonriendo.

Vuelve a mirar hacia atrás. El niño ya está en el asiento posterior. Natalia mira hacia Mateo con un gesto de frustración. El sacude su cabeza comprensivamente. Ella sonríe con tristeza y voltea la vista hacia la ventana lateral.

Mateo mira hacia delante. Aparece una señal que indica la confluencia con una super carretera a 200 metros. Entonces se da cuenta de que el tráfico se debe al entronque y no a un accidente. Sabe que no tomará más de cinco minutos recuperar una velocidad decente.

La fila comienza a avanzar con mayor rapidez. La pendiente es nula, así es que Mateo se ve obligado a meter velocidad. Decide poner primera. El conductor pega su automóvil al de Mateo y comienza a acelerar, dándole empujones.

-¿Qué pasa? Pregunta su mujer con una voz recriminatoria.

-Nada, que el de atrás quiere que vayamos más rápido, le responde con cinismo Mateo.

-Pues pon segunda. No nos metas en problemas. Ni siquiera hablas francés.

Mateo la ignora. Quita la velocidad y deja que sólo la inercia mueva el automóvil. A una velocidad imperceptible logra llegar hasta el coche de adelante. Mira por el retrovisor. El conductor está abriendo la puerta, furioso. Mateo supone que vendrá a gritarle y se siente complacido de no entender el idioma. Natalia jala a su marido del brazo, primero molesta y luego suplicante. El niño está parado en el asiento posterior, llorando. El conductor cierra bruscamente la puerta, le da una bofetada al niño y le grita algo a ella. Mateo está seguro de que, si su mujer no estuviera en el auto, Natalia se iría gustosamente con él.

La fila se mueve nuevamente, tomando mayor velocidad cada vez. Con resignación, Mateo pone primera, segunda, tercera. Ha entroncado con la supercarretera. Permanece en el carril de baja velocidad para ver por última vez a Natalia y hacerle saber que la entiende, que a él también le gustaría irse con ella. El conductor lo rebasa tan rápidamente que ni siquiera alcanza a verla. Una vez adelante, se abre la ventanilla de Natalia. Mateo saca rápidamente su mano para despedirse. Con gran entusiasmo, observa que Natalia también está sacando la suya. Alcanza a ver que un dedo sobresale de los demás. Se da cuenta que le está haciendo una señal obscena.

- Te lo mereces, por andar haciéndote el machito, dice su mujer burlonamente, antes de acomodarse para seguir durmiendo.

Cecilia Lartigue, México, Inglaterra © 2001

clartigue_uk@yahoo.co.uk

Cecilia Lartigue es mexicana y reside temporalmente en Gran Bretaña. Estudió biología pero siempre ha sido aficionada de la literatura y del cine, por lo que ha tomado varios talleres literarios, así como algunos cursos de cine. Además de cuentos, le interesan los guiones de cortometrajes, puesto que ambos ofrecen la oportunidad de contar una historia, que se desarrolla en una sola dirección y concluye de manera contundente. Cecilia imagina una situación que le parece absurda y a partir de ella construye un relato.

Los cuentistas por quienes manifiesta mayor admiración son Maugham, Borges y Chejov.

Además de escribir cuentos, Cecilia actualmente intenta, junto con amigos igualmente apasionados por el cine, producir un cortometraje a partir de un guión que escribió hace tiempo.

Lo que la autora nos dijo sobre el cuento:

Despacito relata la creación y vivencia de una realidad inexistente por parte del protagonista, quien se topa de frente, y con gran frustración, con la realidad "de los otros" al final del cuento.

La idea del cuento surgió cuando viajaba por las carreteras de Francia, en el día con mayor tránsito vehicular de todo el año y me topé con una "fila interminable de vehículos totalmente parados" frente a mi automóvil. Entonces comencé a observar a los personajes del auto de atrás y pensé que podría confundir cualquier mirada del conductor hacia el frente por una mirada hacia mí e inventar en mi mente el surgimiento de una relación amorosa con él, cuando él ni siquiera hubiese notado mi existencia.

En el caso de mi cuento, quería que hubiera una confrontación con la realidad para que el relato tuviese un final contundente y sorpresivo pero en ese momento pensé en todas las historias que creamos y vivimos en nuestro interior a partir de hechos reales o ni siquiera, las cuales nunca son desmentidas y que, a su vez, van determinando nuestra manera de enfrentar y explicar el mundo exterior.

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