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Relatos

La fotografía cayó con la emulsión hacia abajo. Entonces le toca a Antonio leer en voz alta. Acomoda la cabeza en la almohada, levanta el libro y comienza. Adriana se ha acostado junto a él y recarga la cabeza en su hombro. Procura poner atención en la lectura: "el fuego ilumina parcialmente la habitación del conde O'Fingal. A los lados de la chimenea se encuentran dos leones de plata y sentado ante una mesa está el conde, quien mira hacia el fuego con un gesto de gran consternación..."

Adriana recorre la vista por el brazo de Antonio y se detiene en un lunar que no había observado antes. Irreflexivamente lo toca. El brazo se retira ligeramente. Adriana se da cuenta que ha perdido el hilo de la lectura. Se pone los anteojos para leer el título del libro y encontrar en éste una clave de la trama. Se intitula Relatos. Concluye que más vale poner atención.

Antonio lee un diálogo que corresponde a una discusión entre el conde de los leones y un marinero. El primero le reclama " el sufrimiento que le has infligido a la infortunada mujer". El marinero sale rápidamente de la habitación. Adriana supone que se trata de un hijo que hace sufrir a su madre. ¿Cuántas veces ha deseado ella tener un hijo? Lo han intentado pocas veces y para lograrlo normalmente es necesario tener relaciones sexuales y ésa no ha sido la fase más exitosa de esta pareja.

Adriana se reacomoda bruscamente puesto que se da cuenta de que nuevamente ha dejado de poner atención. Ya no hay diálogo, "el conde mira nerviosamente a través de la ventana. El mar se agita bruscamente y el cielo se ha cubierto de nubes que se desplazan con gran velocidad". Adriana detiene su mirada en la fotografía que está en el suelo. Le parece simpática esa manera que tienen los dos de echar las cosas a la suerte: si el objeto cae boca abajo, pierde Antonio.

Otra vez ha perdido el hilo de la narración. Acerca su cabeza a la de Antonio, suponiendo que al aumentar el volumen de su voz será más difícil distraerse. "Ha concluido la carta. Con mano temblorosa, dobla y sella el papel, entregándolo a continuación al emisario." Adriana está segura que es una carta para el hijo, tal vez pidiéndole que regrese a consolar a su madre. Le llega el olor de Antonio, un olor dulce que siempre le ha agradado. Sopla suavemente en el cuello para ver si hay alguna reacción y Antonio deja el libro. Nada, la lectura no se interrumpe.

Adriana siente un codazo en el costado. Al ver la cara de Antonio, se percata de que no ha sido intencional, sino que el relato está en su parte más álgida. El conde de los leones grita, o cuando menos Antonio lo hace, "¿El Rey ha recibido mi informe? ¿Esta vez no hubieron demoras? La repuesta apenas se escucha: "Su alteza está enterada. La flota se está preparando para buscarlo" Adriana se alegra de haber captado la esencia de la historia: En la carta el conde le pedía al rey que buscara a su hijo. ¿Y si aceptara esta vez el café? ¡Cuánto ha insistido ese tipo! No dejaría a Antonio pero ¿qué tal acostarse con aquél?

La lectura se ha interrumpido. Adriana voltea bruscamente creyendo que Antonio se ha percatado de su distracción. En realidad se habían pegado las hojas por lo que no podía voltear la página para seguir leyendo.

"camina en círculos por la habitación, preguntándose si alguna vez concluirá la pesadilla" De pronto decide dejarle el café a la suerte. Se quita discretamente el reloj y lo coloca en la orilla de la cama.

"La sangre tiñe el lado izquierdo de su uniforme. La cabeza mira insistentemente hacia el mar". A Antonio se le quiebra la voz al decir "ha sido una empresa dolorosa". Adriana siente pena por el conde: al final sí encontraron al hijo pero ya muerto. "Se arrodilla junto al cadáver del joven, toma el puño de su espada y la clava con fuerza en su abdomen. La concurrencia grita en signo de aprobación." La historia ha concluido.

Antonio cierra el libro y permanece pensativo unos segundos. Adriana empuja suavemente el reloj.
-¿Qué te pareció? -pregunta Antonio con cierta impaciencia, mientras estira el brazo para apagar la luz de la lámpara.

Adriana gatea tanteando el suelo por la orilla de la cama para encontrar el reloj, mientras responde:
-Bien, aunque apuñalar así a un hijo muerto es un poco morboso ¿no?
-No era su hijo. Era el amante de su mujer -responde Antonio, incrédulo-. Además, esa no era la esencia de la historia.

Ha encontrado el reloj. Lo toma con cuidado por los lados, sin saber aún hacia dónde mira la carátula.

Antonio comenta con franco disgusto:
-No entiendes nada

Ella palpa la carátula y guarda una pequeña sonrisa para la oscuridad:
-Tú tampoco.

Cecilia Lartigue, Inglaterra © 2002

clartigue_uk@yahoo.co.uk

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