En Encuentros a deshoras la angustia por el tiempo que no se detiene ni tan siquiera tras la muerte es expresada delicadamente bajo la forma de una historia convencional de aparecidos. El fantasma de una amiga muerta en la flor de la juventud se le aparece al narrador en el metro, en la cola del cine y en otros puntos de la ciudad. Contra la lógica de los cuentos de este tipo, el fantasma ha seguido envejeciendo después de la muerte, y se presenta ahora en la imagen madura de una persona en la mitad de la vida.
El pleito de doña Irma es la historia de un resentimiento. Una mujer a la que su esposo abandonó por una mujer más joven hace treinta años vive en la soledad de su hogar alimentando su rabia. El mundo exterior es percibido como un lugar hostil dominado por sus enemigos, e incluso el agua del aljibe de su casa es contaminada por esos enemigos, que ella sospecha se introducen en la casa de noche. Pero una noche decide montar guardia con una escopeta para sorprender al intruso. Lo que descubrimos nos dejará atónitos.
Enrique Fernández
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