Is it always rational to test one's beliefs? The cost of the test has to be considered. (A. J. Ayer)
La misión tiene un principio de colores fraccionados y empecinadamente ruidosos, amarillo, azul y rojo, tres variaciones multiplicadas. La mirada infantil de girasoles, extraña al teorema, depositó su encanto indiferente en puertas, muros y ventanas: nuev e rectángulos. En eterno ritual las máscaras continúan danzando al centro, en transición acribillada por impulso silencioso, en trémula reflexión. Después, precaución ante el interminable asalto de tribulación recalcitrante; ritmo desconocido, premeditado y empapado de insomnio; el telar, la arcilla y el metate mezclados con geometría de arácnidos y dioses durmientes, entre pausados aullidos, entre melodías nocturnas, un grito subordinado y trinos apagados. Los mercachifles se levantan, las turbinas y mo tores arrastran inercia centrífuga. Uno de los nuestros tocaba la guitarra ¿o mandolina?, alguien más tocaba tambores y flautas. Las sonajas que sacudía las puse sobre la manta que tapaba el fuego: las armas en que estábamos sentados. Me levanté, leí un p oema. Al final, en simple meditación, sin querer aceptar cómo se desvanecía la facultad de hilvanar palabras, me uní de nuevo al grupo que ya entonaba los absurdos cantos vespertinos.
Entre todos los rostros que nos contemplan, hay uno que no distrae su mirada, imposible disminuir infame angustia de persecución. Quiero creer que llegamos ahí por mero accidente. Todos, al no demostrar hostilidad u ocultar su desconfianza, palpable hasta en el agua y en el pan que nos ofrecen, se ven acostumbrados a la presencia de forasteros que aparecen y desaparecen por sus calles.
En un murmullo fui conducido bajo antiguos arcos, rodeando fuentes y jardines que nunca hubiera descubierto solo; me mostró el viento que trae consigo tormentas interminables y las montañas, a las que prefieren retirarse. Del mismo rostro inquisidor escucho: "Entrar así caminando es arriesgado pero, ya ve, sí se puede. Salir, eso es otro cuento, salir es más difícil". Las impertinentes insinuaciones y el calor in soportable acabaron produciendo mareos, visiones y desvanecimientos, si el huracán llegaba antes de la media noche, ¿se podría cumplir con lo acordado? La dirección es una esquina de angostos callejones. El contacto está junto al portón cuando llego jade ando, me observa; estoy tratando de adivinar si es el lugar correcto. Estoy casi seguro de que me han seguido y ahora nos han rodeado. Me detengo y empiezo a dar pasos de borracho, lentamente, con dificultad fingida, cada vez más despacio. Apartándome del alumbrado me deslizo junto al muro hasta tocar el principio de la puerta. Viste obscuro saco largo y una mascada sobre el cabello, sin hablar, subimos juntos alta escalera de piedra lisa. ¡Que todo se vaya a la mierda! De un gesto, me calla en el último escalón.
Los gritos que se oían en la calle son definidos en cada lamento y quejido; abre la puerta de la casa junto a la sacristía y se queda mirando de frente a la plaza. Un anciano avanza agachándose, casi cayéndose, tiene heridas en todo el cuerpo, la sangre c oagulada, el rostro desfigurado, las manos vacías, desarmado. El resto del pueblo despierta. En el instante que lo sacude de pies a cabeza, la plaza está inundada de luz, lo reconoce, es quien desapareció después de su nacimiento. Al querer tocar al ancia no, al querer hablarle, invariablemente la imagen se disipa. Justo al punto de hacer contacto. Amanece. Un sobresalto. El ruido de lámina amartillada es solo lluvia sagrada, el tiroteo cesó mientras intentamos dormir. Entre las cortinas se puede ver el so litario muelle desapareciendo bajo las aguas agitadas del río. Las heridas no detienen el delirio: su imagen bajo un árbol seco, entre ratas y cadáveres de murciélagos. ¿La guardia se les había enfrentado, las municiones se habían arruinado, cuánto tiempo para que fueran a buscarlos? Nunca antes le había pesado tanto su cuerpo.
De acuerdo a los hechos y la forma en que ocurrieron (lo que se puede armar de lo que me contaron), todavía sorprende que fragmentos de su puño y letra se hayan conservado a pesar de la conmoción, cuando miembros del ejército en accidental escaramuza con la oposición, involuntariamente destruyeron su comunidad bajo las órdenes de un general mal informado. José María sobrevivió la masacre y diez días cruzando la sierra. ¿Qué razón puede explicar al imbécil que masacró tanta gente y torturó a los sobrevivie ntes? Hacía horas que terminamos de comer pero seguíamos ahí sentados, esperando un último silencio en la noche para retirarnos. ¿José María?, ya no importan mis comentarios, no viene nadie, no quedó nada, solo tus recuerdos en tanto espacio vacío.
Carlos Hernández, México © 1996
Carlos.Hernandez@us.wmmercer.com
Carlos Hernández abandonó ambición cinematográfica infantil y pretensión existencialista adolescente. Aborrece burocracias y abusos de poder y todavía cree en las virtudes de la tolerancia. Sus influencias menos visibles se encuentran tanto en Domenico Sc arlatti como en Bela Bartok. Lamenta no poder haber escuchado en vida a Italo Calvino. "José María" forma parte de una colección de cuentos dedicada a Elena Poniatowska. Su estancia en USA ha sido más llevadera gracias a Michael Brecker, algunos minimalis tas y, sobre todo, Paul Auster... Sobre todo, Paul Auster.
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