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Joven formal

Yo tenía casi treinta años, un Citroen 2CV, vivía con mis viejos, era hija única, enseñaba francés en colegios religiosos. Era una morena alta, de esqueleto grande, pero había peleado y vencido al sobrepeso de la adolescencia y reemplazado los vidrios gruesos de la miopía por lentes de contacto. Me había transformado en una joven muy atractiva, de enormes ojos oscuros y larguísimas pestañas, de los que sacaba buen rédito entre los varones.

Como no aportaba a los gastos de la casa (mi viejo no lo hubiera aceptado), y ganaba lo que era buen dinero para mí sola, salía, me compraba buena ropa y hasta ahorraba para vacaciones.

En mi casa siempre se había tomado bastante, con lo que yo tenía buena resistencia al alcohol, me fumaba desde los diez años los puchos negros que mi papá dejaba en el cenicero, me acostaba con quien tuviera ganas, salía varias noches en la semana. Eso, ir a algún acto político, votar la fórmula Alende-Sueldo en las elecciones que en el 73 ganó arrasadoramente el peronismo, era entonces ser muy progresista para una chica de clase media acomodada.

De modo que: yo salía bastante de noche, unas pocas veces mi vieja protestaba y mi viejo lo tomaba con indiferencia, tranquilo tal vez porque yo estaba cerca de los treinta y no me había embarazado.

En una de esas salidas, en algún boliche, ahora no me acuerdo bien dónde, conocí a Eduardo. Era un rubio alto, con ojos claros y un físico impresionante, con cierta cosa como reservada y misteriosa en los modales, que me volvió loca de entrada nomás. La atracción fue mutua y a partir de ahí empezamos a tener un vínculo muy intenso, aunque pronto empecé a darme cuenta de que esa cosa “reservada y misteriosa” escondía algo turbio. Tenía siempre muy buen dinero, pero jamás pude saber de qué trabajaba, no supe dónde vivía, ni su teléfono. Me inquietaba, claro, pero también le agregaba un plus de aventura a la relación, yo me sentía de vuelta de todo en esa época, él era el único con el que salía y, por supuesto, no lo pensaba como novio.

Un fin de semana alargado por una fiesta que caía en lunes, decidimos irnos al mar. En mi Citroen, Eduardo no tenía auto. Dije en casa que pasaría esos días con una amiga y nos fuimos.

La noche del domingo volvimos tarde al hotel, recuerdo que habíamos tomado mucho y empezamos a pelearnos. Yo era alta y sólida, violenta en mis enojos, brutal en el insulto. Así empezamos, y de golpe me volteó la cara de un cachetazo. Me le fui encima a las patadas y empujones y él me demolió a trompadas. Terminé por quedarme quieta y cubrirme lo mejor que pude, porque me di cuenta de que eso terminaría muy mal para mí y en cuanto pude zafar me encerré en el baño. No me siguió. Metí largo rato la cabeza bajo el agua fría y esperé más de una hora. Después abrí la puerta lo más silenciosamente que pude, me asomé apenas y lo vi durmiendo el sueño profundo de la borrachera. Busqué mi bolso, busqué en el suyo las llaves del auto, encontré en el fondo de ese bolso un revólver envuelto en una remera, salí tratando de no hacer ruido.

Estaba aterrada y volví hacia Buenos Aires. En el baño de un parador, un espejo me mostró cómo se me estaba poniendo la cara y comprendí que no podía entrar a mi casa de ese modo. Uno de los colegios religiosos donde enseñaba tenía un convento donde solíamos hacer retiros espirituales; sí, yo era una chica católica. Ahí me aparecí como a las cuatro de la mañana y dije que precisaba quedarme. Me recibieron sin preguntas.

Cuando volví a casa, pasé bastantes días temiendo que apareciese, pero nunca más supe de él. Un par de meses después descubrí que estaba embarazada y me hice un aborto.

Zulma Fraga, Argentina © 2020

zulmafraga@yahoo.com.ar

Zulma Fraga nació en Realicó, La Pampa, pero vive y trabaja en Buenos Aires, Argentina.
Ha publicado Relatos del Piso 12, cuentos, Marginales, relatos breves, El músico y Angelita, novela; Cuerpos en tránsito, poesía, y Subirse al micro, microrrelatos.
Ha sido incluida en diferentes publicaciones del país y el extranjero y en diversas antologías: Relatos para Sallent, (Sallent de Gállego, España); Grageas, antología de 100 cuentos breves de todo el mundo (Buenos Aires, Argentina); Cielo de Relámpagos, antología de microficciones de autores latinoamericanos (Neuquén, Argentina); V y VI Encuentro Nacional de Narrativa, (Bialet Massé, Córdoba, Argentina, 2009 y 2010); ¡Basta!, cien mujeres contra la violencia de género, 2016; Vamos al circo, México; y Escritos entre mate y mate, antología de microrrelatistas argentinas, 2017.
Ha participado en distintas actividades multimedia con poesía y narrativa y ha recibido premios por su obra en el país y el extranjero.
Condujo desde 1996 hasta 2007 el programa radial Contextos y es codirectora de Editorial Piso12.

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