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El maestro

Salí a la carrera porque no tenía todos los materiales listos y la obra empezaría en dos días y qué sorpresa, un mercado completo en la puerta de la casa, había hasta salchichas rancheras, cosa que nunca se puede comprar por lo caras, también había carne de la buena, ¡qué tal!, demás que es un paquete chileno, a lo mejor cojo el mercado y le resulta dueño y luego me toca pagar hasta lo que no me he comido, o si esa comida está envenenada con algo para que nos durmamos y los pícaros aprovechan y nos desocupan la casa, es que uno tiene que ser muy pendejo para regalar comida, en estos tiempos eso no se hace -pensé-.

Tres kilos de Pegacor, un bulto de cemento blanco, tres carretadas de arena y la piedrilla para poner en el antejardín, acuérdese que tiene que estar enchapado todo hasta el techo no vaya a ser chambón, sí, sí, pendejo si se descuida le saco un bultico de yeso de más para mi casa, por timbrao, por remingozo. La obra era uno de eso chicharrones, pues unos evangélicos me habían encargado que remodelara una vieja bodega de zapatos que se vino a menos y pretendían que allí funcionase El Salón de Congregaciones del Gran Altisisísimo, me habían encomendado a mí esa tarea por mis buenas referencias y por baratero, lo que había que hacer no era mucho; adecuar los baños, hacerle una habitación al pastor, que era una ex-policía investigado por estafa y brutalidad, que dizque se había trasformado al Señor y ya tenía una recua de seguidores que auspiciaban las reformas.

Todo el puto día pegándole a la rusa, pala por aquí, que mezcle por allí, ojo con esa baldosa, cuidado con las esquinas, no papá usted es muy chambón. Terminé de hacer el trabajito a las cinco de la tarde y de salida, aprovechando que estaba muy cerca del gran sapo, me quedé allí, lástima que no podía beber porque con las pastas para los parásitos que me había tomado, si me aventaba una fría me mataba, pero estaba sobrado, era mi día de suerte y gané varios sapos y otro, otro, y otro, puta vida once de la noche, la Socorro estará esperando berraca y yo sin un peso para contentarla, en el camino a la casa me acordé del mercado que estaba en puerta en la mañana, me alcancé a rezar tres padrenuestros para que estuviera todavía allí, y claro, estaba debajo de la matas y detrás da las escalas, en el mismo lugar donde lo había visto, me decidí y cogí la de carne que todavía olía bien y un paquete de salchichas y rápido las guardé dentro de la camisa y toqué en la casa. Socorro abrió mal encarada.
- Negro triplehijuputa, ¿dónde estabas, malparido? Yo como una cacorra lave que lave pisos y vos el muy gonorrea gastándote la platica.
- No seas mal pensada negra, que estaba trabajando y mirá que no me gasté la plata, tené que te compré carne de la buena y salchichas.
- Haberlo sabido, Salvador, y yo de malpensada dizque imaginando pendejadas.
- Mejor poné la olla que estamos que nos comemos.

Me senté a ver la televisión y como siempre, no cogió bien la señal y me paré berraco, subí al techo, como pude amarré los cables con cinta hasta que la Socorro me avisó que ya se veía nítido. Luego me senté a comer carne asada mientras veía deportes y me acordé que en el marcado que estaba en la calle habían dejado una gaseosa, salí por ella. Esa noche casi no dormí, pues me pasé salga que salga hasta a las cinco de la mañana cuando ya había entrado todo la remesa.

Los días siguientes fueron muy extraños, yo trabaje y trabaje en la obra del redentor ese y cuando llegaba a la casa encontraba mensajes, esquelas, flores y oraciones en la puerta. Los últimos días llegaron hasta unas pinturas muy lindas, y yo que no soy pendejo, al ver esos presentes en la sala de mi casa le di un rosario de pata a la dolores por puta, -¡qué tal! y no es sino que vea a ese cabrón que le está mandando flores a mi mujer y le doy por donde nunca le han dado.
- Pero mi amor, si estaba en la puerta yo sólo las entré.
- Te voy a creer negra puta, puta, puta, puta, puta, puta, puta. ¿Quién en estos días va a estar regalando flores?, meteme el dedo en la boca negra puta, dizque poemitas y cartitas, malparida puta de mierda, si te pillo al cabrón de tu mozo lo mato, oíste, lo mato.

Los demás días fueron muy jodidos en la casa, a mi mujer no la deje salir durante un mes y creo que me enloquecí porque todo el tiempo sentía que me perseguían, yo estaba seguro que era el mozo de la Socorro, empecé a andar con una puñaleta bien afilada y dispuesto a ensartársela al que se me enfrentara.

Justo en la casa del frente, la que pertenece el compadre Prudencio, han puesto una sala de oración de yo no sé qué religión y todos los días a las siete de la mañana les está dando una cantadera y una oradera, lo peor es que los bafles los tienen apuntando a mi casa, yo no les he dicho nada todavía porque son como veinte pero no es sino que pille a un par solos y los paro de una por bullosos. Llego cansado de boliar pala y mezcla, intento dormir en mi casa y ellos con esa alabadera no dejan descansar, desde que se pasaron me dejan invitaciones, hasta muy bonitas, en la puerta para que los acompañe a la rezadera pero tienen güevo, que los voy a acompañar si me sacan la piedra y los salgo azotando a todos.

Un día salí de la casa y tenía la sensación de que me seguían los pasos, me escondí por detrás de un palo de mango y esperé a que nadie estuviera por la cuadra, y sí señor, un tipo con cara de güeva se pasó la calle rápido y miró para la casa; como no vio nada por que yo dejo las ventanas bien cerradas, se paró en la puerta a mirar para todos lados y yo lo cogí y le dije: -a este como que le voy a voltear la jeta- él se me arrodilló y me pidió perdón, ¡qué tal! Tremenda güeva con la que me la juega la negra.

Yo con el diablo adentro le mandé una patada y fijo cuando iba a levantar esa rata se me salió el zapato. Pero todo ladrón es de buenas, se la pilló de una y corrió, voló, en un segundo se perdió en la esquina de la calle. Desde ese momento dispuse todo en la casa para poder coger a la rata, sabía que si me estaban siguiendo era por algo, no sé porque pero por algo. Le dije a Socorro que no le abriera ni a la mamá mientras yo no estuviera en la casa, también le recomendé no dejar nada a la vista. Todas las noches ponía el televisor y la grabadora en mi cama para no dejársela a las ratas, salía con la ropa más vieja para no dar papaya de que me quitaran los tenis nuevos.

Las cosas en mi trabajo funcionaban de maravilla, todo mis trabajadores estaban bien rendidores y calculábamos terminar toda la obra en dos semanas. El suceso raro pasó justo el día que iba caminado de la casa de Prudencio para el billar, en una esquina un señor dejó caer un billete de $20.000, veinte mil del alma y yo muy marica le dije señor se le cayó un billete, y en el mismo momento en que se lo decía me arrepentía, casi le digo que me reconociera cualquier cosa por el favor, pero lo vi con cara de pendejo y no le pedí nada. Él me miró con felicidad y yo sin ponerle mucho cuidado seguí para el billar, pero el tipo me seguía, aunque con timidez, y yo dije -hay puta vida, eso fue un paquete chileno, aquí me van a bajar hasta las calzas de las muelas.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué me sigue?
- No lo sigo, lo acompaño.
- No me joda, que ando sin un peso. - Maestro, es su entendimiento el que vale.
- No sé por que saca lo de maestro, ¿es que se me ve el palustre por algún lado? Güevón, busque trabajo y no me joda que no le voy a dar limosna.
- Soy su discípulo, su acompañante, sé y entiendo que tiene que estar de incógnito, hay muchos que no quieren su venida pero no se incomode que yo estoy con usted y lo acompaño humildemente, déjeme caminar a su lado.
- Cacorro, ábrase o lo pateo.
- Si patearme es su deseo me lo merezco, hágalo que soy pecador.

El miserable ese se arrodilla en plena calle y baja la cabeza, los taxistas paran a ver que es lo que pasa y yo sólo pienso en qué hierba se habrá fumado éste que se la corrió pero bien feo. Supe que tenía que ser más avispado y le dije que si creía que era su maestro, me dejara solo y que si necesitaba una reparación o remodelación en su casa u oficina, que de una me llamara y le di una tarjeta porque en últimas, tenía cara de no matar una mosca.

Esa noche, no sé si por suerte o por qué, pero me gane dos chicos de billar, estaba haciendo carambolas por todos lados. A las 11:00 pm, con unas quince cervezas en el buche, salí para donde la Socorro a contarle lo bueno que soy en el juego, pero cuando me faltaba media cuadra para llegar vi un gentío junto a la casa y como alma que lleva el diablo corrí, empujé a todos los que estaban allí y tan pronto me vieron empezaron a cantar. Yo dije “murió la Socorro y la están velando”. Entré gritando “¡Socorro, mi negra!”. En la casa todo estaba cambiado: una sala nueva, televisión a control remoto y otras cosas; a mi se me salió la piedra cuando la vi a ella estrenando vestido, estaba allí parada en la mitad de la pieza y la encendí a pata.
- ¿Todo esto lo compró tu mozo?
- No, negro, unos señores lo trajeron para el maestro.
- ¿Cómo? ¿Yo no te advertí que no le abrieras a nadie?
- Pero si son los vecinos de la iglesia.
- Esos son unos pícaros, nos regalan una cosa y luego tenemos que pagarlo.
- No, dicen que son un regalo.

Salí de la pieza y los señores y señoras ya habían invadido la sala, las señoras estaban arrodilladas, casi todas lloraban como si estuvieran viendo el mismo demonio. El señor más viejo se abrió campo entre la gente y todos se callaron.
- ¿Me permite un par de minutos?
- ¿Qué pasa? ¿Por qué tanto alboroto? Vea le anticipo, yo no tengo plata y a mí no me gustan esa pendejada de rezos y cantos, así que ni piensen que les voy a prestar mi casa para sus alabanzas de mierda, así que si eso es lo que vienen a pedirme se pueden largar con sus muebles y con sus electrodomésticos que no necesitamos y mejor ábranse del barrio de una vez.
- Hace 567 años en una ciudad de norte de África el gran sabio YAkACIYE fue muy claro en su predicción: “en el año 2003, en un nuevo mundo y tras múltiples trajes yo regresaré para supervisar la labor que están haciendo mis discípulos”. Eso dijo el sabio y nosotros llevamos un año juntando pistas y estamos seguros que usted es el maestro, no hay duda, es humilde, sencillo, desconfiado, mortal y negro; le hemos hecho las pruebas y todas las ha pasado. ¿Se acuerda cuando dejamos un mercado en su puerta y usted en una muestra de modestia y desapego no lo tomó y sólo utilizó lo que necesitaba? Nosotros vimos que en el juego de sapo decidió no envenenar su cuerpo con licor y regresó a su casa orando y al tomar el mercado se subió al techo de su casa para agradecer al cielo. Vemos que todos los días va usted a un templo y pasa horas allí, cuando se topó con nuestro hermano Narci usted fue muy amplio al ofrecerse para arreglar su casa, eso es sacrificio, pero lo definitivo fueron los $20.000 de esta tarde, usted se los podría haber cogido pero en un ejemplo de equidad y respeto por los demás los regresó a su dueño.
- ¿Dónde esta la cámara? Sonría, esto es una cámara escondida -dije.
- Nosotros nos hemos puesto muy cerca de usted para recibir su bendición, por si no nos ha visto estamos al frente suyo, en la casa de oración El Contacto Divino. En Colombia calculamos unos mil seguidores suyos y en el mundo unos diez mil, todos ya están avisados de su presencia y la gran mayoría tiene listo su viaje para verlo, pero nosotros que lo descubrimos primero... díganos, alma divina, Maestro, ¿cuál es su mensaje?
- A trabajar, carajo.

Omar Felipe Becerra Ocampo, Colombia © 2003

literatura@colombia.com

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