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La suerte de un servidor
y otros cuentos

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La suerte de un servidor

He servido a mi emperador Quin Shi Huang Di y no me arrepiento. Lo he aconsejado en los momentos de duda y he sido fiel aún cuando los sabios de Xyanyang lo difamaban. El hizo levantar, con mi consejo, la Gran Muralla del Norte y su palacio, de tres mil habitaciones, adonde puede descansar todas las noches incógnito en un lugar distinto, sin que el temor de ser asesinado le imponga una larga vigilia. Los miles de esclavos que construyeron la Gran Muralla y los miles que levantaron éste enorme palacio fue ron enterrados vivos, para que sus secretos no los sobrevivan. Junto a ellos mandó enterrar a cientos de letrados confucionistas con sus familias. Así, las artes y las letras fueron purificadas y los sabios pudieron dedicarse con todas sus fuerzas a la bú squeda de la pócima de la Inmortalidad. Las expediciones que fueron enviadas en su búsqueda, nunca regresaron y probablemente no lo harán.

He consolado al emperador en ésta desdicha y en la incertidumbre del futuro oscurecido por la disolución de la carne y de las fuerzas. Le he dado mis mejores años en ésta tarea. Sin embargo, he recibido mal pago.

Los favores que solicité para los míos me fueron pobremente satisfechos o negados. Mi buena hija Sung murió temblando en mis brazos sin haber podido ser atendida por el médico real. Este se hallaba en las habitaciones de mi Señor, invocando a los espíritu s de la fertilidad con alguna de sus cien esclavas. Mi hijo Yang, fuerte y sano, cayó en desgracia por la muerte de un vagabundo que lo provocó y la piedad que solicité para él se tradujo en quinientos azotes en la plaza pública. Se quiso predicar un dudo so ejemplo a costa de su deshonra. Mi recordada esposa pudo soportar menos que yo éstas injusticias y abandonó éste mundo. Ruego que en éste instante ella se reencarne en loto mecido por la corriente. Es lo que merece al menos. Me vi en la humillante desv entura de comparar mi suerte con la del ave menos favorita del emperador y comer sus sobras. Vergüenza eterna y deshonor par quien sólo supo dar fidelidad.

Sin embargo, el hombre sabio encuentra el recto camino. Sé que el emperador es grande y poderoso. Pero yo puedo ser más fuerte si puedo pensar lo justo en el momento oportuno. Las pócimas de la Inmortalidad ya no son necesarias. Una sola gota del bálsamo adecuado es suficiente. Por lo demás ¿quién podría culpar a los espíritus?.

De la construcción de monstruosidades

El basamento de los castillos que ocultan vampiros está hecho de rocas expresamente traídas de los cementerios. Así lo indica el "Vampires Review" de ésta semana. Ardua tarea para los mortales cuyos esfuerzos sólo le sirven para ser considerados una fuent e de alimento natural para los ocupantes del edificio. Durante meses o años, los obreros seleccionan pacientemente las mejores rocas, sin entender el porqué de esas extrañas preferencias del constructor. Luego deben transportarlas, comúnmente, a sitios re motos y escarpados cuyo nombre, de por sí, es lúgubre. Luego, deben levantar, piedra sobre piedra, esas moles descomunales sin dejar la mínima grieta que permita el paso de la luz. Los ventanales amplios cubiertos con gruesos cortinados. Todas las moldura s y terminaciones con signos inequívocos de señorío. Las torres acabadas en ojivas vertiginosas y almenas fatales. Clásicos signos medievales. Luego de todo ello, se necesita una noche oscura y tormentosa para cercar al lugar de la atmósfera apropiada. Es la hora en que sus habitantes se entregan a sangrientas orgías a las que el pueblo no es invitado, expresamente claro.

La lógica de las catedrales, en cambio, es otra.

Lyrische Landschafe

En una callejuela de Berlín, adonde se pierden las sombras y el viento no termina de traer rumores gélidos de atardecer, hay una luz que se proyecta sobre el empedrado negro. La luz viene de esa ventana con cortinas a medio correr. Hay una muchacha sent ada en el escritorio. Escribe una carta a sus antiguos compañeros de estudio, los que quedaron allá en el sur, sin visa ni esperanza. Repasa las últimas frases: aquí hace dos días que nieva... aunque, cuando no hay viento, una no siente tanto el frío. Dej a de escribir y esconde el papel en un sobre para detener esa lágrima que viene desde el fondo inexplicable de los ojos. Evitar los adjetivos complacientes, los nombres propios familiares, limpiar el texto de malsanas melancolías... Debo ser fuerte, fuer te como la muerte, tal vez así regresen los pájaros que volaron. Lo repite hasta convencerse de poner la dirección afuera en el sobre, con un remitente temible: Friedrichsruher str. 34a. 1000 Berlín. 41. Deutchland. Eso suena bien. Son palabras fuertes qu e reconfortan el exilio. Indican que vives en un lugar certero y fijo del mundo real.

Piensa ligeramente en salir y arrojar la carta en algún buzón así como está, sin sello ni estampillas, aunque regrese un par de días después, sin haber cruzado los límites de la ciudad, volviendo desde la oscuridad indolente de una cartera de mensajero. L o importante es enviarla, librarse de ella y su amenaza de llanto. Que no duerma en casa, no.

Vence el miedo y sale.. Media hora después, está de regreso, cena con sencillez y se acuesta sin esperar a que él llegue.

El sobre vacío regresa a la semana, intacto, sin marcas de haber sido violado. Sabe que es mejor así, por eso abre las cortinas y deja que el viento del Mar del Norte penetre en su silencio.

Daniel Montoya, Argentina © 1997

danmont@mail.immf.uncor.edu

El autor ha nacido y vive en la Argentina, donde trabaja actualmente sobre su tesis doctoral en neurofisiología. Posee tres volúmenes de poesía, una novela y un libro de cuentos breves, vírgenes de todo intento de publicación. De este último son tomados l os presentes cuentos. Es digno de mención, el paso y traspaso a través de diferentes talleres literarios que, afortunadamente, no dejaron efectos secundarios. Originariamente, el autor, se interesó por el desarrollo del texto de ficción pura, específicame nte Ciencia-Ficción, como género de posibilidades ilimitadas, pero los avatares de la existencia y las heterogéneas (y limitadas) lecturas a los que nos somete la vida moderna, le hicieron desistir de tal intento en pos de climas, texturas y ordenamientos alternativos de la realidad. Se repone de ello comenzando una segunda novela, que probablemente seguirá el limbo señalado por la primera, en la cual no ceja en su intento de escribir Ciencia-Ficción "dura" en español (o como sea que eso se llame). Se sab e deudor de J.L. Borges, J. Joyce y una caterva infinita de espíritus maléficos de ese tipo, quienes, en definitiva, lo empujaron a las fauces de este oficio tan antiguo.

Los presentes textos han sufrido el inevitable paso del tiempo y por ello, han perdido la confianza del autor. La mayoría fueron escritos a principios de los '90 y participan del espíritu general de la literatura argentina caracterizada, a su entender, po r el descompromiso completo con la realidad. Debido a ello, es difícil señalar sus orígenes o los diversos motivos que soportaron a cada uno de los textos en un principio. Lo que sí es seguro, es que todos fueron sometidos a procesos de alteración a partir de su versión original para tratar de acercarlos a esa idea platónica que parece existir en la cabeza del poeta al momento de comenzar a escribir.

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