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Valtek

El lugar era pedregoso y seco. Era el mediodía y los rayos de sol caían perpendicularmente sobre las antiguas lápidas y tumbas. La mayoría estaba cubierta por hierbajos y pequeños arbustos. Eran los únicos que soportaban las características del lugar, además de algún que otro lagarto que deambulaba entre las piedras hirvientes. El viejo cementerio tenía más de doscientos años y estaba enclavado en un valle de la montañosa región francesa de Gévaudan.

Sólo una tumba parecía haber resistido al paso del tiempo. Estaba en buenas condiciones y los pastos que hubiesen podido cubrirla habían sido cuidadosamente arrancados.

Un cuervo de plumaje reluciente y extraordinario tamaño se posó sobre su llamativa lápida; en un antiguo francés mostraba una prolija inscripción en la piedra que decía “La que jamás conoció la maldad, y llenó de belleza los ojos del demonio”. El negro cuervo abrió las alas y su sombra tomó la forma y dimensión de un hombre, luego el negro pájaro se convirtió en el hombre que la proyectaba. Estaba cubierto por una capa oscura como las plumas del cuervo. Tenía un rostro que denotaba cansancio y la mirada triste. En otro tiempo esos ojos podían mostrar mucha maldad, pero llevaban dos siglos intentando aprender a llorar, lo cual los había vuelto melancólicos.

Se arrodilló frente a la lápida, tomó un puñado de tierra y lo depositó con ternura sobre la tumba. Pasó lentamente su mano derecha por sobre el pequeño montículo y de él lentamente surgió una fina vara apenas verde que mostró un capullo en su extremo. El capullo se abrió y quedo expuesta al temible sol una diminuta flor amarilla, que parecía débil y enfermiza. En cuestión de minutos, la flor se marchitó y murió. Se volvió polvo y se hermanó con el pequeño montículo sobre la tumba.

Sabía que era poderoso, lo suficientemente poderoso como para crear vida, pero su poder venía del mal y lo que creara no duraría mucho. Era un demonio, y sólo había un Creador. Mil veces lo había intentado, mil veces la flor había nacido y había muerto.

A unos cuantos metros, detrás de las ruinas del último mausoleo que se mantenía apenas en pie, estaban Lilith y Balefar. Dos demonios muy diferentes entre sí, pero unidos por una misma curiosidad.
—¿Desde cuándo viene a este abandonado lugar? —preguntó Lilith, que cuando adquiría una forma humana lo hacía en una hermosa mujer de piel muy blanca, fina figura, cabello y ojos negrísimos. Su belleza contrastaba con la fealdad de Balefar que gustaba de adoptar la forma de un hombre bajo, grueso y de horrendas facciones.
—Desde que ella murió, hace apenas doscientos años… —respondió Balefar— Tarde o temprano el maestro va a castigarlo. Pero Valtek no tiene miedo al maestro…
—Tiene el resto de la eternidad para arrepentirse —dijo Lilith sonriendo.

Balefar emitió una risa apenas sonora y desagradable, como el siseo de una serpiente.
—Valtek no va a arrepentirse de nada, durante muchos años ha venido a visitar a la tumba de esa mujer y no creo que le importe lo que diga el maestro.
—¿Y por qué lo hace? —inquirió Lilith.
—Hace muchos años, en 1716, según la graciosa forma de medir el tiempo de los hombres —dijo Balefar mientras se sentaba sobre una tumba y con un gesto de desprecio derribaba con el dorso de una mano y sin el menor esfuerzo a una cruz de piedra—, el esposo de esta mujer invocó al maestro Lucifer y a Valtek para pactar y pedir que se cumpliera su secreto deseo de poseer a la hermana de su esposa. Valtek le concedió lo pedido y un tiempo después el esposo volvió a invocarlo pidiendo que su esposa enfermara y muriera. Valtek comenzó a acechar a la mujer y comprobó que ella había sido ciega desde su nacimiento. Su esposo era pobre, vicioso y un maldito estúpido que se emborrachaba y la golpeaba hasta dejarla desfallecida. Deseaba que Etienne muriese para no tener que velar por ella y poder gozar sin restricciones del favor que Valtek le había concedido.
—Es la clase de escoria que nos gusta… —murmuró Lilith.
—Sí… pero provocó el desprecio de Valtek —continuó Balefar—, que un buen día por pura curiosidad se hizo presente ante ella y se constituyó frente a la puerta de su humilde casa en la campiña de Gévaudan, diciendo que era un sediento viajero. La humilde mujer lo atendió con tal dulzura y delicadeza que provocó que el temperamento débil de Valtek lo hiciese cuestionarse lo pactado con su esposo. Imagino que no solo fue su dulzura sino también su belleza. Se llamaba Etienne y era increíblemente hermosa y desdichada. Pero de una bondad única. Era de esas personas que agradan al Creador. Valtek solía visitarla cuando su esposo se hallaba en los brazos de otra mujer o estaba tirado y ebrio en alguna taberna. Jamás reveló su naturaleza demoníaca.

Creo que Etienne despertó en Valtek ese sentimiento que nosotros tenemos prohibido… y que es solo propiedad del hombre, supongo que fue por ese motivo que Valtek se volvió en contra del esposo. El pobre infeliz sufrió a manos de Valtek una muerte horrenda al cabo de unos días. Valtek hizo que durante una tormenta de nieve el hombre se perdiese en la montaña y luego guió hasta él a un hambriento lobo que lo devoró mientras aún gritaba y se retorcía. Luego de eso, la vida de la joven experimentó cambios beneficiosos. Heredó una gran fortuna, tuvo una criada y empleados que la atendían y hacían todo por ella. Valtek se encargó de cuidarla y de protegerla. Durante algunos años Valtek vivió en la cercanía de Etienne, olvidando sus deberes. Etienne aceptó la amistad de Valtek primero y más tarde le entregó su amor. Mas tarde decidió vivir con ella, para lo cual pasaba casi todo el tiempo en su forma humana. Durante el día él la llevaba a dar paseos por la campiña o por el pueblo y describía con sabiduría todo lo que veía a su alrededor. De ese modo ella imaginaba cómo eran las montañas cubiertas de flores de lavanda durante la primavera, o cómo la nieve comenzaba a cubrir los picos de las montañas durante el otoño. En el pueblo quienes la veían pasear del brazo de un apuesto y oscuro caballero ataviado de una capa negra murmuraban y decían que Etienne era una bruja. Pero Valtek solo tenía que mirarlos a los ojos para que un terror irracional los embargara y se quitasen de su camino. Solía comprar en el mercado del pueblo los frutos más dulces que él mismo elegía y la leche más fresca para alimentarla. Al mediodía Etienne yacía sobre la hierba mientras Valtek trenzaba pequeñas flores amarillas en su pelo. Durante la noche, Etienne se sentaba al calor de la chimenea mientras Valtek le contaba historias acerca de batallas en el cielo entre ángeles fieles a Dios y aquellos que se habían revelado. Etienne esperaba la llegada de la noche para oír esas historias y luego dormirse en sus brazos. Otras veces era él quien se sentaba a escuchar las historias que ella contaba acerca de su niñez y de cómo imaginaba cada cosa que no podía ver. Algunas noches, Valtek vigilaba en la puerta de la casa tomando la forma de un gran perro negro. Valtek vivió como un mortal todo ese tiempo. Aprendió algunas cosas de los hombres que nosotros ignoramos, y eso lo volvió fuerte y peligroso para el resto de nosotros. Creo que experimentó algo así como la felicidad de los hombres. Y día a día esa felicidad se acrecentó. Se olvidó del Creador y del maestro, así como de todos nosotros y de su propia naturaleza. Etienne era una fuerza tan poderosa para Valtek, que lograba doblegar su maldad originaria. Aprendió a reír cuando ella le hacia cosquillas con sus frágiles dedos y a disfrutar de un simple abrazo que ella le diera. Su rostro solo se ensombrecía cuando recordaba que su tiempo con Etienne sería efímero, pero cuando eso sucedía ella percibía su tristeza y se apresuraba a besarlo tiernamente. Y eso disipaba los temores de Valtek. Cierto día Etienne le pidió que la acompañara a la capilla del pueblo y él así lo hizo. Permaneció silencioso y avergonzado pero en ningún momento la abandonó mientras ella agradecía al Creador la presencia de Valtek en su vida. Y el Creador no lo castigó, yo diría que lo aceptó simplemente. Valtek se había vuelto un traidor que solo demostraba lealtad a esa joven mujer. El castigo sería inevitable y terrible. Pero eso no lo asustaba.

Había renegado del Creador por seguir al maestro, y luego lo había abandonado a él por una insignificante mujer…
—¿Y el maestro se lo permitió? —Lilith miraba a Balefar llena de asombro— ¿Dejó que Valtek sintiera amor por ella?
—El maestro se enojó con Valtek y le cobró un alto precio por su traición. Lucifer doblegó a Valtek en una cruel pero breve batalla. Para cuando el combate acabó, la luz de Etienne se había apagado habiendo cumplido su tiempo mortal. Valtek acudió de noche a este cementerio y fabricó con sus propias manos la lápida. Cuando la gente del pueblo observó el cambio, se llenó de temor y abandonó este lugar. Levantaron un nuevo cementerio tan lejos como pudieron y este fue olvidado por ellos y maldito por Valtek, que adquirió la costumbre de venir durante el día. Y como deseaba estar solo, espantaba a los otros visitantes. Ha pasado ya un buen tiempo desde que Etienne murió, pero Valtek no ha dejado de venir un solo día. No se cansa de repetir su fracaso intentando volver a la vida a Etienne, solo ha logrado hacer resurgir una débil flor amarilla… después de todo el Creador es el único dador de vida.

Balefar y Lilith vieron como Valtek se ponía de pie.
—Ya pueden salir de su escondite… —les dijo con una voz amable— y regresar por donde vinieron. No quiero nada con ustedes o con el maestro —esta vez la amabilidad sonaba amenazadora.
—El maestro dice que vuelvas, que todo quedará en el olvido —anunció Lilith —.
—El maestro no sabe perdonar y yo tampoco.

Balefar se interpuso entre los dos demonios y le habló a Valtek.
—¿Valió la pena enfrentar a Lucifer por una simple mujer?

Valtek permanecía de espaldas sin emitir palabras.
—Siendo tú, Valtek, un espíritu de la noche, es extraño que merodees durante el mediodía cuando el solo te ciega… —dijo Lilith confusa.
—A ella le agradaba la luz, decía que entibiaba sus párpados y era lo mas cercano a la sensación de ver el sol… —la voz de Valtek estaba llena de melancolía. Los otros dos demonios no podían verlo, pero él sonreía plácidamente.

Se hizo un silencio durante el cual el tiempo pareció detenerse.
—Ya les he dicho que no deseo su compañía… ni la del maestro… ¡Aléjense! —y dicho esto Valtek se volvió alzando un puño.

Balefar y Lilith retrocedieron, no era prudente hacer enojar a un demonio capaz de enfrentarse con el maestro.
—¡Lilith, Balefar, vuelvan a sus dominios! ¡Valtek y yo tenemos que hablar! —la voz de Lucifer sonó como una explosión. Había llegado impetuosamente, desbordando poder, belleza y decadencia.

Los demonios que espiaban a Valtek hicieron una profunda reverencia hacia su maestro y retrocedieron; antes de desaparecer, Lilith le dedicó a Valtek una larga mirada y una enigmática sonrisa. Se marchó contra su voluntad, para ella las cosas no terminarían ahí. Era demasiado curiosa, caprichosa y ávida de sensaciones nunca antes experimentadas para abandonar a Valtek sin saciar su sed de respuestas. Sabía que tarde o temprano el maestro le permitiría volver a verlo. Tal vez por ser un demonio hábil en el engaño o solo por ser mujer, conseguiría ese favor del maestro.

Lucifer se plantó frente a Valtek, que no demostró temor ni respeto alguno. —Maestro, si deseas combatir, este es el momento propicio…
—No, Valtek, con mi poder y tu rabia podríamos batallar eternamente. Deseo que hagas algo por mí —dijo el maestro en tono conciliatorio—. Yo sé que el Creador ha visto con buenos ojos lo que hiciste por esa mujer a la que amaste. Quiero que te presentes ante el Creador y solicites su permiso para que yo pueda volver a hablar con él.
—¿Por qué habría de hacerlo, maestro?
—Porque estoy cansado de ser quien soy, porque no tengo coraje ni humildad para clamar el perdón del creador. Necesito tu ayuda para lograr una tregua. He esperado esta oportunidad durante mucho tiempo. Sé que es demasiado tarde para que el Creador me permita volver a su lado, solo pretendo descansar en mis dominios, sin prolongar esta dura batalla con él. A cambio le pediré que reconsidere y que te permita ascender, allí encontrarás a Etienne —Lucifer hizo una pausa—. ¿Lo harás, Valtek? ¿Verás y hablarás por mí al Creador?
—¿Y si me niego a tu pedido? —gruñó Valtek.
—Entonces perderás toda oportunidad de volver a encontrarte con Etienne, y serás despreciado y perseguido por los de tu clase. Te condenaré a reinar en este desolado paraje en compañía del cadáver reseco de una mujer que te hubiese temido y no amado, si hubiese sabido quién y qué eras.Y la próxima vez que nos volvamos a encontrar, prometo que nuestra batalla tendrá tal magnitud que uno de los dos será destruido.
—Entonces vuelve al Averno, mi odiado maestro, porque no deseo el perdón del Creador, ni el tuyo. Jamás te ayudaré a encontrar la paz que anhelas. Y si me destierras a esta ciudad de los muertos, mas te vale advertir a los otros demonios que no vengan a molestarme en este lugar porque lo lamentarán.

Lucifer sonrió ante la decisión y la magnífica ira desbordante que inundaba a Valtek. Como aliado hubiese sido uno muy poderoso y como antagonista era uno muy peligroso, ya que su voluntad provenía de un poder del cual él carecía. El amor que había sentido por una simple mortal lo empujaba a la rebelión. Lucifer aún recordaba el amor, pero era un recuerdo tenue y vago. Para él, para Valtek y para todos los caídos, ese era un sentimiento que estaba prohibido. Tendría que seguir esperando hasta hallar una nueva oportunidad de acercarse al Creador. Lamentó haber separado a Valtek de la mortal que amaba. Había sido un error.
—Ni conmigo, ni con el Creador, ni con Etienne… así será entonces —y dicho esto desapareció de la vista de Valtek, que volvió a ponerse de rodillas frente a la tumba y rugió furiosamente. Le pidió al alma inmortal de Etienne que lo perdonara por lo que acababa de hacer y pudo al fin llorar dos lágrimas hirvientes que se evaporaron antes de tocar el suelo arenoso y seco. Luego su sombra se redujo al tamaño de un pájaro y el demonio se convirtió en un cuervo negro y reluciente que se elevó y desapareció entre los picos más altos de las montañas que bordeaban la campiña.

Nuevamente había pagado un alto precio por su desobediencia, pero esta vez era él quien había ganado la batalla… por ahora.

Aún hoy los pobladores de la campiña de Gévaudan evitan acercarse al cementerio. Los que se han atrevido a llegar hasta ese lugar único, extrañamente reseco y estéril, dicen que durante el día un inmenso cuervo negro como la noche sobrevuela las ancianas tumbas de forma amenazadora y suele atacar a quienes se acercan demasiado. A veces un gran perro negro vigila la entrada con mirada iracunda. Una sola persona se ha atrevido a visitar el cementerio durante la noche y la locura ha sido el precio que ha pagado por su temeridad. Desde entonces, el pobre hombre repite una y otra vez a quien quiera oírlo que cuando cae el sol y la noche cierne su manto silente sobre la necrópolis, sobre la única tumba que se encuentra bien conservada surge una diminuta flor amarilla que abre sus pétalos y al cabo de unos minutos comienza a morir, hasta volverse polvo. Y todo el triste espectáculo sucede bajo la atenta mirada de un gran cuervo parado sobre una lápida en la que alguien ha gravado profundamente junto a las otras inscripciones el nombre Etienne. Las únicas flores que perduran un poco más de tiempo son las que de vez en cuando deposita Lilith con gran respeto y ceremonia, bajo la aprobación de Valtek.

Walter Fernando Pohl, Argentina © 2021
wfpohl@yahoo.com.ar

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