Regresar a la portada

...Y LLEGÓ EL DESARROLLO!

Hacía calor, el sol brillaba con tantas ganas que lo quería quemar todo. Ese calor húmedo del trópico que nos recuerda la unión entre el fuego y el agua, porque de esa mezcla está hecha nuestra tierra y nuestra gente, gente de vapor que en lluvias de sudo r riega esa misma tierra. Y Tomás no era la excepción, alto para su raza, con los surcos que la yunta de los años labraron en su cara, amaba esas dos "manzanitas" de tierra, que por cierto eran de las mejores de por ahí, ni muy cerca del río que se inund aran, ni muy lejos de él que hubiera que regarlas constantemente.

Tomás era del pueblo de allá arriba, era de Suchitoto, ahí había crecido, ido a la escuela. De sus hermanos era el único leído y escribido, pero su vocación no era de maestro, ni de obrero, ni de técnico; él era campesino, hombre de la tierra, tanto que s e podría decir que olía a ella.

Un día a los 17 años, como vivía en el lugar de las flores (que eso es lo que quiere decir Suchitoto) decidió cortar una matita de Chulas que se llamaba Antonia. Así se refería a ella: "mi matita de Chulas", y cuando los amigos le preguntaban por qué, pon ía cara de cipote goloso en feria de pueblo, de esos que hasta babean al ver los elotes locos o los panes con gallina y las chancacas y las conservas y después decía:

-Que no las divisado bien pue? -y continuaba- tiene los ojos chulos, Chula la boca, el pelo chulo, la nariz Chula -y con una risita pícara y las manos al frente de su pecho, terminaba- y las ... también Chulas! decime pue, no es una matita de Chulas?

Y esa matita de Chulas necesitaba de un pedacito de tierra en que sembrarla y en la que se pudiera reproducir y poblarlo todo. Por eso Tomás se esmeró en buscarla y cuando llegaron los rumores de que estaban vendiendo tierra en el llano, se averiguó y con tó su dinero ahorrado y habló con el tata que lo amaba y le dio, y la matita habló con el suyo de ella, y como también la amaba y además sabían que Tomás sería buen marido, también le dio, y entre ahorro y dio y dio, se compraron dos manzanitas, así manza nitas dulces, jugosas, llenas de vida y que ellos harían eternas.

Desde ese día Tomás bajaba, después de terminar su tarea, al llano y empezó por cortar troncos de árboles y sembrarlos alrededor de su tierra - "Porque lo ques diuno hay que cuidarlo"- , y compro alambre de púas y lo puso en los troncos para que los anima les no entraran, y limpió un pedacito primero y la novia bajaba a llevarle café y semita y él le hablaba del futuro, le decía que en aquel pedazo habría tomate, y en aquel otro maíz y en el otro maicillo y en aquel pedacito un gallinero, porque las gallin itas siempre eran buenas, y que después de unos años, pues por qué no? hasta una vaquita con su ternero iban a tener, y que no se preocupara porque aunque no hubiera real, comida no iba a faltar, porque además estaba el río, y la pesca era buena, y entre beso y sueños, palabras y manos, aquellos dos cuerpos se evaporaban juntos; y si se miraba al cielo habían muchas estrellas y si se miraba al llano había una.

El casorio fue pa diciembre, siempre es bueno matrimoniarse en diciembre, la casita ya estaba lista, y estrenada, pero ese era su secreto. Tenía tejas para que amansaran el calor y las paredes eran de adobe; en el corredor estaba el poyo con la leña lista para no apagarse jamás y tenía dos cuartos, los amigos no entendían porque dos cuartos, pero Tomás decía que él y la matita solos, que los retoños deberían estar aparte, que las matitas amontonadas no dan más y todos reían.

Pasaron los años y sí fue cierto, hubo tomate y maíz y maicillo y gallinas y no una sola vaca pero tres con tres terneros, y los retoños de la matita fueron tres también: Tomásito, el mayor, y después Antonio y la chulita, que se llamaba Chula y la bautiz aron como María. Todos crecieron en su tierra y comieron y bebieron de ella y fueron a la escuela pero tampoco era esa su vocación y Tomás orgulloso repetía -"Si es que lo que se hereda no se hurta, estos son como yo, a echarle ganas a la tierra".

Un día en que los Tomases recogían el tomate para llevarlo al mercado del pueblo, bajaron Antonio y la Chulita y venían hablando y riéndose y la mamá que los oyó reír a carcajadas, preguntó.

A la noche cuando los monos se habían dormido y Tomás se fumaba su cigarro y su mujer guardaba los comales y pocillos, los dos callados, él pensaba en la tierra y en lo bien que les había ido, eran la envidia de los cuñados y hermanos y ahora que el Tomas ito ya estaba macizo y los ojos le brillaban al ver a las muchachas, como decía don Nelson, el vecino, se estaba poniendo chúcaro, pues ya era hora de ir mercando tierra para el muchacho. De ser posible ahí; ya había tirado la idea al don Marcos, el de la par, que tenía manzanita y media que no le producía nada, disque porque los cipotes se jueron con unos barbudos que hablaban raro y no volvieron más, así que se quería volver al pueblo, el llano es para los hombres de la tierra y son ellos, así como Toma sito, los que debían tenerla, don Marcos lo entendía y ofrecía facilidades de pago, cuando a lo lejos oyó la voz de la matita:
-Tomás, Tomás!, ya estas soñando dispierto otra vez?
-Quihubo?

Fue entonces que le contó lo que los hijos le habían dicho, le dijo que esa mañana habían llegado a la escuela unos señores de la ciudad a hablar con los cipotes para explicarles que de ahora en adelante todos iban a tener luz y con eso podrían tener tele visores y cocinas eléctricas, y refris y luz sin humo... -Pero mujer -interrumpió Tomás- eso no es malo, porque te priocupa? además si no queremos quién nos obliga? Y la matita siguió contándole con la voz como triste -esto no es bueno Tomás, yo lo siento ; dicen que para que todos tengamos energía hay que cambiar el río, moverlo y hacer un lago, un lago justo aquí en el llano, en nuestra tierra -Pero mi matita de Chulas, si los ríos y los lagos los hace Dios no los hombres, tranquila, estos bichos que no han de haber entendido.- Y con esta explicación ella calló y se acostaron; pero muy dentro sentía algo raro, algo así como cuando supo que estaba en estado la primera vez, como si las libélulas del río que venían a jugar en los guacales de agua se le hub ieran mentido en la panza y lo siguió sintiendo, hasta cuando olvido la razón la sensación persistía.

Y un buen día llegaron los hombres de la capital al llano y midieron y caminaron y hablaron de un tal progreso y modernización y un embalse, que aunque sonaba a balsa, no lo era. Reunieron a todos los que tenían tierras ahí, en las veras del río y les dij eron con palabras que no entendieron algo que si comprendieron, y era que en pos del desarrollo y que para que en la ciudad las casas pudieran tener más focos y más cocinas y unos aires que salen de unos aparatos y unas cajas que tienen micos y hacen bull a, sus tierras iban a ser inundadas y que se les reconocería, en un acto de generosidad del gobierno, el valor de las mismas. Por otro lado si no querían el pisto, igual y mejor para la empresa porque con o sin pisto esa tierra se inundaba y punto, y si q uerían quedarse que se fueran haciendo pescados.

Tomás, su mujer y su hijo, volvieron callados, pisando aquel caminito como queriendo que las plantas de sus pies se abrieran para tragárselo, o como queriendo que el camino se los tragara a ellos, y abrieron los ojos para ver lo que todos los días veían y hasta ese momento se daban cuenta que nunca habían visto, lo verde, lo eternamente verde, las campanulas moradas y rosadas y los árboles que siempre habían estado ahí, y abrieron sus pulmones a los olores de su tierra y sus oídos a sus voces y abrieron sus poros para regar la tierra con lágrimas de sudor, y así, callados, sin hablarse, sin mirarse, decidieron.

Al llegar a su casa las labores diarias se reiniciaron, nadie comento lo oído, nadie dijo nada, los tomates se regaron, el maíz se cortó, se limpió el maicillo, la vida siguió día con día, y en los atardeceres se vieron las carretas, que en lugar de volve r al llano cargadas de mazorcas y caña y pepinos, salían de él cargadas de historias, de vidas, sin ningún destino.

Las malezas empezaron a crecer, a comerse las tierras limpias; eran pocos los que quedaban, algunos, tal vez, por no haber encontrado a donde ir, otros esperando levantar la última cosecha y Tomás y su familia por amor.

-"Tomás, Tomás! "- grito una voz del otro lado de la cerca,- "Tomás" insistió.
-Don Marcos, buen día le de Dios.
-Y vos pa donde vas a agarrar? mira que dicen que en un par de días sueltan el agua.
-Ya veremos don Marcos, ya veremos.
-Mirá, mañana voy a ir a traer el famoso cheque, que yo no entiendo que es eso, pero bueno; venís conmigo?
-Sí, los cipotes también van, nunca hemos ido a la capital todos juntos.
-Te hablo pues?
-ta bueno.

Al día siguiente caminaron al pueblo y al llegar a la plaza se compraron zapatos y vestidos nuevos, y las muchachas cuchicheaban al ver a Tomasito, que estaba grande, con un hermoso color de sol en la piel y el cuerpo joven brillaba por el sudor quedito q ue lo cubría, y los niños no sabían porque sin ser diciembre se les había comprado ropa y zapatos y dulces y pistolas de agua. Era como una segunda Navidad en el año, como debería ser. Fue terminando y agarraron el bus para Aguilares, ahí otra vez: tortil la con carne asada, naranjas fresquitas, gaseosas. La chulita y el Antonio solo pensaban en regresar para contarles a sus compañeros de la escuela todo lo que habían hecho y todo lo que habían comido.

Llegaron a San Salvador y preguntando preguntando, a la colecturía de la empresa, y entre paso y paso, pensaba Tomás para que quería aquella ciudad más luz, para que si se veía tanta, y a lo mejor si se apagaban la mitad de las cajas esas que tenían detrá s de las paredes de vidrio ya no sería necesario que le quitaran, más que su tierra, su vida. Pero no dijo nada, y mientras la matita veía cómo detener a los hijos, los Tomases caminaban sin hablar, como hablándose en silencio, como diciéndose tantas cosa s que sólo ellos entendían. Les dieron el tal cheque y don Marcos sugirió cambiarlo, Tomás dijo que no, que se los podían robar en el camino de regreso. Mejor se llevaban el papelito y lo cambiaban cerca del pueblo. Pero antes de tomar el bus en la terminal, Tomás desapareció por un os minutos, cuando volvió en el barullo de subir al bus no hubo preguntas. Don Marcos se quedó en Aguilares, en casa de un hermano, los demás volvieron al anochecer, y caminaron otra vez en silencio al fondo del llano. Tomás pensaba, para que quería aquel la ciudad tanta luz, si ahí en el llano la luna lo iluminaba todo y vio con profunda pena, con esa tristeza que no tiene fondo, como las luciérnagas, porque eso parecían las luces del caserío, se habían apagado, ya no quedaba ni una... Bueno sí había una: la de ellos, que en unos minutos prenderían los candiles. Cuando llegaron se preparó la comida, otra sorpresa, sopa de gallina!, y Tomás la llamó: Antonia, en veinte y cinco años nunca la había vuelto a llamar así, si hasta se le había olvidado que se llamaba Antonia, pero entendió que seria la última vez que lo oiría, y antes de comer los sentó a todos alrededor en el suelo, en la tierra que ya brillaba de haberla barrido tanto; y preguntó a uno por uno si se querían ir de ahí, y uno por uno respondió que no, entonces saco el papelito del banco y lo puso en el fogón que calentaba la sopa, a ninguno le extrañó, luego saco una caja con unas pastillas blancas y echándolas en la olla les dijo que ya nunca se tendrían que ir. Y comieron y hablaron de las cosas lindas de su casa, de lo que habían aprendido en la es cuela y de lo importante que era regar la tierra con el sudor y las lágrimas porque como eran saladas le daban mejor gusto al maíz, a los tomates, al maicillo . Y se fueron quedando dormidos, sobre la tierra, bajo las estrellas, y entendieron todo, menos por qué aquella ciudad necesitaba más focos y más luces, si las estrellas y la luna en el llano lo iluminaban todo.

Aída Elena Párraga, El Salvador © 1997

omartinz@es.com.sv

"Aída Elena Párraga Canas nació en San Salvador en 1966. Incursionó en las artes escénicas desde muy corta edad, destacando entre sus trabajos actorales la participación en el montaje del director Mario Peña de "Ah! Soledad" de Eugene O´neil, así como el papel estelar en "De la misma sangre" del autor salvadoreño Carlos Velis dirigida por el Maestro Emilio Carballido, obra que representó a El Salvador en el Festival Latino de Nueva York en 1990. En su país forma parte del elenco estable de la compañía de teatro Hamlet.
Entre sus proyectos culturales se encuentra la formación del grupo poético Poesía y Más..., integrado por otras tres escritoras con quienes ha desarrollado, en lo que va del año, alrededor de 10 recitales de poesía dramatizada, introduciendo con esto un nuevo concepto, en El Salvador, de actividades poéticas. Dominar el género del cuento, el relato corto, es una de sus ambiciones como aspirante a escritora, la motivan a escribir las historias de la gente común y corriente que deambula por las calles de su país, por sus veredas, por su historia.
Otro de sus proyectos pronto a realizarse es el programa de radio "La Bohemia", revista poética y cultural a través de la cual se dará un espacio a jóvenes poetas y artistas en general para que difundan su producción, este programa se transmitirá en vivo desde los estudios de YSUCA, radioemisora de la Universidad Católica "José Simeón Canas".
Aída es Ingeniero Electricista de profesión, pero nadie se explica ni cómo, ni por qué.

Para enviar un comentario sobre este cuento pulsar [AQUI]

Para ver lo que los lectores han dicho sobre este cuento pulsar [AQUI]

Regresar a la portada