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Yo

Estoy atada. Es de noche.
Tengo miedo a la oscuridad.
Mamá me amarraba las manos y los pies, para no estarle pateando y puñeteando a los malos sueños que me vienen en la oscuridad de la noche.
La boca no me la atan, por allí se me escapan los gritos de miedo, y la baba que moja mi ropa.
“Si fueras hombre, te amarraría el pájaro” gritaba mi madre por las mañanas.
“Es una loca cochina” dijo papá.
Por eso duermo con unos costales en el suelo.
Me gusta tirarles piedras a los pajaritos.
“Todas las cosas las tiras al suelo” decía mamá.
Mi padre me regaló una soga, para amarrarme a una estaca de hierro que clavó en el suelo.
Desde que estoy amarrada vivo dando vueltas y vueltas, arrastrándome por el suelo mojado.
Frente a la puerta de la casa hay una perra. Es negra. Papá la amarró porque muerde a la gente que pasa por allí.
Dicen que a mi no se me da por morder. Pero si me gusta tirar piedras a los pájaros.
Ya soy más alta que mamá. Ella se achicó por las cañas que carga sobre la espalda.
Papá es más grande que yo.
Antes que salga el sol, los tres salíamos al campo.
Ellos trabajan en los cañaverales de la hacienda. Sembrando o echando guano. A veces están tumbando cañas con sus machetes.
A mi me amarran a un árbol. Allí mis manos hacen barro con el agua que se me viene así nomás. Así nomás por así. Sin que yo quiera.
Al árbol llegan los pájaros y yo les tiro piedras.
A veces no llegan pájaros ni me orino. Entonces estoy rompiendo tiras que arranco de mis vestidos.
Mamá dice que si no me atan me voy a los sequiones.
A mi me gusta el agua. Ella dice que es peligroso, porque puedo ahogarme.
No sé cómo se puede estar ahogado en el sequión.
Dicen que se muere. Y yo no puedo morirme.
A los muertos los entierran en los montes.
Antes en casa tenía un perrito que jugaba conmigo. Yo le daba leche de mi teta. Dicen que murió apretada en mis manos.
Eso es mentira, Pero me acuerdo que a veces me mordía las tetas.
“Es tu hijito” decía mamá. Y yo jugaba con ese perrito, aunque me mordía las tetas.
Las víboras matan a la gente cuando muerden. Entre los cañaverales hay muchas. Por eso queman las cañas antes de cortarlas.
Las víboras escapan asustadas por la candela.
Algunas vuelven después de las incendiadas de los cañaverales.
A mi me mordió una, casi me muero.
Mamá dijo que fue un monstruo.
Una tarde, papá y mamá trabajaban en el campo. Por eso no se dieron cuenta que la soga con que me ataron al árbol se había roto.
Caminé sin saber dónde.
Un hombre me encontró y me hizo jugar en las cañas.
Yo no quería, tenía miedo por las víboras. Pero a jalones me hizo entrar en los cañaverales para jugar a las revolcaderas, así como juegan mamá con papá.
Allí me mordió la víbora, el monstruo.
El veneno se me fue hinchando en la barriga.
Un día me hizo doler mucho la hinchazón del veneno y haciendo mucha fuerza la saqué.
Cuando se me salió el veneno casi muero de dolor.

Hoy en la tarde hizo mucho calor.
Papá y mamá estaban cortando cañas. Yo estaba amarrada esperando a mamá. Es ella quien me suelta la soga y me trae a casa. Pero hoy, quien me trajo a casa fue papá.
A mamá la trajeron cargada entre varios cortadores.
–Fue un ataque al corazón –dijo un hombre.
Debió ser una víbora grande, para que pueda saltarle hasta el pecho.
Las víboras no tienen alas como los pájaros.
Yo he visto una hace tiempo. Mamá la encontró entre los cañaverales y la mató con su machete. Era del color de las cañas. Me la enseñó hace tiempo, tenía el largo de mi brazo.
Ahora los cortadores han dejado a mamá en la cama, donde juega con papá por las noches, y ya es de noche.
Ella está muy dormida. Las mujeres la han cambiado de ropa. Dicen que está muerta, por eso no puede cambiarse sola.
Una tela blanca han puesto en la cama, sobre los costales de guano vacíos donde ella siempre dormía por las noches.
Han prendido unas velas y a mamá la están abrigando con flores.
Yo tengo sueño y quiero dormirme con mamá, para taparme con las flores y no con los costales de guano ni en el suelo.
Tengo miedo.
Si apagan las velas todo se pondrá oscuro.
Unas gotitas se me salen de los ojos. También de los ojos de papá cae agua.
Mucha gente ha venido a mirar, con los ojos mojados a mi mamá con ojos mojados a mi madre que está durmiendo.
Sólo a ella no se le sale agua de los ojos porque los tiene cerrados…
Las gotitas de agua caen como la de las velas.
Mamá decía que cuando yo duermo, me estoy moviendo de un lado a otro.
Ella no se mueve, pero tengo miedo.
Si se moviera ella, podría botar las velas. Tengo miedo porque entonces se incendiaría la casa, así como los cañaverales.
Si se incendiara la casa se quemará, porque está muy dormida.
Es de noche.
Tengo miedo.
Quisiera tener un perrito que muerda las tetas y juegue en mis manos para no dormirme nunca…

Félix Toshi, Perú, Francia © 2014

Toshi.felix@gmail.com

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