En El niño partido en dos un hijo regresa a la antigua casa
familiar, en la que su madre, ahora ya fallecida, solía hablarle de la desgraciada vida de un niño partido en dos.
En El final del laberinto un hombre en la treintena recorre
el pasillo de su casa para ir abriendo las puertas de su subconsciente, que le presentan diferentes estampas de la vida de
su madre.