Ciruelas y
almendras verdes, de Jesús Meana, es un cuento perfecto para
conmemorar el aniversario del primer año de Proyecto Sherezade. Empieza
con el Ramadán, en Irán; una escena de vendedores ambulantes nos
transporta de inmediato al mundo de Sherezade. Dentro de él hay tres
cuentos a los que hermanan el miedo, la persecución y las memorias del
pasado. El primer párrafo genera la propuesta entera del cuento, plantea
la tensión y nos introduce en el universo narrativo de una manera
semejante a la famosa magdalena de Proust.
"Ciruelas y almendras
verdes", obertura de esta trilogía, es la historia de unos secuestradores
que se equivocan de víctima y en seguida atrapa al lector con su rapidez
narrativa. En "Nescapolita" pasamos como por magia del Teherán de Jomeini
al castizo barrio madrileño de Oporto; el despertar a la sexualidad de un
niño es tratado de una manera tierna que hábilmente neutraliza un ambiente
de violencia y sexo mercenario. "San Fermines", ambientado en los días
finales de la dictadura franquista, sigue la línea de las otras dos
partes, salvo por un humorismo más deliberado y no por ello menos
fresco.
Pareciera que el humor caracteriza a los cuentos de este mes. No se puede evitar la franca risa a que invita La última espera. En este relato el muerto mismo, un anónimo abogado, nos participa de su defunción. La narración desde el féretro es un recurso de ficción que envuelve al lector desde las primeras líneas. Los personajes son en extremo creíbles y vívidos: la viuda aliviada, Gil el compañero de oficina, la amante... El lenguaje contribuye a ello con modismos y, en ocasiones, con los arcaísmos que caracterizan el hablar bogotano. Mario Lamo saca el máximo provecho al hiperrealismo del cuento. Su versión del realismo mágico está revestida de agilidad y brillantez.
Por último, Víctor, igualmente cargado de ironía, es una interesante reflexión sobre los mitos de la hombría y la iniciación sexual del adolescente, sobre la dulzura que en las más inesperadas personas podemos hallar y, ante todo, sobre la soledad. El cuento se inicia con una referencia a la animalización de Segismundo, el cautivo protagonista de La vida es sueño de Calderón, aunque en esta versión del mexicano Jorge Morfín la impotencia del macho que se esconde en la cueva, avergonzado de su falta de hombría, da un nuevo significado al Segismundo calderoniano.
Carlos A. Jáuregui Didyme-Dome
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José Luis Martín
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Enrique Fernández
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