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Los cuentos de marzo

El primero de los cuentos de este mes, Lluvia de polillas, del nicaragüense Ricardo Armijo, nos conduce con escalofriante eficacia al interior de una pesadilla en la que la alienación de la vida en la gran urbe y la irracionalidad de las masas se aúnan para crear una atmósfera de vértigo y desesperación. Un atardecer como otro cualquiera, entre el incontrolable y tumultuoso tráfico de una gran avenida, una distraída conductora se ve envuelta en un trágico accidente cuyas consecuencias sólo ella parece comprender. La pulcritud y nitidez del relato, la perfecta recreación del ambiente, la familiaridad de muchas imágenes, hacen de este relato una de las más inquietantes pesadillas que recordamos haber leído.

Una lectura política y una lectura existencialista son inevitables al leer Viaje al pueblo vecino, del escritor chiapaneco Juan Carlos de la Parra . El cuento nos narra, con la devastadora inocencia de los cuentos infantiles, la historia de dos pueblos vecinos que viven ignorándose. A pesar de su cercanía geográfica, sus mentalidades son tan distintas que toda comunicacion es imposible. El narrador ha cruzado la frontera y ahora vive del otro lado, desde donde nos narra esta historia de incomunicación. Con algunos toques surrealistas este cuento nos hace cuestionar la realidad de los prejuicios.

Morgan, del español Rafael Alonso, es también un cuento en primera persona, en este caso una confesión escalofriante de un narrador que obtiene placer del dolor ajeno. Torturador de pequeños animales y asesino de pordioseros por puro placer, este personaje monstruoso nos cuenta su evolución sin el menor remordimiento, presentándonos el horror de un mundo en el que los hechos están desprovistos de toda consecuencia ética. Su indiferencia nos recuerda al extranjero de Camus.

No menos conflictiva, para completar el círculo de reflexión sobre la violencia a que nos someten los cuentos de este mes, es la explicación al misterio de los niños desparecidos en Recuerdos del mestizaje, del panameño A. Paredes. Esta historia de fantasmas y aparecidos, como la famosa "llorona" que miles juran haber oído o visto en los campos en Latinoamérica, sirve de pretexto para traernos un mundo en el que la modernidad y el medievo conviven, en el que la ciencia y la magia se amanceban, se juntan como la bella indígena del cuento y Ricardo el amigo del protagonista. Al fantasma se le responsabiliza de la muerte de los niños en una comunidad que se entregó a lo extranjero y cambió el maíz de siempre por el de laboratorio. En este cuento leemos una búsqueda dramática de identidad cultural, lingüística y hasta la nostalgia por los mitos perdidos.

Carlos A. Jáuregui Didyme-Dome
jauregui@avalon.imagixx.net

José Luis Martín
joselmartin@hotmail.com

Enrique Fernández
fernand4@cc.umanitoba.ca

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