Semáforo en verde. Los buses aceleran con un instinto suicida. Un perro escuálido escapa del mercado con un trozo de carne. Una bella mujer enciende la parrilla anticuchera. Una vieja se queja de su vejez. Unos rapazuelos se meten al billar, otros al play. El paradero está plagado de escolares. Alguien espeta una grosería. Todos ríen. Un escolar le roba un beso a una chica. Y él sigue ahí, acariciándola con la mirada, hablándole con los ojos. ¿Cómo abordarla? ¿Cómo confesarle que se muere por ella? Piensa en decirle algo como “Disculpa, amiga, quizás tú no lo sepas, pero desde hace mucho tiempo yo te amo”. No puede evitar sentirse cursi, un gesto de decepción se marchita en sus labios. Ojalá tuviera el valor de hablarle, pero todas las frases que inventa le parecen absurdas, ella lo tomaría por loco o retrasado. En estos momentos fatales desearía ser como uno de esos galanes de la tele a los que les basta sonreír para tener el mundo a sus pies. Su cobardía, una vez más, florece… Entonces, ella, desentendida del nudo de nervios que es el pobre muchacho, trepa con agilidad a la combi amarilla, se interna entre ese mar de gente y desaparece en los intestinos de esta enredada ciudad. Un suspiro, una oportunidad más que se va, volver a casa con el pesar de costumbre. En fin, mañana volverá a estar ahí, puntual, listo para no hablarle.
David E. Cabana Huanqui, Perú © 2015
Jhan_ovi2@hotmail.com
Ilustración realizada por Enrique Fernández
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