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Cuatro esqueletos de negra narrativa

I

Cuando una tromba de agua inutiliza los limpiaparabrisas del coche y convierte la tarde en noche cerrada y los ruegos en aullidos, cualquier conductor sensato puede perder los nervios. Este no era el caso de Jon, cuyo estado de exaltación era casi permanente. Para él no entrañaba dificultad matar a alguien, lo difícil era encontrar un motivo que dejara tranquila la conciencia de los investigadores que necesitaban causas que explicaran los hechos. “Qué idiotas, a estas alturas y aún creyendo que la vida tiene lógica”.

Jon miró a su derecha. En el asiento del copiloto estaba sentado su hermano, quizá la persona que más admiraba, alguien que había salido de situaciones muy putas desde niño y ahora era un hombre respetable. Le metió un codazo brutal que le fracturó de inmediato la nariz y lo dejó semiinconsciente. Rápidamente extrajo de la guantera una pistola y le disparó en la base del cráneo a su amado hermano. Abrió la puerta del coche y con el pie empujó su cadáver hasta hacerlo caer al asfalto de una carretera secundaria, inundada y desolada. Arrancó y se fue sin mirar atrás.

En los días de lluvia aún siente algo, pero no sabe explicar bien el qué.

II

Cuando se encontraba en alguna reunión social no sabía qué decir. Empezó a beber whisky escocés en exceso. Descubrió que si bebía hasta comportarse con torpeza, la gente dejaba de hacerle preguntas estúpidas sobre el trabajo, la familia y esas cosas. Se abalanzó hacia la bebida porque era un misántropo convencido, empezando por él mismo. Alguien le aconsejó que se comprara un perro. Eso que llamaban mascotas le daba grima, con esos dueños neuróticos que proyectan sus disfunciones emocionales en animales que solo buscan el sustento diario. Así que estaba solo, a pesar de estar casado con una mujer que yacía con hombres ambiciosos y oscuros. A él le daba igual. Sin embargo, en su proyecto de autoeliminación, urdió un plan por divertirse. Contrató un millonario seguro de vida a favor de su mujer para que hubiera un motivo a ojos de cualquiera, y empezó a echar, en su eterno vaso de Cardhu 12 años, pequeñas dosis de descongelante que guardaba en el garaje de la casa. Era un suicidio, pero pareció un envenenamiento programado durante semanas, que es el tiempo que su cuerpo aguantó hasta colapsar. Detuvieron a su mujer y a su último amante. A él lo enterraron y en su lápida se puede leer esta inscripción: "Mañana volverá a salir el Sol, siempre y cuando haya alguien ahí para verlo. En esta ocasión, ese alguien no seré yo".

III

En 1971, ingenieros de la Unión Soviética provocaron un incendio en un gran agujero lleno de gas en el desierto de Turkmenistán. Previendo que las llamas se extinguirían en unos días, se sorprendieron al comprobar que el fuego continuaba vivo. Y así sigue 53 años después, en ese sitio conocido como “La Puerta al Infierno”.

Comenté este asunto con el padrino y le sugerí que nuestra familia podría preparar algo parecido aquí, a las afueras de Burgos. Algo más humilde, claro, una especie de postigo al limbo, un agujero de fuego donde echar los cuerpos de aquellos que están en contra de la prosperidad de nuestra familia y que no caben en el contenedor de residuos biológicos. Algunos círculos de la policía nos llaman mafiosos. La gente usa las palabras con mucha ligereza. Somos una familia unida que ama la tradición de hacer lo que nos sale de los cojones, con negocios y algunos amigos de usos algo bruscos, pero nobles de riñón, que ponen orden entre quienes opinan que las cosas han de ser diferentes. El padrino, que es mi tío por parte de madre, sonrió y me dio libertad para que iniciara ese proyecto de ingeniería social. No sé si nos darán un premio por eliminaciones limpias y sostenibles en el tiempo, pero nadie puede negar que cuidamos del medio ambiente.

IV

Sí, fue una carnicería, y sí, fue la ejecutora. Pero ella nunca estuvo allí. Los hechos ocurrieron como la luz ilumina una estancia a oscuras: pulsando un interruptor. Ella fue quien hizo el gesto y la sangre lo anegó todo sin que llegara a mancharse las manos. Estaba en la peluquería en ese instante. Los miedos, los silencios, las dudas, los malentendidos, hicieron su trabajo y entre ellos se quitaron la vida sin saber que no había necesidad. La peluquera le preguntó mirándola en el espejo si estaba satisfecha con el cardado. Ella sonrió.

Luis Amézaga, España © 2024

luisamezaga43@gmail.com

Luis Amézaga. Nacido en el año 1965 en la ciudad de Vitoria (España) donde vive actualmente. Entre lecturas y escritos concibe la medida del tiempo. Mantiene habitualmente el blog El búnker travestido: https://bunkertravestido.blogspot.com/

Ha escrito artículos y colaborado en diferentes revistas literarias: Bolsa de Pipas, Letralia, Ariadna, Narrativas, Almiar-Margen Cero, Groenlandia, Agitadoras… Ha participado en antologías de relatos y poesías como La Casa del Poeta (Noche Polar), Doble en las Rocas y Escribir en Crisis(Editorial Letralia), o Antología de poesía Viejoven (Versátiles Editorial). Es autor de varios libros de poemas: El Caos de la Impresión, A Pesar de Todo...Adelante, o Los Alrededores del Idiota. Con el poemario Bolsa de Canicas obtuvo el premio en el certamen convocado por la revista literaria Katharsis y se publicó revisado en segunda edición en el año 2012. Ofreció a los lectores el libro de máximas y aforismos El Gotero en la revista Groenlandia. Con el poeta Adolfo Marchena publica el libro de crónica poética La Mitad de los Cristales. También compartió proyecto en su libro dietario El Reloj de Arena junto al escritor hondureño David Morán. Destaca la publicación del libro de sentencias, crítica y pensamiento, que ha recogido bajo el título Una semana de arresto domiciliario. Cuenta también con un librito de relatos titulado Tarde de Moscas, y su flamante trabajo publicado con la editorial Amarante bajo el título: Vuelos rasantes, un ejercicio narrativo que cuenta con nueve historias perturbadoras. Su última entrega a los lectores es el libro Los ladrones de Ideas, con el que obtuvo el segundo premio del IV Concurso Literario de Relatos "Letras Cascabeleras".

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