El joven logró llegar al mar, sin dinero y muerto de hambre, pero con la sagrada misiva en un bolsillo y el asno blanco sano y salvo. No pudiendo encontrar trabajo en los embarcaderos y muelles del puerto, se lanzó al Océano Atltántico con el animal en una balsa y navegaron meses hasta llegar a las bravas costas de España. Ahí descansaron, comieron y durmieron durante diez años antes de emprender un largo viaje hacia el norte de Europa, donde yo vivo.
Le decían El Comprita porque por las noches cuando no era El Manicero, salía con su buquecito a comprar cosas. Cualquier cosa... viejos alambres oxidados, restos de estufas a parafina, revistas de siglos pasados, botellas, viejas fotografías. Y con su elocuencia e ingenio prodigiosos lo vendía todo en El Mercado de las Pulgas y compraba más maní que tostaba y preparaba con su madre para el día siguiente.
Nuestra amistad se fué consolidando a medidas que íbamos madurando. Yo lo guiaba en rondas nocturnas por las mansiones del barrio alto a comprar objetos curiosos e inservibles y conversábamos incesantemente acerca de la inestable situación política del país. Él me mostraba el nervio de la miseria y la pobreza de nuestra amada patria. Yo tan sólo conocía la retórica a pesar de estar profundamente involucrado en acciones pro gubernamentales. Y cuando el temido y sangriento golpe de estado militar irrumpió en nuestars vidas cual pesadilla, El Comprita me tendió inmediatamente la mano escondiéndome en un pequeño cuartito de su humilde casa.
Su rutina cambió drásticamente. Ya no salió más a vender maní. Él y su madre Rosa atendían a innumerables personas que venían a la casita durante el día, tomaban interminables tazas de té y cuchicheaban hasta el atardecer. Me tenían estrictamente prohibido salir de mi cuarto cuando habían visitas.Y en las noches, desafiando el toque de queda y el estado de sitio y de emegencia que había instaurado la dictadura, salía con su buque manicero a las desoladas y peligrosas calles santiaguinas y al agresivo río a rescatar a seres anónimos heridos o asesinados por los soldados y la policía. Los llevaba a los hospitales mas cercanos para que los identificaran y no fueran sepultados en fosas comunes en el desierto y declarados "desparecidos".
Con el tiempo descubrí que los visitantes golpeaban en la puerta y preguntaban "¿Compra cosas antiguas?". También vi a través del ojo de la cerradura que traían fotografías...
Una noche me empujó al buque manicero, me ocultó entre objetos antiguos y me condujo corriendo al aereopuerto. La despedida fué muy rápida. Un apretón de manos y una mirada firme a los ojos confirmando la inmortalidad de nuestra amistad.
El viaje en avión fue una sóla interminable pesadilla febril; una maraña de familiares llorando, amadas abandonadas, contraseñas, fotografías de desaparecidos y maní... mucho maní y objetos antiguos.
¿Habrá transcurrido realmente ya casi medio siglo desde estos acontecimientos? Llevé a Caupolicán y su asno al aereopuerto y volví a mi casa a llorar amagamente con la carta emtre mis manos.
Estimado señor,
debo comunicarle la terrible desaparición de mi hijo Pedro, más conocido entre sus amigos
como El Comprita, el Compra Cosas y El Manicero.
Desde su partida él no ha sido el mismo. Siguió unos meses con su labor de rescatar cadáveres
y heridos hasta que una noche llegó a casa con un alma.
Había además un alma herida en su carrito.
No teniendo dónde llevarlas -los hospitales no reciben a este tipo de seres, me dijo- las dejó
dormitar en el cuartito que Usted ocupaba meses antes de su viaje al extranjero.
Pero las cosas se complicaron mucho. Salía todas las noches como siempre, a pesar del toque de queda, y volvía a casa con más almas.
Nuestro hogar se llenó de ellas y no teníamos espacio suficiente para vivir o dormir o comer.
Frente a nuestra puerta había interminables filas de espíritus pidiendo asilo.
Muchas veces llegaron soldados y policías a allanar nuestro hogar, sin resultado alguno para
ellos. Como Usted seguramente sabe, las almas son invisibles.
Anoche llegó el alma de Pedro, su amigo El Comprita, señor, a quedarse conmigo para siempre.
Las autoridades lo han declarado oficialmente desaparecido.
Esperando que Usted esté bién en su nuevo país, le mando un gran abrazo.
Señora Rosa
Ian Welden, Dinamarca, Chile © 2011
ian.welden@mail.dk
Fotografía de Robinson Hakim
Puerto Montt, Chile.
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