En Lepra los afectados por esta destructiva enfermedad no son personas sino libros aquejados de una dolencia desconocida que hace que las letras se desprendan de las páginas para desesperación de su dueño. Con un estilo elegantemente sobrio, este cuento muestra cómo es posible crear una buena historia a partir de una idea aparentemente simple, pero que conecta con obsesiones constantes en la literatura como la decadencia física de los objetos que nos rodean y la desintegración paulatina e inevitable de nuestro propio cuerpo.
Donesta, el nombre de la protagonista del segundo cuento, recuerda a Remedios la bella de Cien años de soledad, una joven de belleza sobrenatural pero desprovista de inteligencia, una "donna angelicata" cuya belleza no podrá ser capturada en una fotografía hasta el sorprendente final del cuento. Aunque a simple vista esta historia no tiene ninguna relación con la anterior, el lector avezado notará la misma resistencia obsesiva ante la desintegración del cuerpo y su destrucción. El final paradójico de "Donesta" es sin embargo muy diferente del final abierto de "Lepra".
La última de las historias de este mes, Los justos, presenta también un caso paradójico, el de la injusticia cometida en nombre de la justicia. Este relato, situado en un remoto lugar imaginario, se construye mediante un delicado juego de equilibrios y paralelismos, y enfrenta a dos figuras aparentemente antípodas, el poderoso huésped de un hombre rico y la pobre criada de su anfitrión. El significado de la historia va más allá de la mera enseñanza moral de la "moderación en todo" que hubiera podido evitar la desgracia, e incluso del principio legal del beneficio de la duda (aunque no faltarán en nuestros días quienes necesiten aprender sobre la diferencia entre acusado y culpable): el hermanamiento en la desgracia de ambos personajes hace de la igualdad entre todos los hombres, por encima de cualquier frontera, el tema central de "Los justos".
Enrique Fernández
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José Luis Martín
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