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Me olvidé de vivir

Si bien hace un tiempo muy largo que estoy de este lado y en paz, hubo otro tiempo. Hubo muchos tiempos. Los confusos me llevaron por un camino de amargura que -hasta que perdí toda noción de tiempo y espacio- fueron lo peor de mi vida terrena. No sé cuando ni cómo empezó todo. Yo tenía una esposa maravillosa, hijos, nietos. Estaba jubilado y jubiloso. Y tuve que ir al médico porque ellos dijeron que yo no dormía y deambulaba por el pasillo de madrugada. Es cierto que hacía años que ya no trabajaba y, de pronto, empecé a dudar de mi estado en el Banco. “Me van a expedientar por no abrir la oficina en el horario previsto“, le dije un día a mi hijo, por teléfono. Eran las cinco de la mañana y él me gritó que no tenía que abrir ninguna oficina, que me fuese a la cama, que tranquilo, que hasta luego padre. Y allí, solo y desamparado, confuso, me puse a llorar. Yo que había llorado unas dos veces, con una guerra a cuestas y todo. El médico era muy agradable y me preguntó muchas cosas. Era como un juego. Por ejemplo, ¿sabe usted muchos refranes? y yo, experto en eso, en crucigramas y en números, entre otras pequeñas habilidades, simpaticé de inmediato con el galeno. Empatía, dicen en los crucigramas y en los diccionarios, si lo sabré yo. Era un joven que escuchaba y esperaba: iniciaba un refrán y yo, que sabía cómo seguía, me trababa hasta que arrancaba y lo decía de corrido. Y él, “perfecto, y una dicción cuidada, se nota que ha sido usted maestro”, y yo, anda que de eso ya ni me acordaba aunque ahora que lo dice, sí, un maestro imaginativo. Y muy joven, como usted. Al médico fui con mi hija mayor. ¡Pobre mujer! Me bañaba, me daba de comer, me vestía, cantaba para mí, y yo, yo la quería pegar, siempre, siempre, aunque ya la había querido tanto desde antes de nacer, mi hija...

Mi mujer ya no dormía conmigo. Me la quitaron. Se escondía. ¡Cómo sufrían todos! Y ni sabían cuanto sufría yo, yo mismo, con ese olvido de vivir que me había entrado, de súbito pensaban, ni cuenta nos dimos nadie que la dolorosa desmemoria llevaba años inmiscuyéndose en mi cerebro y lo iba haciendo papilla, papilla gris sería, papilla fea...

Tuve momentos gratos, claro. Miraba por la ventana del salón, al jardín. Y volvía atrás, atrás, atrás: mis hermanas trepaban a un manzano en casa de padre y madre y yo les gritaba que se iban a hacer daño pero ellas ni me miraban aunque se reían. Y me daba un miedo atroz que se mataran sin escucharme, sin verme. “¿No ves a mis hermanas, hija mala?” y me quería tirar por la ventana, lo intentaba, me agarraban con fuerza pero la mía se multiplicaba y era dañina, oscura, animal.

Desde aquí las cosas se ven de una forma totalmente tranquila y natural. Es al otro lado, en la vida, en el reverso, en ese envés tan conocido que se vuelve inviable, invisible, donde se sufre y se hace sufrir. Lástima no ya lo que a uno le duele si no lo que hace doler a los demás. Dolores sordos o gritadores, dolores de lágrima viva o de silencios mortificantes. Ese dolor de olvidarse de vivir que atrapa a todos en una red triste, irracional, donde nada es lo que parece y uno, solo, solo, llamando a su madre muerta hace siglos pero viva justo al lado, mano que se estira para agarrar esa mano y encuentra otra, la mano de esa hija, mala, mala. Triste, lo más triste de la vida es la muerte de la neurona, esa señora que manda mucho...

In Memoriam: a mi querido padre en el 22 aniversario de su éxitus.

Ana María Lezcano Fuente, España © 2020

anagun@gmail.com

Ana María Lezcano Fuente nació en San Sebastián en1950. Es diplomada en Turismo (T.E.A.T), habla algunos idiomas y ha vivido en diferentes países.
Cultiva la narración y la poesía desde la juventud. Ha conseguido diversos premios y, además de ávida lectora, ama la fotografía, participando también en certámenes. Así mismo ha colaborado en páginas web “colgando” relatos de viajes y artículos de opinión. Otros gustos son los viajes y la música. También le interesan las nuevas tecnologías.
Su primera publicación fue en 1985 y sigue escribiendo y publicando. En la Biblioteca Municipal de su lugar de residencia tienen un monográfico con su obra.
Le gustan mucho el relato corto, los haikus y tankas y las poesías de rima libre. Tiene mucho material sin publicar. Sus publicaciones están dispersas en antologías o libros publicados fruto de resultado de concursos e invitaciones a colaboraciones. Sigue escribiendo para diferentes certámenes y por placer. También gestiona algún blog personal.
Acaban de aceptar su inscripción como autora en la Sociedad Cántabra de Escritores (SCE). Forma parte de REMES (Red Mundial de Escritores en Español). Sus derechos de autor están protegidos por CEDRO.

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