Festejaba sus 50 años con familiares y amigos y, con una copa de champagne en la mano, recorría las mesas tomándose fotos con los invitados.
—Lara, esta fiesta es lo mejor que podías hacer para celebrar tus 50 —dijo Aldana, una de sus amigas.
—Es cierto —dijo Guido, el novio de la mujer, divorciada desde hacía seis meses—. Mirate, rodeada de gente que te quiere, tapada de regalos, espléndida como siempre…
—Es todo un cambio verte así —dijo Raquel, otra amiga que compartía la mesa—. Nos tenés acostumbrados a los jeans y las zapatillas… mirate ahora…
—Y ¿cómo voy a ir a las obras a controlar los avances en la construcción con otra ropa que no sea esa?
Magalí se acercó en ese momento.
—Mamá, estás resplandeciente. Esta túnica te hace brillar. ¿Viste que hicimos bien en insistir para que te la compraras?
—No sé, con lo que había elegido estaba más cómoda, pero cuando iba a salir Cora me saltó encima con las patas embarradas. Me quería morir, pero fue una suerte que me hicieran comprar esto.
—Y díganme —agregó Magalí—, ¿esas sandalias no son alucinantes? Si hubiera sido por ella, se habría puesto los zapatitos chatos que usa para ir a la oficina.
—Pero sigo sintiéndome insegura arriba de estos diez centímetros de acrílico.
—Lara, las chicas estuvieron acertadas —dijo Aldana—. Y esta decoración mínima es fabulosa, sólo hielo y fuego.
—Como ella —asintió Magalí—. El fuego de su creatividad, que no se apaga nunca, y el hielo por la calma que tiene para aceptar cuando algo no es posible.
—Pero… ¿cómo hicieron con las esculturas? —dijo Lara.
—Buscamos en tus archivos, encontramos tus dibujos, se los dimos a alguien que las hace y… ¡voilà!
En el salón las mesas de los invitados formaban un círculo alrededor de una columna blanca sobre la que habían colocado un gran cuenco de bronce con una lámpara de aceite en su interior. En los rincones, cuatro esculturas de hielo reproducían edificios de diseños inauditos. También de eso se habían encargado su hija y su amiga Gaby. Admiradora de Antonio Gaudí, Lara hacía bocetos de construcciones que recordaban a las del genio español. Las luces, la música, los platos servidos, todo había hecho que esa noche fuera perfecta para Lara.
Ya había olvidado el disgusto que Cora le había dado como regalo de cumpleaños: cuando iba hacia su auto, estacionado en el camino de ingreso a la casa, la golden retriever corrió hacia ella. Antes de que pudiera evitarlo, la perra apoyó sus patas embarradas sobre su blusa blanca.
—¡Cora! ¡Fuera! No puede ser… ¿Y qué hago ahora? ¿Qué me pongo?
En ese momento recordó la túnica que Magalí y Gaby la habían obligado a comprar. Volvió a su dormitorio y buscó la prenda en el vestidor.
—Es linda, pero… ¿cómo me va a quedar?
Cuando la tuvo puesta, el espejo le devolvió la imagen de una mujer más bella de lo que siempre se había sentido.
—Al final, fue una suerte que las chicas me hicieran comprarla. Al menos las sandalias sobrevivieron a Cora.
Hacía más de un mes que Lara las había comprado, también empujada por la insistencia de su hija y de su amiga.
—Mamá, estas sandalias te van a quedar grandiosas con la túnica.
—¡Ni lo piensen! Estas tiras tan finas no me van a sujetar el pie. Y encima, con estos tacos tan altos… me voy a romper un tobillo, seguro.
—Lara, no seas tan amarga. Son hermosas.
—Chicas, saben que no estoy acostumbrada a usar tacos.
—Dale, mamá. Te las vas poniendo para estar en tu casa en los días que faltan para la fiesta y las vas amoldando.
—No sé por qué siempre me dejo convencer por ustedes. Ya me hicieron comprar esa túnica que no tiene nada que ver con mi estilo… y ahora esto…
Poco antes, las tres habían estado en una casa de venta de prendas para fiestas. Lara había elegido un pantalón negro y una sencilla blusa de organza blanca, pero las otras habían insistido con que debía usar algo más elegante.
—Mamá, son tus 50. Vas a ser el centro de la fiesta y tenés que estar acorde a ese acontecimiento.
—Tu hija tiene razón —dijo Gaby—. Lara, no todos los días se cumplen 50 años. Acordate de lo que fue mi fiesta.
Lara no podía negar que la túnica era sobria y elegante. Confeccionada en gasa de color verde mar, larga hasta los tobillos, tenía un hombro descubierto y unas largas mangas de estilo murciélago.
—Nada más que una cadena plateada y unos aros pequeños —dijo Magalí—. No necesitas ponerte otra cosa más que eso.
—Está bien, la llevo para darles el gusto, pero vayan sabiendo que no la voy a usar. De esto no me van a convencer. Me pongo el pantalón y la blusa y no se discute más. Al final, creo que habría sido mejor elegir el viaje.
Días antes, cuando faltaban dos meses para su cumpleaños, Gaby le había preguntado:
—¿Pensaste en algo para festejar tu cumple? Porque yo sí.
—Tengo idea de hacer un viaje. Todavía no estoy segura adónde; estoy entre un tour por Egipto, Turquía y Grecia, o bien el Machu Picchu… no me mires así, son lugares que siempre quise conocer, ya lo sabés.
—Yo tengo otra idea —insistió su amiga—. Hagamos una fiesta a lo grande. El viaje lo podés hacer en cualquier otro momento. La fiesta, no.
—No, estás loca. Es más trabajo del que tengo ganas de hacer: el lugar, la decoración, la lista de invitados, el catering… ¡ni hablar!
—Vos no te preocupes y dejalo en nuestras manos. Maga y yo nos encargamos de todo. Lo único que vas a tener que hacer es tomarte un día para dedicarnos las tres a comprarte la ropa. Al fin y al cabo, como te dije mil veces, no todos los días se cumplen 50 años.
Liliana Fassi, República Argentina © 2023
lilianafassi@hotmail.com
https://lilianafassi.wixsite.com/misitio
Liliana Fassi reside en Villa María (Córdoba, Argentina). Es Licenciada en Psicopedagogía, graduada en la Universidad Nacional de Río Cuarto (Córdoba, Argentina).
Publicó tres libros que recrean, con entrevistas y ficciones, la historia de la inmigración llegada a su país entre las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX: En busca de un tiempo olvidado. Un viaje a mis raíces para recobrar historias de inmigrantes (El Mensú, Villa María, 2010), Pinceladas de la Pampa Gringa (El Mensú, Villa María, 2012) y Los hilos de la memoria (El Mensú, Villa María, 2018).
Recibió Premios y Menciones en Argentina y Uruguay y participó en nueve antologías de relatos, editadas por instituciones culturales de ambos países.
Sus poesías y cuentos son publicados en revistas digitales de Argentina, Estados Unidos, Canadá, Guatemala, México, Colombia, Ecuador, Holanda y España.
Fue escritora invitada para la lectura de sus obras en el “Aquelarre Literario” organizado por la Revista Digital “Sombra del Aire” (México) en octubre de 2022, en referencia al Día de Brujas. También participó con la lectura de sus poemas en el VI Encuentro Poético Chile, Argentina y América, organizado por la Universidad del Bio Bio (Concepción. Chile) en noviembre de 2022.
Brinda conferencias y talleres destinados a niños, adolescentes y adultos, referidos al tema de la inmigración en Argentina.
Es correctora de textos y fue prologuista de libros de autores de su ciudad y de la provincia de Buenos Aires.
Actualmente, su obra trasciende la temática de la inmigración y aborda un amplio abanico de asuntos relacionados con la condición humana.
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