Nuestro juego favorito era el escondite. Alguna vez he llegado a pasar una hora buscándole. Él siempre ha sido mejor que yo escondiéndose... Se entiende, porque me saca dos años de edad. Así cualquiera... Lo que me sorprende a veces es que él sepa tan rápidamente donde me he escondido. Como si tuviera ese sexto sentido del que hablan en la televisión. Es meterme en un sitio y él ya sabe dónde estoy metida. ¿Tendrá oído de lobo?
Hoy no he comido nada. No me entraba la comida. Mi madre mencionó que yo igual tenía gusanos en el estómago. Creo que es una amenaza para que coma, si es que quiero evitar esa medicina tan asquerosa que le dieron una vez a Raúl y que le hizo vomitar. Mañana tengo que forzarme a comer.
Al poco tiempo mis pies me han llevado hacia las torretas de la luz. Creo que nunca me había fijado tanto en ellas. Son realmente altas. Quizás sean lo más bonito de nuestro pueblo, porque monumentos no nos sobran. No sé calcular qué altura tienen. después de mucho pensarlo he decidido que podrían tener 20 metros, pero probablemente estoy equivocada. Qué va a saber una niña de once años...
Sólo después de un buen rato entre las patas de las torretas, supongo que unos 20 minutos o así, me he dado cuenta de que emiten un zumbido. El zumbido se puede oír con claridad. Yo hasta hoy no sabía eso. Nunca me había fijado y nadie me lo había dicho.
Considerados así, con el sonido que emiten, las torretas son bastante más interesantes. Una se da más cuenta de la función que tienen. Yo sé que transportan la electricidad, pero el zumbido te da una idea de la cantidad de energía que se mueve por allí, por esos cables tan gruesos.
No ha sido una excursión muy placentera, porque no me podía sentar, todo estaba mojado por el rocío. Pero ya no era cosa de ir hacia la escuela. No tenía una nota explicativa de mis padres, así que no hubiera sabido qué decirle a la señorita.
Supongo que mañana se va a armar la de Dios es Cristo, cuando aparezca en la clase y no tenga una nota. En fin, ya pensaré mañana qué hago. Creo que lo mejor sería confesar mañana, porque si le digo que me he olvidado la nota va a ser aún peor.
Al volver a casa he conseguido comer y mis padres se han mirado entre ellos con satisfacción.
No sé, me ha dado por pensar que podría falsificar la firma de mi padre. Una vez mi padre me enseñó a falsificar su firma. Así podría llevarle una nota a la señorita. Quizá no me pillen, porque nuestra casa está bastante aislada. ¿Cuál es la probabilidad de que alguien pregunte a mi padre si ya estoy totalmente recuperada? Lo más probable es que nadie llegara a saberlo nunca. Lo único es que tendría que falsificar toda la nota, no sólo la firma, y eso ya es más difícil.
Hoy no había tanta humedad, y de todos modos me había llevado una bolsa de plástico y mis pantalones vaqueros dentro de la cartera, así que metí la cartera en la bolsa, me puse los vaqueros, y me senté allí, entre los postes, y me fue bastante mejor que ayer.
Hoy he pensado mucho en mi primo Raúl. Es muy majo. Nunca me ha hecho daño y siempre me mira con ternura. Digo lo del daño porque otros niños son unos bestias. No es que sean malos, pero son unos bestias y les puede dar por tirarte del pelo o cualquier cosa. A ellos les parece lo normal, lo que se hace siempre...
Pero mi primo es muy bueno. No tengo otra forma mejor de explicarlo y creo que es la verdad. Raúl es una buena persona.
Estaba mirando a los postes y me imaginaba allí a Raúl. Él tiene piernas largas también, y brazos largos. Es bastante delgado. Es como un poste de la luz. Ja, ja, ja. No es que esté flaco, es sólo que es delgado, y siempre le gusta vestirse de blanco, no sé por qué.
La vista de las torretas metálicas brillando al sol me ha impresionado. Estaba muy chulo todo. Al principio me pareció que el zumbido era menos intenso, pero debe ser imaginación mía. Supongo que siempre hacen el mismo zumbido. Al menos, en casa no se ha cortado la luz...
Allí sentada, comiendo el bocadillo del recreo, me imaginaba a mi primo de pie, mirándome desde arriba. Es como si lo estuviera viendo realmente. Y me miraba con esa sonrisa tenue con la que me mira siempre. Es una sonrisa tranquila. Cuando me mira siento que no pasa el tiempo.
¿Por qué lo habrán enviado a la ciudad?
Tía Emilia es una bruja. Aparte de viuda, ahora ya no tiene en casa a su hijo. ¿Eso cómo puede ser? ¿Por qué quiere estar así?
Por la tarde se me ha ocurrido que podría hacer la nota para la señorita con la máquina de escribir. Mi padre siempre hace las notas para la escuela a mano, pero tampoco va a parecer extraño si va a máquina, sobre todo porque la ausencia ya es de varios días y eso puede requerir una nota un poco más oficial.
Así que he cogido la Olivetti y me he puesto a teclear. No sé escribir a máquina, así que he tardado bastante. Mi preocupación era que alguien pasara y se pusiera a leer lo que estaba escribiendo, pero he tenido suerte. Creo que el ruido de la máquina los alejó.
Después de acabar la nota, me puse a escribir un cuento estúpido sobre una rana. Es un cuento muy malo, porque no se me ocurría otra cosa, pero es que tenía miedo de que me preguntasen qué había estado escribiendo. De todos modos nadie me ha preguntado. A veces no me prestan mucha atención.
Como la nota va a máquina, he decidido que es mejor no volver a clase hasta el lunes, así que hice la nota para toda la semana.
Me he dado cuenta de que estos cables van a la ciudad. Al menos parecen ir en esa dirección. Allí está mi primo, que debe estar estudiando mucho. Porque, si no estudia, tía Emilia lo ahorcará.
El zumbido de las torretas ya me gusta, es como si necesitara oírlo todos los días. Es como algo que te ayudaría a dormir, pero yo por las mañanas no duermo nunca.
Estuve concentrándome en las torretas. Intenté enviar a mi primo un mensaje a través del zumbido. Teléfono no tenemos...
Quiero enviarle ánimo a Raúl. Seguro que él allí está solo y se aburre. Así que le envié ese mensaje con toda mi fuerza. Que le apoyo. Que le animo.
Me he acordado de todas las veces que he estado resfriada y él ha estado conmigo, leyéndome cuentos o trayéndome un zumo de naranja. Al final he acabado llorando.
Luego, por la tarde, mi madre me ha preguntado si no tenía deberes que hacer. Soy una tonta. No me daba cuenta de que si oficialmente estoy yendo a clase, entonces tengo que hacer deberes.
Me puse a hacer algunos problemas de matemáticas, pero no los supe resolver. Me dio vergüenza pedir ayuda porque ni sabía cuáles había que hacer realmente. Cuando vuelva a la escuela le pediré ayuda a la señorita Adela. Ella en el fondo es buena y seguro que se sienta conmigo para ayudarme.
El zumbido me pareció más fuerte hoy. ¿Será verdad que los cables zumban más cuando está nublado? En cualquier caso, me gustó esa intensidad del zumbido. Necesito sentirme conectada a los cables.
Después de un rato de estar allí, intenté enviarle otra vez el mensaje de apoyo a mi primo, pero hoy no me salía, es como si no tuviera hoy energía para enviárselo. No sé.
Cuando me entró hambre me comí el bocadillo de mortadela. No es que me guste la mortadela, pero es lo que me había puesto hoy mi madre. Lo comí sin ganas, pero con hambre.
Hacia el mediodía sentí algo distinto. Quiero decir en el zumbido. Me pareció que ahora zumbaba hacia mí. En mi dirección. Que el zumbido venía hacia aquí.
Yo veía a mi primo, que me miraba pero más serio, no como suele mirarme. Como si él también estuviera triste.
Cerré los ojos y me concentré todo lo que pude, y después de un rato me dio la sensación de que mi primo iba a volver, que volvía de la ciudad. Esa es la impresión que me dio. Igual estoy loca.
Por la tarde he estado haciendo ejercicios de religión y de ciencias sociales. Se los voy a llevar a la señorita el lunes, junto con la nota, para que vea que estoy estudiando. Igual no son los que están haciendo en clase, pero creo que es buena idea.
Hacia las once llegó un coche, porque traían a mi primo a casa. Raúl está enfermo y ha tenido que volver. Ha tenido vómitos en la ciudad.
Yo me puse a llorar.
Mi madre dice que es muy buena señal que yo haya llorado, porque quiere decir que soy una buena persona.
Estoy muy contenta de que Raúl esté aquí.
Alejo López Bastida, España © 2024
Ilustración realizada por Enrique Fernández
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