Hoy voy a buscar la pistola con la que mataron al Cholo. Yo vi al pinche gringo pendejo tirar la pistola al río después de balear al Cholo en el puente, pero la pistola no se cayó al agua, no, no se cayó al agua. De eso hace ya un mes y hoy es mi cumpleaños, catorce, así que hoy voy a buscar la pistola con la que le mataron. Si el Cholo hubiera estado aquí, me habría regalado una cadena de oro con mi nombre, como la suya, o con la virgencita de Guadalupe que aquel día le falló. Los tres balazos que le metió el gringo cabrón que lo cachó desarmado en el puente hicieron que se desangrara allá mismito, como un marrano el día de la matanza.
El Cholo siempre iba armado, con la pistola atrás, en el pantalón. Yo siempre con él, detrás suyo, admirándolo y aprendiendo a ser macho y no rajarme ante nada. El Cholo sí que era puritito macho, tenía más huevos que nadie. Las muchachas se lo rifaban y a más de una le había hecho un chamaquito que se parecía a él en lo prieto y en los ojos negros, que cuando te miraban fijos te daban miedo.
El día que lo balearon en el puente yo iba, como siempre, unos pasos detrás de él. Cuando salimos del bar del Chilango, el Cholo se dejó la pistola con la Lupe, porque alguien le dijo que los de la migra andaban buscándolo ese día por un asunto que tenía pendiente con el señor juez, y no era cuestión de que lo cacharan con la pistola, que ya el señor juez se la tenía jurada. Cuando cruzamos el puente, el Cholo iba mirando a la banqueta, caminado deprisita, pegadito a la barandilla.
Entonces se acercó por detrás, despacito, un carro rojo con los cristales oscuros, que yo vi el carro venir y me dio mala espina. Al llegar a donde estaba el Cholo, la ventanilla del carro se bajó, y un negro se asomó y le gritó: "Hey, Cholo, I have a message from Johnny". El Cholo, sin pensarlo, echó la mano a la trasera del pantalón, pero allá no había nada. El muy hijo de la chingada lo baleó a gustito. Tres balazos, casi a quemarropa, los tres en la tripa antes de que el Cholo se desplomara en la banqueta.
El moreno me vio a mí y me apuntó con la pistola. Entonces la puta gringa que iba con él manejando el carro le dijo: "He's just a kid" mientras señalaba con el dedo al suelo delante de mí, y los dos empezaron a reírse y a reírse, y el carro se arrancó a toda velocidad, que los rines parecía que echaban chispas.
Justito entonces yo noté un calor que me bajaba por las piernas y me entraba en el zapato, y al mirar al suelo vi un reguero que salía de la pernera derecha de mi pantalón. Cuando levanté la cabeza vi que del carro salía despedida la pistola por encima de la barandilla del puente. Algo sonó "clonc" bajo el puente. Me asomé a la barandilla y vi que la pistola había quedado enganchada en uno de los pilotes de hierro que sujetan el puente por abajo.
El Cholo estaba inmóvil en el suelo, con las manos sujetándose la panza y con los ojos abiertos mirando al cielo en un charco de sangre. Luego llegaron los patrulleros, y no dejaban de preguntarme, y yo no dejaba de cantinflear, que no, que no había visto nada, sólo un auto a toda velocidad. Pero me quedé con la cara del moreno y la gringa, y sé donde encontrarlos. Debajo del puente, en la pistola, quedan tres balas, una para el negro cabrón, otra para su puta y una para lo que haga falta. Hoy voy a buscar la pistola con la que mataron al Cholo.
Marisa Pérez y Pérez, España, México © 2001
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